El miedo de las personas a sufrir dolor y la evolución en su tratamiento fue el tema central de la segunda de las Jornadas de Otoño organizadas por la Fundación Científica Caja Rural de Zamora. El doctor Javier Cuello Azcárate, del servicio de Anestesiología y Reanimación del Hospital Virgen de la Concha fue el encargado de profundizar en el tema en la conferencia "Un mundo sin dolor, ¿es posible?".

-¿Cómo ha evolucionado el tratamiento del dolor?

-Ha estado presente desde la primera pisada del ser humano en la Tierra. Desde entonces, el dolor llega a nuestros días, cuando mayor es la evolución con el diagnóstico y tratamiento del dolor. Éste ha pasado de ser un síntoma acompañante de la enfermedad a ser una patología en sí misma manejada de manera específica.

-Sabemos que ha cambiado la manera de tratarlo, pero ¿ha variado la forma de sufrirlo?

-El dolor es un fenómeno muy complejo que, además del componente físico fácilmente entendible que aumenta con la gravedad de la lesión, tiene otros componentes emocionales, sociales e incluso culturales. Esos condicionantes antes no eran contemplados, ya que al principio se pensaba que el dolor tenía una causa mágica y después que era algo meramente físico, pero en la actualidad ya se considera que es un fenómeno biopsicosocial, y la gente en estos tiempos exige que se les trate también el dolor de forma específica. De hecho, muchos consideran que es un derecho humano incluido en el derecho a la salud.

-¿Somos ahora menos tolerantes al dolor?

-Es indudable que el dolor tiene un componente cultural, y ahora vivimos en una sociedad más hedonista que aquella en la que vivían nuestras abuelas. Antes se asumía como una parte de la vida y ahora se busca eliminarlo de ella.

-¿Eso es algo bueno o malo?

-Es algo que va acorde con los tiempos que nos toca vivir. El dolor es una molestia que queremos evitar, de la misma manera que lo es tener hipertensión o cualquier otra patología. No creo que sea bueno o malo, simplemente existe la posibilidad de tratarlo y se hace. Antes tenía un componente casi mitológico o sobrenatural que ya ha desaparecido. También hay que buscar otros complementos a lo meramente médico, como apoyos psicológicos, familiares o espirituales.

-¿Tanto influye el componente psicológico del miedo al dolor?

-Sí, de hecho el tratamiento es actualmente algo multidisciplinar que se aborda desde varios enfoques, y uno de los más importantes es el apoyo psicológico que se le da a los enfermos. No les va a calmar el dolor, pero les permitirá tener mejores herramientas para poder afrontarlo.

-¿Sigue existiendo entre los pacientes el miedo a la anestesia general como parte de los riesgos de una operación?

-La anestesia es una especialidad relativamente joven, por lo que quizá no está tan introducida en el acervo cultural de la población como otras especialidades que llevan siglos en la sociedad. Nosotros tenemos poco más de 150 años, por lo que queda un pequeño paso para asimilarla definitivamente. Yo creo que ese miedo es menor y cada vez se acude más informado y más tranquilo a la cirugía, y es muy importante que el propio enfermo sea un partícipe activo en su propia curación.

-¿La anestesiología y el tratamiento del dolor son especialidades demandadas por los jóvenes médicos?

-Es una especialidad que está naciendo y tiene mucho campo para desarrollarse, entre otras cosas porque tiene un futuro asegurado. La gente cada vez se opera más y siempre se necesitará un profesional porque, además, la anestesia está saliendo del quirófano. El tratamiento en las unidades del dolor es incluso más reciente, porque la primera se constituyó en EE UU en 1961 y la que existe aquí en Zamora nació en el año 2000.

-En el título de la conferencia se pregunta si es posible un mundo sin dolor. ¿Lo es?

-Es un camino largo que comenzó hace miles de años. Hemos avanzado mucho desde la época del hombre primitivo y aún nos queda trecho por recorrer. El ser humano comenzó a luchar contra el dolor desde que nació y hemos ganado batallas, pero la guerra aún tenemos que ganarla.