Hoy concluye en el Campus Viriato la XV edición del Congreso de la Sociedad Española de Médicos de Residencias Geriátricas (SEMER), que durante tres días ha acercado a Zamora a más de dos centenares de profesionales del sector. Su presidenta, Mª José Jiménez Cebrián, pone el acento en la calidad de los profesionales y en sus reivindicaciones sanitarias.

-Ya van quince ediciones de este congreso. ¿Cada vez hay más interés en la gerontología?

-Sí. Los médicos de residencias llevamos mucho tiempo trabajando en nuestra sociedad y participamos en diferentes programas en las comunidades autónomas, sobre todo centrándonos en la continuidad asistencial. Se trata de relacionar los diferentes niveles asistenciales, desde la labor que realizamos en las residencias al trabajo de los hospitales o de los compañeros de atención primaria. En el momento en el que todo eso funciona, va aumentando la participación y la expectación para abordar temas nuevos y poner en común las experiencias.

-¿Varía mucho su trabajo en función de la comunidad autónoma en la que se encuentren?

-Sí, y las diferencias son muchas y muy variopintas. Para empezar, los médicos que trabajamos en las residencias no somos parte de la cartera de Sanidad, sino de la de Servicios Sociales de cada comunidad. Esta situación se da en toda España, a excepción de Castilla la Mancha, única región donde se ha unificado la consejería de Sanidad con la de Servicios Sociales. Allí todos los sanitarios pertenecen al sistema público y están considerados como médicos de la sanidad española. En el resto, no.

-¿Cómo les afecta eso?

-En el momento en el que los médicos de las residencias estamos apartados de la Sanidad, cualquier gestión o prueba que quieras hacerle a un anciano la tienes que pedir desde fuera, como si fuera un servicio externalizado. Eso supone un aumento de trámites y de costes, además de una gran complicación en la logística. Los compañeros manchegos trabajan más cómodamente y no tienen tantas trabas en el día a día. En otras comunidades como Madrid, Cataluña o el País Vasco, aunque los sanitarios pertenezcamos a otro Ministerio, sí se están haciendo programas de continuidad asistencial, pero en el resto hay un gran aislamiento del personal con todo lo que eso supone: elevados costes de transporte y camas hospitalarias, pruebas que se repiten...

-¿Tienen esperanza de solución?

-Sí, porque es un asunto que va calando más y los compañeros lo han conseguido. Desde los programas de continuidad estamos teniendo datos de costes de ahorro y se acabarán dando cuenta de que esto no se puede sostener. Antes las residencias eran asilos y centros sociales en los que no se hacía medicina, pero hoy en día se hace un trabajo de elite en muchos centros sociosanitarios, que se han convertido en un hospital a pequeña escala.

-En regiones como Castilla y León y provincias como Zamora, envejecidas, el problema será aún mayor.

-Al aumentar la esperanza de vida, cada vez hay más ancianos y más patologías que generan dependencia. Anteayer fue el día internacional del cuidador, cuya labor debería reconocerse más. Cada vez son más necesarios estos centros como eslabón intermedio que interviene cuando el cuidador claudica y no puede atender más al anciano.

-¿La imagen de las residencias ha cambiado con respecto a los antiguos asilos, o aún sigue habiendo miedo a internar a los mayores?

-Aún hay reticencias porque de vez en cuando salen noticias de centros donde no se cumplen las normas y siguen trabajando a la antigua usanza, pero, afortunadamente, las residencias ya no son lo mismo. Ahora hay más cuidadores que no pueden hacerse cargo y, cuando conocen los centros sociosanitarios, ven que se hace más hincapié en lo sanitario. La mayor parte de los centros son privados y sin ayudas a la financiación, por lo que tienen poco de social, y se está haciendo una gran labor sanitaria muy poco reconocida.

-¿El cambio de hábitos y de vida familiar hace aumentar la demanda de estos centros?

-Sí. El cuidador principal antes solía ser siempre la mujer, y con su incorporación al mundo laboral ha ido disminuyendo ese rol. Mientras un anciano requiere unos cuidados básicos, no precisa de una residencia, pero sí lo hace cuando empiezan a aparecer patologías que generan dependencia. Esas enfermedades requieren cuidados continuos de médicos y enfermeras y no pueden darse en el hogar. En ese momento, aunque no quieran o no puedan, tienen que acudir a una institución profesional.

-¿Cuáles son los principales problemas tanto para ancianos como para familiares?

-Para los médicos, la accesibilidad a la asistencia sanitaria. Estamos formados y tenemos nuestra especialidad en geriatría, pero no tenemos acceso a expedientes, a tratamientos y a recursos. Por parte de los familiares, el principal problema es que hay pocas plazas públicas y es muy difícil asumir el coste de una plaza privada. Las ayudas llegan tarde mal o nunca, y eso sí es un problema social.