Se le iluminan los ojos cada vez que habla de su profesión, por la que comenzó a caminar de la mano de quien ella llama "maestro", Jesús Hermida. Nieves Herrero desde hace tiempo compagina el periodismo, cuyos profesionales considera que son "una raza aparte" con su otra faceta, la de escritora, también con gran éxito. Aunque nunca sin perder esa pasión que tiene por informar.

-"Libre te quiero, pero no mía, ni de nadie, de ni dios, ni tuya siquiera" son los versos de Agustín García Calvo con los que comienza su última novela, "Como si no hubiera un mañana", sobre el romance entre el torero Luis Miguel Dominguín y la actriz Ava Gadner. ¿Qué le hizo elegir este texto del poeta zamorano?

-Simplemente me encantaron porque definen absolutamente la personalidad de los dos protagonistas, pero sobre todo de Ava. Ella era una persona rebelde y cuando se separa de Frank Sinatra no quiere que nadie le ponga de nuevo un anillo. Es una mujer muy adelantada a su tiempo, aunque nos la hayan vendido como una frívola, una borracha y una ninfómana. Pero la verdad es que fue una mujer muy sensible, una grande del cine, aunque también una persona muy solitaria.

-¿Es más difícil escribir historias actuales sobre una pasión como la vivida por el torero y la actriz en los años cincuenta?

-Yo creo que este tipo de historias siempre existen, aunque haya que poner distancia. Seguro que dentro de unos años un compañero cuenta la historia de amor de un Premio Nobel con una dama de la sociedad española. Cuando algo es muy reciente no lo puedes contar con tanta objetividad.

-¿Pueden las historias de amor ser una vía para animar a la lectura en estos tiempos donde las nuevas tecnologías lo acaparan todo?

-Si el amor sirve para animar a la lectura, bienvenido sea. En el fondo, en cualquier novela siempre hay una historia muy potente entre un hombre y una mujer, o entre un hombre y un hombre o una mujer y una mujer, porque el amor y el desamor forman parte de la vida misma. Todas nuestras vidas están construidas con amor, desamor e incluso ausencia de amor. Es como la infancia, que marca también nuestras vidas y que yo siempre la tengo muy presente en mis libros. Creo que son malos tiempos para la lectura, aunque confío mucho en las nuevas generaciones, que se han enganchado a ella gracias a sagas como las de Harry Potter y Crepúsculo o los libros de Federico Moccia, que narran historias de amor muy potentes. Todo ese público ya está instalado en la lectura, afortunadamente. Lo que también es verdad es que hoy en día las que más leen son las mujeres, ellas son las grandes lectoras.

-¿Es usted usuaria de las redes sociales?

-No le dedico todo el tiempo que requiere, pero sí, a lo largo del día voy lanzando "tweets" y contestando a los compañeros. Las redes me han servido muchísimo en mi trabajo, porque a través de una simple foto o un comentario he podido conseguir algo, pero por otro lado hay que tener mucho cuidado. La parte negativa de las nuevas tecnologías está en la piratería. Sé que mi libro ya se lo han bajado y eso es algo que hace mucho daño, porque detrás de una obra primero está la idea, luego su desarrollo y construcción. Y es un trabajo en el que también participan los editores, los creadores de la portada? Por solo 20 euros hay mucha gente trabajando durante dos años. No sé cómo hay personas que se lo puede descargar gratis. Lo de la piratería es un robo manifiesto.

-¿Considera que Internet ha abierto la puerta para un nuevo periodismo, es una herramienta con la que el profesional debe contar?

-Es algo muy positivo. Ahora mismo puedes estar en una manifestación, colgar una foto que tenga interés periodístico y que dé la vuelta al mundo. Sinceramente, creo que las redes sociales nos han acercado a conflictos, a problemas y hasta a cosas cotidianas. Es una auténtica ventana al mundo. Por eso yo les aconsejo a los estudiantes de periodismo que si no encuentran trabajo empiecen a hacer sus propios blogs porque algunos son buenísimos y tienen un montón de seguidores. Es una manera de darse a conocer. De lo que no soy partidaria es de contar todo lo que haces durante el día, aunque a veces hasta yo tengo tentaciones. Pero luego lo pienso y no quiero exponer así mi vida.

-¿Esa facilidad es beneficiosa para que se multiplique el denominado periodismo ciudadano?

-A mí me gusta el periodismo ciudadano muchísimo, ahora hay mil ojos que todo lo ven. Pero por otro lado me encanta el periodista formado, curtido, que va a la guerra y que se expone, que regresa con la información, que serena y objetivamente intenta evaluar un acontecimiento y que vive el momento. Me gusta el periodista que cuenta noticias y que saborea cada entrevista, porque de todas ellas se saca algo y del personaje que menos te esperas te encuentras con un ser humano cuya historia hoy en día utilizo en mis novelas. Me dicen que tengo mucha fuerza en los personajes secundarios y la razón es porque son reales, porque hay una base sobre ellos. Echo mucho de menos a los profesionales que se entusiasmaban con la vida real, como Antonio Mercero, actualmente convaleciente, y Jesús Hermida, al que yo le comentaba mucho estas cosas y le chiflaban. Porque, como él mismo decía, en realidad el periodista es un contador de historias.

-¿El espectador se encuentra en la actualidad con una televisión menos periodística que nunca?

