Parece un sueño pero la realidad es que Dios se nos ha llevado de una forma inesperada a mi hermano Juan Ángel. De los siete hermanos que tuvieron mis padres, José Regojo y Rita Otero, mi hermano Juan Ángel fue el más deseado. Mi padre deseaba tener un hijo varón para dirigir sus empresas textiles. No fue fácil, llegó al cuarto embarazo de mi madre. El primero fue una niña que nació muerta y después llegaron Rita y Teté.

Juan Ángel fue, sin lugar a duda, el más traste de todos mis hermanos. Mi madre se reía con sus travesuras y se convirtió en el "chichí" de mi madre.

Estudió el bachillerato en el colegio de los Jesuitas de Vigo, y destacó pronto por su gran facilidad por la matemáticas y así consiguió su premio extraordinario en dicha materia. Tenía tiempo para preocuparse de mi hermano Recho que estudiaba cuarto y yo empezaba primero. Era muy frecuente estar juntos en el tiempo de recreo. Esto era tan notorio que el rector Padre Escudero le decía a mis padres que sus hijos además de ser hermanos eran muy amigos.

Una vez superado el examen de estado de aquellos años cuarenta con nota de notable, se marchó a Tarrasa a hacer ingeniero textil, que lo consiguió, y al mismo tiempo era representante de mi padre para la compra de tejido y de algodón para suministrar a las fábricas de Redondela y Zamora.

Acabada la carrera de ingeniero en 1956, coincidió con la muerte de nuestra madre.

Para mi padre y para todos nosotros el mundo se nos vino abajo, Juan Ángel tenía 24 años y yo 18. Mi hermano aceleró su madurez y se convirtió en una persona importantísima para la familia.

Mi padre, que había sido un gran empresario con lo más elemental en los estudios, no veía necesario que sus hijos fueran universitarios para ser empresarios. Mi madre, procedente de una familia llena de universitarios, no opinaba lo mismo.

A la muerte de mi madre, Juan Ángel luchó para que yo me marchase a Tarrasa para que me hiciese ingeniero textil, y así fue, pero no quedó en eso: procuró que mientras estudiaba hiciera viajes a Holanda, Dinamarca y Suecia para vender camisas en aquellos países, lo que quería Juan Ángel era que yo ampliara mis horizontes.

Juan Ángel conoció a Ana Bacardí en el Colegio Mayor de Madrid donde vivía mi hermana Conchita, que estaba estudiando Económicas.

Con la muerte de su querida esposa, hace 17 años, se centró en atender a sus hijos y a suplir a Ana con sus frecuentes viajes a Bahamas donde residían los Bacardí.

Juan Ángel era un hombre inteligente, reflexivo y con un concepto de amistad que supo conservar toda su vida. Ahí están sus amigos de Redondela de la época juvenil, su equipo de fútbol "El Estudiante" con sus amigos del alma: Cunino, Alfredo Lorenzo, Lalo Figueiral, etc? Sus amigos del colegio de los Jesuitas: Moncho Guillot, etc? Sus amigos de la carrera de ingenieros encabezados por Agustín Montal, expresidente del Barcelona CF que se reunían todos los años en Barcelona. Sus amigos de Zamora y Valladolid, encabezados por los hermanos Losada. Sus amigos de Vigo: Tito Badía, M.ª Carmen, Tucha, Félix, etc?

Pido disculpas, porque seguro que me dejo atrás a muy buenos amigos.

Sus últimos años se dedicó a desarrollar en unión con sus hijos la Fundación Regojo Bacardí que tanto bien hace en los países subdesarrollados de América y también en España. Él nos ayudó a financiar con mi hermano Recho el Real Club 55 en Vigo.

Desde el cielo contemplará que su sacrificio está compensado. Más de treinta Bacardí han viajado desde América y Bahamas para asistir a su entierro y funeral en su amada Galicia. Cientos de amigos de todos los lados asistirán a su último adiós.

Para sus hijos, sus nietos, sus hermanos, su familia y sus amigos, Juan Ángel será una referencia para seguir caminando hasta que Dios quiera.