Ya en los años 60 y 70 era más que una sala de fiestas. Era la sala de espectáculos por excelencia: Le Bataclan, la «boîte» a la que acudían los jóvenes españoles criados en Francia, hijos de aquellos emigrantes que dejaron atrás la dictadura de Franco y la miseria que desangraba la España de la postguerra. Durante esas dos décadas en Le Bataclan se hablaba español y, entre sus asiduos, había muchos zamoranos que, cada fin de semana, acudían a la mítica sala para bailar al son de la rumba o para ver a sus ídolos musicales sobre el escenario.

Esos recuerdos se han distorsionado de golpe 50 años después, en una fatídica noche del viernes 13, cuando varios terroristas decidieron en nombre de Alá llenar de cadáveres una discoteca que cumplía 150 años y cuya sala será siempre un «trozo de España». «Cuando vi que los atentados se habían producido en Le Bataclan pensé ¡pobre gente! se iban a divertir como nosotros entonces y encontraron la muerte», comenta emocionada Angelines Nogueras, natural de Granja de Moreruela, que emigró a París con 16 años y que actualmente reside en Vigo.

Cuenta la zamorana que después de una larga semana de trabajo, Le Bataclan y El Globo (otra «discoteca de españoles») era nuestra vía de escape, nuestro lugar de encuentro». «¡Si parecía que estabas en España!», subraya. Entonces Angelines Nogueras era una adolescente de 17 años, que había llegado a París un año antes y que compartía habitación con su prima Lucía Fernández, de entonces 23 años, también de Granja de Moreruela y fallecida en octubre de 2012. Las acompañaba María Jesús Couso, de La Coruña, quien recuerda que allí, en la misma sala que el 13 de noviembre se convirtió en una trampa mortal para 89 franceses, la «pandilla» enloqueció con las actuaciones de Camilo Sesto, Juan Pardo o Manolo Escobar. «Yo era más guerrera, más de canción protesta», recalca Couso, «pero Lucía (más conocida como Lusa) era más romántica y adoraba a Camilo».Así que ese mes de noviembre de 1974 acudieron al local de moda para ver a su ídolo. No cabía un alma. «Nosotros éramos muchos, gallegos y zamoranos, no solo de Granja de Moreruela si no también de Fontanillas de Castro o de Pozuelo de Tábara», recalca Couso. Y rememora como tras el concierto del cantante valenciano «todo era felicidad. Salimos de allí cantando y seguíamos haciéndolo en el metro.La gente nos aplaudía». Unos recuerdos que contrastan «con la pena y tristeza» que sintió cuando supo de los atentados de París. Pero también hubo nostalgia, sentimiento que comparte Angelines Nogueras. «Recordamos, a pesar de la tragedia, nuestros buenos momentos en París en plena juventud», coinciden.

Otro de los miembros del grupo, Kiko García, natural de Aranda de Duero, cuenta que la discoteca se alquilaba los fines de semana para acoger a los españoles. En los primeros años de la década de los 70, el jefe de orquesta era un trompetista español, Leo Vidal, al que luego sustituyó el cantante José de Alba. «Fueron años alegres», afirma, «teníamos que esperar a que abriera el metro, no había dinero para el taxi ni tampoco para beber mucho, pero éramos felices ». Y, entre risas, confiesa que como «cobraban unos 10 francos por la entrada aprovechábamos el sello que ponían en la mano para calcarlo en las del resto de amigos y así nos ahorrábamos un dinero». Otro momento especial fue la celebración del certamen de Miss España en París, «no sé si en el año 1975 o 1976», pero «sí recuerdo que ganó mi vecina Chelo».

