Nacido en Barcelona (1966), pero hijo de madrileños, Fernando González del Campo se declara enamorado de "la lengua de Cervantes" y consagra su tiempo a ejercer la profesión de genealogista, buceando en los archivos para hallar los orígenes familiares de las personas del siglo XXI. Sus continuos viajes al pasado le han permitido certificar que él mismo tuvo antepasados judeoconversos en Fermoselle y profundizar también en el conocimiento de la genealogía de La Raya.

-¿A qué se dedica un genealogista?

-Un genealogista es una persona que trabaja para descubrir la historia familiar, el árbol genealógico, partida a partida, nacimientos, matrimonios? hasta dibujar una especie de "esqueleto" que se puede vestir con documentos de protocolos notariales.

-¿Qué motivos llegan a la gente a investigar a sus ancestros?

-Hay de todo, pero la mayoría lo hacen por curiosidad. Quieren saber quiénes eran sus antepasados, sobre todo los hijos y nietos de emigrantes.

-Y en nuestro país muchos de esos antepasados fueron judíos?

-Es lógico. Solo hay que pensar que en España se quedaron unos 200.000 conversos, muchas personas que estaban repartidas por toda la geografía nacional. Yo mismo sé que mi bisabuela paterna, que era chilena, tenía un 25% de sangre sefardí. En cuanto a mi sangre sefardí española, sin pasar por América, pude averiguar que una quinta abuela mía emigró a un pueblo de la provincia de Toledo y era de Fermoselle. Por ahí tengo antepasados constatados de origen converso. Por la vía paterna, es muy probable que también los tenga. El más antiguo era un boticario del siglo XVII, y esta era una profesión típica de judeoconversos.

-¿Es posible viajar tan atrás en el tiempo?

-Es un trabajo en el que, casi siempre, te llevas sorpresas. En España tenemos fuentes documentadas bien conservadas. Con un poco de paciencia y práctica, puedes llegar hasta el siglo XVI con relativa facilidad.

-Usted estudia los cambios de nombre entre conversos y criptojudíos, ¿por qué se daban estas modificaciones de la identidad?

-Cuando un familiar de un judeoconverso era perseguido y estaban haciendo redadas en su población de origen, una solución bastante fácil y lógica era cambiar de apellido. Este fenómeno no era tan raro antiguamente, sino un fenómeno más habitual que ahora.

-Con el decreto de expulsión de los judíos de 1492, muchos hebreos adoptaron un nombre cristiano al bautizarse, ¿cómo lo elegían?

-Puede que tuvieran un nombre hebreo, pero el apellido solía ser ya de aquí. Cuando se bautizaban podían elegir el nombre del padrino o uno relacionado con su familia. En general no se conserva testimonio de los cambios de nombre y apellido, aunque en algunos casos hemos podido saber que adoptaban el del padrino o el de la madrina.

-¿Dónde nace su interés por el estudio de la genealogía de La Raya?

-Fue providencial el encargo que me hizo una clienta con antepasados en Fermoselle. Me pidió que visitara el Archivo Diocesano para hacer su genealogía, pues estaba convencida de que sus ancestros eran judeoconversos. En principio, era un trabajo complejo, pero pudimos demostrar que así era y que sus raíces se hallaban en Fermoselle y en Miranda do Douro. Es más, descubrimos que tenía familiares que habían sido procesados por la Inquisición, incluso quemados en la hoguera. Finalmente, pude presentar unas pruebas en Jerusalén para ser reconocida judía de sangre declarada. Paradójicamente, gracias a partidas de matrimonio, documentos cristianos.

-Recomponer el árbol genealógico, ¿está de moda en nuestro país?

-Existe un interés, pero no es un porcentaje enorme. No es lo que se acostumbra en países como Estados Unidos o Gran Bretaña. Aunque ha habido un crecimiento en los últimos años, en números totales, sigue siendo pequeño.

-La concesión del pasaporte español y portugués a los ciudadanos de origen sefardí, ¿afecta en algo a su trabajo?

-Poco. El documento sobre los apellidos sefardíes está considerado solo un testimonio de apoyo, no una prueba fundamental. Se necesita más que el apellido. En Portugal han sido más generosos con las pruebas que se pueden aportar y, aunque es un país más pequeño, están teniendo más peticiones. En España, la ley se limita a los casos de sefardíes expulsados en 1492, y no a los criptojudíos.

-La cuestión sefardí y su investigación se ha puesto de moda, ¿qué opina al respecto?

-Me parece bien. Ya acabó el tiempo en que los judíos eran enemigos de los cristianos, después de un antisemitismo bastante fuerte en España. Era hora de hacer justicia. Este es un movimiento que se inició en la segunda mitad del siglo XIX con pequeños pasos que se han ido completando ya en el XX. Debemos reconocer que buena parte de nuestras familias tienen un origen judío, lo cual es lógico. Ha habido muchos hebreos en nuestra tierra desde la destrucción de Jerusalén.

-¿Cree que todavía hoy se puede avanzar en el conocimiento de una civilización desaparecida con la expulsión?

-Siempre se puede avanzar desde el punto de vista arqueológico y documental. Se han estudiado muchos archivos y en algunos de ellos aparecen judíos zamoranos. Tengo la esperanza de poder hallar alguna sorpresa en el Archivo Histórico Diocesano. Como lo que ocurrió en Badajoz, donde se ha podido reconstruir una parte importante de la historia de la judería de la ciudad.

-¿A qué nos puede ayudar el conocimiento de esta parte de nuestro pasado?

-El conocimiento del pasado te da una mayor conciencia de dónde vienes y de quién eres, ayuda a explicarnos muchas cosas del presente, y no solo del más inmediato. En cuanto a los judíos, la historia nos enseña que debemos respetarnos, respetar al otro, valorar sus ideas. Uno no se puede afirmar a costa de expulsar al otro o de convertirlo a tus ideas. Seamos sinceros: la mayor parte de la gente no se podía ir en 1492. No había lugar que pudiese acoger a tanta gente. De haberlo intentado, muchos hubieran muerto de hambre o maltrato. Por eso se habla de una conversión forzosa, de personas que habrían seguido siendo judías.