"Cirugía en la cuarta edad. ¿Es la edad biológica determinante?" fue la charla donde la cirujana Paula Martón Bedia, dentro de las jornadas del Mes de la Salud de Caja Rural, solventó las dudas sobre la conveniencia o no de pasar por el quirófano cuando se supera una determinada barrera de edad.

-¿De qué tramo de edad se está hablando cuando se refiere a pacientes de cuarta edad?

-En principio, los pacientes de la tercera edad son aquellos entre 65 y 79 años. A partir de los 80 en adelante es cuando estaríamos ante la cuarta edad.

-¿Cuáles son los problemas de cirugía más habituales en este tipo de pacientes?

-Sobre todo la cirugía de las enfermedades de cadera, las cataratas, la hernia inguinal y la vesícula biliar. Luego también están las enfermedades cardiacas, pero son mucho más agresivas que las anteriormente mencionadas.

-¿Es en este último tipo de cirugías en las que es más complicado actuar, teniendo en cuenta la elevada edad de los pacientes?

-Lo que aquí influye fundamentalmente son las nuevas técnicas, mucho menos invasivas que hace tiempo. Eso ha posibilitado el que haya muchas indicaciones que tradicionalmente eran quirúrgicas, tanto en pacientes de 40 como de 80 años, y que ahora sean indicaciones por vía radiológica o que no conllevan efectivamente una parada del corazón o una desviación de la sangre, que es lo que conlleva después muchos problemas neurológicos, sobre todo más en los pacientes mayores. También la evolución de la medicina en sí es un factor determinante para poder tratar de una manera más normalizada a los pacientes, sin tener en cuenta tanto la edad como en el pasado.

-¿Eso ayuda a que ahora sea más habitual que pacientes de avanzada edad pasen por el quirófano?

-Evidentemente, en la actualidad existen técnicas mucho menos agresivas para tratar la misma patología, anestesias mucho más sencillas, que ni siquiera tienen que ser generales en algunos casos y incluso también avances en los materiales protésicos. Sobre todo se ha avanzado en el conocimiento de la fisiología del anciano. Antes las cosas eran porque el paciente era mayor y ya estaba. Aunque todavía no hay muchos estudios al respecto, cada vez se sabe más sobre la fisiología concreta del anciano. Y es que no es lo mismo el octagenario que el nonagenario o centenario.

-¿Cómo se trata a pacientes que han superado el siglo?

-Es curioso, porque el que realmente supera la barrera de los cien está más sano que un octagenario. En cierto sentido se puede aludir a una especie de selección natural, porque el que llega a esa edad, aparte de tener una genética envidiable, también es porque se ha cuidado mucho a sí mismo, ha tomado buenas decisiones a lo largo de su vida o ha podido vivir una situación de poco estrés. La gente de cien años en este país son personas muy sanas.

-¿El nivel de actividad que tiene un paciente, a pesar de su edad, es determinante a la hora de decidir sobre si operar o no?

-Desde luego, porque influye muchísimo tanto en el procedimiento como en la recuperación del mismo. Estamos hablando de que lo que queremos no es solamente primar la supervivencia, sino que, por ejemplo, esa gente que está en su huerta cada día a pesar de la edad, se opere de una simple hernia inguinal para que en mes y medio vuelva a sus tareas y siga haciendo su vida con su calidad anterior. Son gente activa en la sociedad y en las familias y es importante que sigan siéndolo y no se les recluya como gente que tiene incapacidades y son dependientes, porque la inmensa mayoría no lo son.

-¿Es complicado tratar con los familiares estos temas?

-Es difícil y además es algo que no se enseña en la facultad. Por un lado, uno no puede pasarse de optimista, porque el riesgo es inherente y la edad es un factor más, pero la reserva funcional del anciano está muy disminuida. Lo que hay que plantearse es qué objetivo vamos a ganar con una cirugía, qué vamos a mejorar y prolongar. Y luego están los riesgos; es una balanza que se hace siempre en cirugía, sin importar la edad: el beneficio versus el riesgo. No debemos tampoco ser muy pesimistas, pero siempre es bueno animar a quien tiene una cirugía sencilla, como unas cataratas o una hernia, porque van a mejorar su calidad de vida o mantener la que tenían antes de la enfermedad. Por otro lado, tampoco hay que empujar a la gente a hacerse cirugías cardiacas como locos, por ejemplo, porque hay un tanto por ciento elevado que se muere en las cirugías. Lo que está claro es que ni todos los pacientes son iguales, ni los objetivos son los mismos, ni todas las cirugías se sobrellevan de la misma forma.

-¿A menudo se encuentran con la sobreprotección de los familiares?

-Sigue habiendo familias que no traen a estos pacientes a la consulta, con lo que se produce un retraso diagnóstico. O una vez ofertado el tratamiento, por temor, no se hace, por lo que acabamos teniendo que operar a la gente de urgencia, cuando el pronóstico es muchísimo peor y cuando en ese momento sí que se la juegan, mientras que la cirugía habría sido mucho mejor dos años antes, en mejores condiciones y sin ser de urgencia. Influyen en este tema un montón de aspectos, pero cada persona somos seres únicos que tenemos que ser evaluados con independencia, no solo atendiendo a nuestra edad. En ese sentido, un señor de 80 años que cuide su huerta y que solo sufra de una hipertensión como mucho, tiene mucho menos riesgo quirúrgico que un paciente de 65 años que haya tenido un infarto y que haga una vida sedentaria.

-Además de los medios, ¿la mentalidad médica también ha evolucionado al comprobar que es más viable ahora operar a edades elevadas?

-Desde luego, porque hace tan solo tres décadas se veía a los pacientes de más de 65 años como desahuciados. Incluso en los libros, cuando se estudiaba, una contraindicación absoluta de un tratamiento o cirugía era la edad. Hoy en día eso ya no se considera de la misma manera. La edad es un factor de riesgo más, pero no es una contraindicación absoluta ni para ningún tratamiento ni para ninguna cirugía. Poco a poco, la comunidad se fue animando a tratar a estos pacientes de tercera y cuarta edad y se ha ido viendo que es posible. Antes, a la persona anciana se le dejaba de lado y no se le daba tratamiento. Ahora por lo menos se estudia la situación.