"En la vida se triunfa trabajando". Esta es la receta que a Herminio Ramos le enseñó su padre Bonifacio. Como un compromiso personal grabado a fuego, el cronista oficial de Zamora la ha mantenido toda su vida. Desde que tenía cuatro años y entró en la escuela para no salir nunca más, hasta cualquiera día de estos, cuando el historiador sube las escaleras de LA OPINIÓN-EL CORREO con su bolso de piel al hombro para entregar, puntual, sus artículos. Y ya son muchos, muchos años. Tantos que Herminio cumple hoy noventa. Su fuerza interior, sus convicciones personales y el incondicional apoyo de su familia lo llevan, en volandas, camino del siglo.

El cronista oficial de la ciudad es el libro que explica los grandes acontecimientos del siglo XX. Desde la dictadura de Miguel Primo de Rivera hasta el golpe de Estado el 23 de febrero de 1981, en los albores de la democracia. Herminio vivió con pasión cada uno de los momentos que explican cómo somos hoy. Lo ha hecho con valentía, en primera persona, pero también con el rotundo argumento de la honestidad y la sencillez.

La familia y la política han marcado su vida estos noventa años. Con capítulos como el fallecimiento de su madre, cuando él solo tenía cuatro años. Eustaquia se encargó de que el pequeño Herminio, el tercero de los hermanos, accediera a la escuela de La Tuda. Allí, junto a sus compañeros de clase, conseguiría la primera gran satisfacción cuando el cuaderno de rotación -aquel donde se registraban los ejercicios de cada día- obtuvo un premio nacional en un concurso de Palencia. Desde allí llegó un lote de libros para el centro.

De la dictadura a la democracia. En el pueblo de Herminio, la llegada de la II República, en abril de 1931, quedó impregnada en la descolorida bandera nacional, a la que el maestro del pueblo le añadió una banda morada. Eran tiempos en los que desaparecían crucifijos y estampas religiosas, un debate que, todavía hoy en el siglo XXI, sigue coleando. Pero aquel oasis se perdió en el desierto de la Guerra Civil. La contienda apareció en La Tuda cuando los falangistas llegaron en un camión a llevarse a "las dos mejores personas" del pueblo. La primera de ellas, su padre Bonifacio. Fue Herminio quien le salvaría la vida con una declaración de sinceridad: la escopeta que le achacaban al padre se la había regalado al joven una mujer vinculada a la Falange.

En Zamora, Herminio hace realidad su sueño de estudiar Bachillerato en el Claudio Moyano y comenzar Magisterio. Su primer destino fue un pueblo de Guadalajara. Entonces, 1951, se casaría con María Candelas García, una joven de San Marcial que conocía desde el instituto. Uno tras otro, el matrimonio daría la vida a ocho vástagos ligados al apellido Ramos.

Si Herminio ha conquistado altas cimas, el historiador ha conocido también grandes fiascos. Así es la vida. El primero de ellos tuvo lugar cuando se presentaba a las oposiciones. El tribunal de calificación hinchó la nota de su competidor y quitó a Herminio el primer lugar. Uno de los miembros del jurado le confirmaría que habían añadido tres puntos al titular de la plaza para que ganara al zamorano en catorce centésimas.

De regreso a Zamora, Herminio fue a parar al colegio de Cabañas de Sayago en 1955. Cuando presenta la tesina al director del Claudio Moyano, inmediatamente se gana un hueco como interino en el instituto. Herminio no podía creerlo. Y de nuevo, el desafío. El glaucoma juega una mala pasada a la vista de la que no se recuperará jamás. Por otro lado, la política se convierte en un camino hacia el peligro. Porque en 1971, el cronista de la ciudad se presenta a las elecciones como concejal. Aunque salió victorioso en todas las mesas de la ciudad, la osadía lo enfrentaría a la Jefatura del Movimiento, que redactó un informe demoledor contra Ramos. La policía lo citó en un bar de la Puerta de la Feria para decirle: o te retiras, o tendrás que abandonar el Claudio Moyano. Herminio aguantó el pulso, pero un año más tarde tuvo que dejar el centro.

En la Semana Santa de 1978, el maestro conocerá a una de las personas que marcará su vida, el ministro Pío Cabanillas. Tras una conversación de hora y media, Herminio Ramos regresa a Zamora con el cargo de delegado de Cultura, una responsabilidad que le granjearía enfrentamientos, unas batallas ganadas y otras perdidas. De todas, la más sangrante fue el derribo del convento de las Marinas, en el actual emplazamiento de la Delegación de Hacienda. "Era uno de los mejores edificios del país". Herminio se enfrentó con pasión al alcalde Miguel Gamazo, pero la construcción renacentista acabó en el suelo. Impulsó, sin embargo, la protección y mejora de la Puerta Villa de Villalpando, el refectorio del monasterio de Moreruela o el Pórtico de la Gloria de la Colegiata toresana.

En esta época, Herminio vive dos acontecimientos clave. El 10 de abril de 1979, un autobús con escolares que se dirige a Galicia cae al río Órbigo. Fallecen 49 personas, la mayoría menores. Herminio formó parte del dispositivo de rescate en Santa Cristina de la Polvorosa. El 23 de febrero de 1981, Ramos es una de las personas "secuestradas" junto al gobernador de Zamora, José Ramón Ónega, durante el intento fallido para derrocar el régimen democrático. Para entonces, la ciudad albergaba una de las ideas más reconocidas por todos, la Feria de Alfarería y Cerámica Tradicional, de la que ya se han celebrado 44 ediciones.

La sabiduría del maestro, su saber estar y su capacidad para ganarse amigos incluso entre los enemigos fue premiada en 2009 con un homenaje sorpresa, al que acudió la gente más cercana, pero también los representantes institucionales. Fue entonces cuando a Herminio lo "clavaron" en la rúa de los Francos. Su reflejo en bronce se ha ganado la simpatía de los zamoranos? y de los forasteros. Desde su emplazamiento privilegiado, el cronista no se pierde ninguna de las procesiones centrales de la Pasión. Aunque, en realidad, no se sabe si la escultura fue concebida para perpetuar la imagen de Herminio, o es el propio Herminio, camino del siglo, quien se encargará de eternizar el bronce. Hoy son 90. Feliz cumpleaños, maestro.