Frente al gris que gobierna el recuerdo de quienes ya no están, la tradición de Todos los Santos ha conservado hasta nuestros días la costumbre de endulzar la fiesta. Ya sean artesanos o no, los buñuelos de viento se han convertido durante todo el fin de semana en uno de las excusas para compartir mesa y mantel, para terminar la comida con una sonrisa y una mirada de optimismo al futuro.

Por eso, las pastelerías y panaderías han hecho turnos extraordinarios toda la semana para abastecer los escaparates de los embajadores del dulce de estos días. En algunos casos, los establecimientos han fabricado kilos y kilos de productos. Y de entre ellos, aunque los huesos de santo se mantienen en los mostradores, los buñuelos "son los reyes", coinciden los artesanos. Hasta hace unos años, la creatividad de los pasteleros desembocaba en bandejas de distintos tipos de buñuelos de viento. Lo hicieron en balde. Los zamoranos prefieren los de toda la vida. Los que más se venden, reconocen los establecimientos, son los clásicos, ya sean de nata o de crema. Atrás quedaron los experimentos con extraños acabados de chocolates... y de otros sabores aún más osados.

Y si las pastelerías han hecho estos días su particular agosto, en los hogares, la tradición de freír los buñuelos y de rellenarlos en la cocina sigue vigente. El trabajo es largo y pesado, pero los comensales suelen dar una nota muy alta al padre o a la madre de familia que emplea buena parte de la mañana en la tarea.

Lo que es más difícil es confeccionar los divertidos huesos de santo, territorio exclusivo de las pastelerías. Aquí se admite la cretividad en grado sumo. Los sabores lo demuestran: fresa, chocolate, yema... Eso sí, los artesanos reconocen que, frente a los buñuelos, los huesitos de santo son toda una apuesta por el azúcar... para los paladares más golosos. Tanto unos como otros tienen una creciente competencia. ¿Conseguirán buñuelos y huesos frenar el creciente gusto por el arsenal dulce que ofrece Halloween?