Lo reconozco. Soy una de esas muchas personas que, a día de hoy, desean poder contar el día de mañana a sus hijos y nietos que sobrevivió a una generación sin empleo. Por supuesto, en el remoto caso de que esto suceda. Y si no, cuéntenme cómo es posible traer a alguien a este mundo y ofrecerle un techo, una educación y un futuro cuando eres víctima directa de este presente; cuando eres un simple número que se traduce en uno de los miles de fallos de este sistema; cuando todas las sopas de letras acaban formando la misma palabra: "crisis".

Si llega el caso, les diré que esta maravillosa y gran ciudad vivió una mala época en la que no pudo criarnos ni hacerse cargo de todos, y que muchos tuvieron que emigrar. Les diré que el país también se quedaba escaso y que muchas veces lo tenían que hacer al extranjero. Se lo contaré de la misma manera que lo hicieron conmigo mis abuelos.

Sí, lo he aceptado pero no por ello lo he entendido ni, desde luego, voy a rendirme. Disculpen, pero he aprendido a ser realista. He aprendido a analizar la situación y a ver que no podemos modificar este mercado laboral, pero sí adaptarnos a él y trabajar en lo que podemos cambiar de nosotros mismos para ofrecernos como solución, para no aceptarnos como el problema.

He aprendido que de nada vale señalar culpables, que de nada sirve frustrarse continuamente mientras vives estancado o te alejas de tu principal objetivo. He aprendido que muchas de las veces estaba equivocado y mi búsqueda no era la correcta, o que tienes las mismas probabilidades de que te toque una lotería que de que alguien venga a ponerte un trabajo en las manos. He aprendido que la motivación es fundamental y que la pasión debería ir ligada siempre a cualquier función que desempeñemos, más aún cuando hablamos de empleo, que ocupa más de un tercio del día en la vida de un trabajador. He aprendido a potenciar mis habilidades y a reconocer mis puntos débiles para poder darles un giro positivo. He aprendido que la actitud puede ser más importante que la aptitud, que la formación no lo es todo, ni siquiera la experiencia, a pesar de que se siga demandando erróneamente desde las empresas. Y les aseguro que no es culpa nuestra, ¿cómo quieren que alguien demuestre que está cualificado para un puesto si nadie le ha dado nunca antes una oportunidad?

Cuando mis hijos o mis nietos me pregunten que dónde aprendí todas estas cosas, me comportaré como el "abuelo Cebolleta" y les contaré que fui uno de los participantes de la I Lanzadera de Empleo y Emprendimiento Solidario de Zamora. Les explicaré que, de aquellas, ya existía gente con un mínimo de empatía que se preocupaba de realizar proyectos como éste, donde se buscaba revocar la situación de los desempleados. Les hablaré de Peridis como el creador de la idea, de las fundaciones, instituciones y medios de comunicación que nos apoyaron y respaldaron; y de Ana Bérchez, que se presentó como nuestra coordinadora, pero acabó siendo también faro, psicóloga y, a veces, hasta hermana mayor. Les hablaré de cada uno de mis veintiún compañeros y de lo importante que ha sido en esta experiencia verse arropado por todos ellos, además de lo que hemos aprendido los unos de los otros. Les subrayaré lo importante que ha sido luchar unidos por un objetivo común, el gran impulso y la fuerza que ello genera. Les contaré cómo hemos celebrado cada inserción laboral, como si fuese la de uno mismo, con ese sabor a victoria que te proporcionan las cosas difíciles cuando terminan llegando a buen puerto. Les recordaré que predicamos con el ejemplo y lo orgullosos que nos sentimos al ser capaces de crear y de llevar a cabo un evento solidario a favor de Cáritas, en el que ofrecimos actividades y talleres a adultos en situación de desempleo y a niños en riesgo de exclusión social.

Les explicaré también que, por norma general, la gente de esta ciudad está siempre dispuesta a tenderte una mano de manera desinteresada. Es por ello, seguramente, por lo que les acabaré mencionando a personas que son ejemplo y espejo en temas de emprendimiento, como los chicos de Siete60 o las chicas de Bocanada Creativa y de AZME; a Manuel Arribas, integrante de UATAE, por venir desde Madrid a animarnos y asesorarnos; a Manuel Prieto y Ángel del Carmen, secretarios generales de CC OO y UGT de Zamora, por analizar la situación socioeconómica de la provincia con nosotros; a Paco Somoza, por compartir sus experiencias y conocimientos. Quién sabe, quizá, algún día, tenga la posibilidad de contarle todo esto a ellos: a mis hijos y a mis nietos. Pero de momento me conformo con habérselo podido contar a ustedes.

(*) Participante en la

Lanzadera de Empleo