Una ciudad gélida, silenciosa, fría. El París elegante de los grandes bulevares amanecía ayer con una sensación extraña: la de los franceses que reflexionan sobre cómo superar un nuevo episodio terrorista del viernes o la de los muchos turistas que abandonaban la ciudad de la luz apretando el paso, algunos horrorizados y temerosos de lo visto con sus propios ojos y de los rotundos titulares en los medios de comunicación. Este es el caso de Alberto Sánchez y Mercedes Nieto, el matrimonio de Morales del Vino que presenció, recluido en el hotel Exquis, el ir y venir de las ambulancias que evacuaban a los heridos. Una larga noche en la que "apenas hemos dormido" tras la que pudieron sortear el cordón policial para tomar un taxi y "escapar" del corazón de la capital gala al aeropuerto de Orly.

A la crudeza de la experiencia, sumaron el desencanto por el trato recibido de la Embajada española, de la que esperaban "una mayor atención". En Orly pudieron comprobar que la percepción no era aislada ni única. "A ellos, ni siquiera les cogieron el teléfono", advertían, escaso tiempo antes de tomar el avión para regresar a Zamora, más tranquilos, pero sin olvidar lo vivido horas atrás.

Otros muchos, residentes en París, salían a primera hora de la mañana de sus casas para observar los lugares golpeados por la tragedia, el restaurante tailandés Le Petit Cambodge o el local Le Carrillon, donde se acumulaba la gente que faltaba en otras calles. Entre ellos, la periodista zamorana Elisa Carrión, quien reconocía compartir el estado de "shock" de la ciudad. "Hemos podido preguntar en una panadería y los franceses dicen que debemos salir adelante, pero pienso que habrá que organizarse de otra manera para plantar cara al terrorismo", apuntaba Carrión. El recorrido matinal le permitía comprobar "una imagen desoladora" de los barrios X y XI, junto al Canal. Y un detalle que pasaba desapercibido ante la magnitud de la masacre, una farmacia judía calcinada tras los ataques yihadistas.

Otra zamorana residente en París, Elisabeth García Bermejo, todavía tiene el miedo en el cuerpo, aunque viviera la experiencia desde su casa. "Excepcionalmente no tenía pensado salir esa noche porque tenía bastantes correcciones de exámenes", recuerda esta profesora universitaria, que emigró a Francia con sus padres cuando solo tenía tres años. "Cogí el metro para regresar a casa y al bajar en mi parada oí por el altavoz que anunciaban el cierre de tres estaciones por movimientos en la vía pública". Un primer aviso que vaticinaba la tragedia, aunque la zamorana no fue consciente de todo lo que estaba sucediendo hasta que, como tantos otros conciudadanos, encendió la televisión al llegar a casa. "Así fue como me enteré de lo que acababa de ocurrir solo un cuarto de hora antes. Mi primer gesto fue enviar mensajes a mis familiares para saber si estaban en casa", subraya.

A su mente inmediatamente llegó el recuerdo de lo vivido a comienzos del año en la capital francesa con la masacre en la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo. "Era la impresión de volver a vivir el horror del mes de enero, pero la diferencia era que esta vez el ataque terrorista ha sido no contra ideas u opiniones, sino contra civiles anónimos", diferencia. Para ella, solo hay una motivación posible en todo esto: "sembrar el terror y la muerte por las calles de París, atacándose a lugares festivos y de cultura".

Contabiliza así seis lugares atacados simultáneamente, entre los que se encontraban los alrededores del estadio de Francia donde se jugaba un partido de fútbol entre la selección nacional y Alemania y al que asistía François Hollande, varias calles del este de la capital en una zona de bares donde salen los jóvenes los fines de semana y la sala Le Bataclan, donde había un concierto de rock. "El partido de fútbol no fue interrumpido por temor al pánico que podría haber suscitado la noticia y los espectadores, sin conexión alguna, no supieron lo que ocurría hasta el final. Se encontraron literalmente encerrados en el estadio hasta las doce de la noche, cuando pudieron ser evacuados con serenidad", agradece.

Aun así, considera que el balance de fallecidos es "espantoso" en calles "donde los terroristas se liaron a disparar a peatones o personas que estaban en las terrazas de los bares".

La profesora apunta a que "se ha pasado a un tipo de atentados contra blancos múltiples que tristemente recuerdan a los ocurridos en Madrid o Londres", compara. Ahora ha sido el turno de Francia "donde también son escalofriantes las palabras del presidente de la República decretando el estado de emergencia", asegura.

Las redes sociales, una vez más, fueron un gran "aliado" para Elisabeth García a la hora de estar informada al minuto de lo que estaba sucediendo junto a su casa. "A la vez que veía la televisión estaba conectada a Facebook, donde inmediatamente las reacciones empezaron a fluir", narra. Esta plataforma también sirvió para tranquilizar a sus amigos en España. Por otra parte, la solidaridad se materializó en seguida "con taxis que cogía a la gente para llevarlas a casa de manera gratuita o las personas que proporcionaban alojamiento a los que no podían regresar a sus domicilios", pone como ejemplos, además de la movilización sanitaria en los hospitales.

La casualidad ha querido que, a más de mil kilómetros, otra zamorana, Elena Barreiro Pérez, viva el trágico día después desde la distancia, a pesar de que su residencia habitual está en la capital francesa. Eran las once de la noche del viernes cuando su vuelo salía hacia Viena, pero los primeros síntomas de la tragedia se comenzaban a vislumbrar en las calles. "Había una alerta de bomba en la metro République y lo paralizaron", apunta. Un contratiempo que finalmente no le hizo perder el avión. La primera preocupación nada más aterrizar en la capital austriaca quedó disipada. "Todos mis amigos están bien", respira tranquila, "aunque algunos estaban cenando en la zona de los atentados y no les dejaban salir del restaurante", añade.

Una situación que resume con el mismo pensamiento que tienen tantos otros ciudadanos. "Todo esto es un auténtico horror". Para la zamorana, estos graves sucesos solo conllevan una consecuencia. "El miedo ha tomado las calles", subraya para finalizar.