Cada vez es mayor el número de personas que reconoce que tiene serios problemas para comunicarse con su pareja, con sus padres, con sus hermanos, con los hijos, con los compañeros de trabajo, etc. Este sentimiento de falta de una auténtica comunicación se debe, en gran parte, a que no se sabe escuchar a los demás. Saber escuchar bien es, por tanto, una destreza que merece ser valorada y enseñada porque produce efectos muy beneficiosos tanto para el que es escuchado como para el que realiza la escucha activa.

Los medios de comunicación han pasado de puntillas sobre un interesante estudio sobre la soledad realizado a instancias de la Fundación AXA y la Once. El trabajo, que ha sido elaborado por un equipo de investigadores de ASEP (Análisis Sociológicos, Económicos y Políticos) bajo la dirección del profesor Juan Díez Nicolás y la coordinación de María Morenos, profundiza en lo que los autores definen como "uno de los problemas más relevantes en la actualidad" y aborda por primera vez el fenómeno de la soledad en España desde una perspectiva subjetiva, es decir, no desde la óptica tradicional del número de personas que viven solas sino analizando las circunstancias, características, contexto social y número de las personas que experimentan puntual o regularmente un sentimiento de soledad. En el mismo, se pone de manifiesto, como dato más significativo, que más de la mitad de la población española admite haber experimentado en algún momento cierta sensación de soledad durante el último año y más de cuatro millones de españoles aseguran haberse sentido solos con mucha frecuencia en ese mismo periodo.

Las estadísticas que manejan los servicios de ayuda psicológica en casos de crisis emocional ponen de manifiesto que el sentimiento de falta de una auténtica comunicación entre las personas avanza de forma creciente. En realidad, la mayoría no se encuentran incomunicadas en sentido estricto, lo que sucede es que la comunicación profunda y auténtica va dando paso a otra, funcional, para salir del paso, en la que el peso de los sentimientos es cada vez menor y donde apenas se escucha al otro. Y esta es la clave del problema: comunicarse significa escuchar a la otra persona, no solo es hablarle y contarle nuestros pensamientos.

Pese a que cada vez hay más personas que manifiestan que tienen una gran necesidad de ser escuchadas porque se sienten aisladas y que las consecuencias de la falta de una escucha activa puedan ser tan destructivas, sin embargo el arte de saber escuchar no es algo que se valora en nuestra sociedad. Tristemente, cada vez es más frecuente encontrarse con personas que no escuchan. Solo hablan, habla y hablan... Y cuando parece que están escuchando, en realidad están pensando lo que dirán en cuanto vuelvan a arrebatar la palabra a su interlocutor.

De hecho, la principal demanda que realizan las personas que llaman a los servicios de ayuda psicológica en casos de crisis emocional es "ser escuchado". En concreto, el 65% de los llamantes al Teléfono de la Esperanza asevera que necesita que "alguien le escuche".

Las personas que, de verdad, saben escuchar escasean y, sin embargo, son hoy más necesarias que nunca. Cuando una persona se encuentra en una situación de crisis emocional, solo con el hecho de compartir aquello que le causa sufrimiento y poder desahogarse con alguien que le respeta y no le juzga, experimenta una gran liberación. Cuando una persona nos dedica su tiempo y nos escucha sin rechazo, sin interrumpirnos cuando lo que necesitamos es hablar, prestándonos su atención, entonces nuestra autoestima se siente reforzada y nos sentimos más capaces de encarar situaciones sufrientes que nos demandan una respuesta. El 15 de noviembre el Teléfono de la Esperanza celebró el Día de la Escucha, una jornada de sensibilización que pretende popularizar la escucha como un bien necesario en la sociedad para servir de base a la auténtica comunicación, basada en el respeto y el diálogo entre unos y otros. Nuestra mejor arma para derrotar a la soledad es la escucha.