Dos días después de que la columna de maniobras de la Escuela Naval arribara a Marín y tras todo ese tiempo sin tener noticias del cabo primero desparecido, el capitán consiguió hablar con él de nuevo por teléfono, 24 horas antes de que por fin apareciera por el acuartelamiento. A las preguntas de su superior el cabo hilvanó una excusa para salir del paso. Dijo que le habían robado la cartera y que no se encontraba en Zamora, sino en Salamanca. En ese momento manifestó que su intención era desplazarse hasta Zamora, ya que debía de recoger sus pertenencias que habían quedado en el hotel donde teóricamente debería haber pasado la primera noche con sus compañeros de armas. Incluso posteriormente, ya durante el juicio, el cabo aseguró que ni siquiera sabía que se encontraba en Salamanca, en lugar de hallarse en Zamora y de hecho se dio cuenta de la ciudad en la que se encontraba cuando, al tomar un taxi, el profesional del volante le sacó de su error y le dijo que se encontraba en la capital charra. Evidentemente, las excusas del cabo primero no debieron tener mucho éxito ante los miembros del tribunal que lo juzgaron ni los que revisaron la sentencia de primera instancia.