Con permiso de Gerardo Diego, hoy bajamos a acompañar al Duero para detenernos a escuchar su eterna estrofa de agua. Baja el viejo río de oro entre chopos y álamos auríferos de otoño, dejando en las orillas un lamento de paseantes solitarios. Ya hace tiempo que la ciudad dejó de darle la espalda, aunque ahí sigue aún su muralla desdentada.

Pasa el Duero remansado por el Puente de Piedra, con caudal tan distinto al de su nacimiento soriano, pero el mismo donde imaginó Machado el sueño del juglar y el romancero. Duero zamorano, río de oficios, tenerías, pescadores, y aceñas. Corre el Duero y sus aguas lavan las piedras de la historia, de amores y traiciones, ambiciones y desalientos. En el profundo de su cauce refulge el brillo de los siglos. El Duero, música y aliento del poeta de sus poetas, de Claudio Rodríguez y su Duradero. Y con él decimos: "Haz que tu ruido sea nuestro canto, nuestro taller en vida". Vídeo de José Luis Fernández.