-Depende hacia dónde se mire. El momento que estamos viviendo es tan aritméticamente complicado para formar gobierno que por ejemplo las tertulias políticas y de opinión están de moda. Aunque echo mucho de menos en la televisión actual la cultura, no hay cabida para ella, para presentar un libro o un nuevo disco. Creo que empobrece muchísimo a un país el tener una televisión donde no tengan hueco estos temas. Me acuerdo que antes en "prime time" entrevistaba a Antonio Gala o a Camilo José Cela con sus nuevos libros y era una gozada. Ahora gente como Antonio Muñoz Molina solo tienen cabida en los periódicos o en las radios. Creo que las televisiones tienen que abrirse a ello, porque hay que tener en cuenta que lo que no está en la televisión, no existe.

-En su programa "Detrás de la verdad", los sábados por la noche en 13 TV, sí hay hueco para la información. Uno de los últimos temas que han tratado ha sido el del juicio sobre el caso Nóos. ¿Qué ha supuesto ver a una infanta sentada en el banquillo?

-Personalmente, la imagen no me ha gustado, pero no somos un país bananero y quiero pensar que se va a hacer justicia y que va a tener la oportunidad de defenderse. Intentar quitar la acusación particular es un error, porque es el último arma que nos queda a los ciudadanos para podernos defender a veces de los abusos de determinadas instancias que están instaladas a nivel político en el meollo de los gobiernos. Estoy totalmente en contra de la aplicación de la doctrina Botín, porque el hecho de que estés sentado en una silla no significa absolutamente nada. Tenemos el ejemplo reciente de Ramoncín, que acaba de ser absuelto de toda culpa. El estar en el banquillo de los acusados no significa nada más que todo el aparato que te permite el artículo 24 que habla de la tutela judicial efectiva funciona. Si dejamos la parte de la acusación popular, nos hemos cargado la Constitución.

Comprendo que mucha gente se ponga muy nerviosa, pero démosle la oportunidad de defenderse. Porque si no, algo huele mal. Si no ha cometido el delito, saldrá absuelta y ya está. De lo contrario, siempre nos va a quedar esa duda. La Fiscalía, abogacía del Estado y la defensa quieren que se aplique la doctrina Botín, pero yo creo que se tiene que dejar que la justicia siga su curso y ya está, sin privilegios.

-¿Cómo valora la actitud del rey en todo este asunto?

-Se ha apartado completamente y creo que no tiene por qué salir nada. En otras monarquías han pasado por situaciones similares y no ha ocurrido nada, como en el caso de Sara Ferguson en Inglaterra, donde a la Corona no le afectó en absoluto, a pesar de estar metida en asuntos muy turbios y ser cuñada de un futuro rey.

-Otro tema de actualidad muy presente es la formación del nuevo gobierno. ¿Cómo está viviendo el proceso?

-A mí que Patxi López esté presidiendo el Congreso de los Diputados y que sea la tercera persona en importancia en el país, tras el jefe del Estado y el presidente del Gobierno, me parece muy importante, porque hablamos de un histórico del PSOE. Considero que es un gran político y pienso que lo va a hacer muy bien. Me gusta verlo en ese puesto. Por otro lado, estoy con la ansiedad y deseando que se forme ya gobierno. Es cierto que hay que estudiar matemática para poder saber qué va a pasar, pero confío en que haya un gobierno. Desde luego que convocar nuevas elecciones no sería bueno, porque los ciudadanos hemos votado para que no haya mayorías absolutas y eso se debe respetar.

-Con todo este maremágnum informativo, ¿cada vez es más difícil ser independiente en esta profesión?

-Si Hermida levantara la cabeza se asustaría, pero yo he intentado acercarme bastante a mi maestro. Ser independiente tiene una ventaja, que es que no le debes nada a nadie, pero también tiene el inconveniente de que nadie te debe nada, así que no existen los favores. A veces, en nuestra profesión el dedo ha funcionado mucho, pero ser independiente tiene un precio, aunque hay gente que lo hace muy bien dentro de la profesión y que para mí son referentes. Cuando está ahí tu redactor jefe o el director del periódico que tienen que seguir una línea editorial, es complicado, pero sigo creyendo en la objetividad de los periodistas. Hice Derecho hace cuatro años y aunque figuro como abogada no ejerciente y me tentó el meterme en un bufete, sé que pertenezco a una raza aparte. Me reconozco como periodista, me siento a gusto entre los compañeros, a los que nos mueven las mismas cosas. Sé que me moriré siendo periodista y lo demás que vaya aprendiendo por el camino son añadidos a mi vida. Hay algo que nos motiva, aunque también habrá periodistas que fichen y ya está. Pero yo siempre estoy de guardia y dispuesta a que alguien me cuente una historia.

-Está claro que usted confía a ciegas en la profesión, ¿pero esa confianza se ha vuelto a instalar en el receptor?

-Creo que tuvimos una época muy mala, donde todos los periodistas mentíamos. Cuando yo comencé con el periodismo y empezaba a andar la democracia, ser periodista era casi lo peor de este mundo. Hoy, afortunadamente, la percepción ha cambiado, aunque es verdad que nunca hemos tenido demasiada buena fama. Creo que muchos compañeros han elevado la profesión y le han dado una pátina de dignidad. El ser independiente, objetivo y no dejarte comprar tu propia libertad me sigue motivando muchísimo. Para mí, gente como Ignacio Salas haciendo sonreír a la gente estaba dignificando la profesión. O Jesús Hermida, siendo siempre un hombre tan equilibrado. Todos ellos me han dejado mucha huella y en la actualidad hay profesionales que lo hacen muy bien y que son baluartes de la profesión, como Victoria Prego, Almudena Ariza o todas las corresponsales, la mayoría mujeres, que están en lugares de conflicto. Hacen un excelente papel y es todo un gustazo verlas y oírlas.