La casualidad quiso que cuarenta años después, un jueves 12 de noviembre, Kiko García y su mujer Elisa tuvieran «morriña» y decidieran recordar viejos tiempos por el bulevar Voltaire. Y fueron caminando y pasaron por la mítica discoteca, sin poder adivinar que un día después todo quedaría destruido. «Por allí estuvimos paseando el día 12», recalca aliviado, porque solo 24 horas después y mientras veía en televisión el partido de fútbol entre Francia e Inglaterra se enteró de la cadena de atentados que han dejado 129 víctimas mortales, 89 de ellas en Le Bataclan. «Me dio mucha pena», atestigua Kiko García, quien añade que en esos momentos «pensé que en esa discoteca había estado yo divirtiéndome y que, a partir de ahora, se conocerá como la sala en la que murieron todos esos jóvenes». Reconoce que también «en esos segundos me vinieron a la mente los buenos momentos vividos en aquellos años, en los que no teníamos muchas cosas pero éramos felices». Unos años antes, José Andrés Fernández, que siendo niño emigró a París y que retornó a Granja de Moreruela hace ya más de tres décadas, evoca también sus recuerdos en Le Bataclan, donde Luis Ocaña, el segundo ciclista español, tras Federico Martín Bahamontes, en ganar el Tour de Francia. se presentó entre olor de multitudes. Ocaña sirvió para atraer a los jóvenes emigrantes españoles a una sala de espectáculos ya famosa en Francia, y que ya empezaba a formaba parte del álbum de recuerdos de la «otra España». José Andrés Fernández, casado con otra emigrante zamorana, María Jesús Martínez, rememora también la actuación de Marifé de Triana, cuyo disco «Torre de Arena» ocupó el primer lugar en las listas de los discos más vendidos de los años cincuenta y sesenta. «La discoteca estaba llena, fue algo espectacular. Tuvieron que abrir las puertas porque no se cabía», sostiene el agricultor zamorano. Una proeza si se tiene en cuenta que Le Bataclan ya contaba entonces con un aforo para unas 1.500 personas, entre el piso inferior y las balconadas del nivel superior.

Fueron también muchos los zamoranos que se acercaron en aquellos años a ver a Manolo Escobar, que con «El Porompompero» (1960), «Mi carro» (1969), «La minifalda» (1971) o «Y viva España» (1973), del compositor belga Leo Caerts, se había convertido en un auténtico ídolo para todos los españoles, dentro y fuera de nuestras fronteras. De hecho, el cantante andaluz acudió en más de una ocasión al escenario de Le Bataclan, como recuerda Carmen Gómez, gallega casada en Granja de Moreruela. A parte de las actuaciones de los cantantes españoles más de moda, Carmen Gómez fue testigo de los bailes que se organizaban los fines de semana en la famosa sala de espectáculos, con una orquesta en cuyo repertorio tampoco faltaba la música francesa o inglesa de más actualidad en aquella época.

El azar también ha querido que la madre del emigrante zamorano que fue testigo directo del ataque a Le Bataclan, Emanuel Fernández, quien permaneció encerrado varias horas en un local cercano a la discoteca en aquella fatídica noche del 13 de noviembre, formara parte de aquel grupo de terracampinos que convirtieron la sala de espectáculos en «territorio español». «Mi marido,Julio Fernández, (ya fallecido) y yo, no íbamos mucho, pero sí que estuvimos en varias ocasiones bailando», atestigua Manuela Fernández, que aún reside en París con sus tres hijos y sus dos nietos. También su hijoEmanuel Fernández, cuarenta años después, era un asiduo de la «boîte» parisina. La última vez, en Halloween, en la fiesta que organizaron los gerentes de la sala. Sería la última fiesta.

El pasado 13 de noviembre, mientras unas 1.500 personas presenciaban un concierto del grupo Eagles of Death Metal, cuatro terroristas a cara descubierta entraron con armas automáticas kalashnikov y explosivos adosados, disparando de forma indiscriminada contra el público. El atentado formaba parte de una serie de ataques que se produjeron esa misma noche en varios bares de la Rue Charonne, reivindicados por el ISIS.

Aunque la mayoría de la gente pudo escapar, los asaltantes capturaron unos 100 rehenes y fue necesaria la intervención de la tropa de élite de la policía para rescatarlos. Tres terroristas se inmolaron y el cuarto fue abatido. Las balas y las bombas de aquella noche se llevaron 129 vidas, pero también el álbum de recuerdos de toda una generación de emigrantes zamoranos que dejaron su huella en un local que durante 20 años solo hablaba español.