Hija de una familia dedicada a los transportes, Encarnación Crespo se trasladó a la residencia del Amor de Dios tras el fallecimiento de su hermano Antonio y, antes de morir, decidió dejar todos sus bienes a las personas que más lo necesitasen al encontrarse en riesgo de exclusión social por motivos físicos, sociales o económicos.

La herencia donada por la benefactora se compone de tres inmuebles en Zamora -el que será la futura sede en la vivienda familiar de la calle Obispo Nieto y otros dos solares- y otro en Bilbao, además de ingresos bancarios por un valor total de 1.099.001 euros.

Se trata de pequeña fortuna acumulada a lo largo de su vida y procedente de varias herencias cuyo montante total roza los dos millones de euros. Encarnación no tenía descendencia directa y, pese a que tenía sobrinos, la zamorana prefirió donarlo a la beneficiencia.