En la cabeza del pastor búlgaro muerto "hay ausencia total de signos traumáticos, fracturas y lesiones". Las únicas se sitúan en la laringe y en la zona cervical (desarticulación parcial de la sexta y séptima vértebra), donde se encontraron marcas de una soga, y que se produjeron cuando el ganadero, Juan Carlos B.R., ató una cuerda al cuello del pastor para amarrarla a la pala del tractor y extraer el cadáver del pozo al que lo lanzó.

La Guardia Civil se encontró el cuerpo boca arriba, con una piedra encima, sobre pajas, impregnado de gasolina, con hollín y cenizas, con restos de cal, la que el acusado tiró al pozo "para quemarlo en el agua", según la policía científica. El industrial le había prendido fuego el 16 de julio de 2014, cinco meses después de matarlo, lo que alertó al vecino de la finca, que llamó al cuartel.

Los nueve integrantes del jurado pudieron observar en una gran pantalla las fotografías del cadáver tomadas durante la autopsia -que los acusados no miraron en ninguna ocasión-, las cuerdas de color verde, usadas para atar pacas y, en esta ocasión, los pies y las manos del fallecido. El brazo izquierdo conservaba "tres cantos rodados" amarrados con la cuerda, la misma que sujetó "muy fuertemente a la muñeca", tanto que, aunque pilló la cazadora y el cuerpo estuvo sumergido en agua meses, no cogió holgura. Los forenses no pudieron precisar la fecha aproximada de la muerte, entre tres y seis meses atrás, dijeron, dado que el cuerpo estaba muy deteriorado, "olía a podrido y a quemado".