En el "eterno retorno" los acontecimientos siguen reglas de causalidad. Hay un principio del tiempo y un fin, que vuelve a generar a su vez un principio. Sin embargo, a diferencia de la visión cíclica del tiempo, no se trata de ciclos ni de nuevas combinaciones en otras posibilidades, sino que los mismos acontecimientos se repiten en el mismo orden, tal cual ocurrieron, sin ninguna posibilidad de variación. La teoría, dictada por el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, parece tener vigencia en ciudades como Zamora, condenadas a ver cómo se planifican grandes proyectos que después quedan en papel mojado, olvidados.

Justo esta semana, pero hace un cuarto de siglo, se presentó a la sociedad zamorana el proyecto "Zamora ciudad del ocio". No era una mera declaración de intenciones, era una verdadera hoja de ruta para dotar a la capital y su entorno de una serie de infraestructuras que, si todo iba bien, colocarían a Zamora como una de las ciudades punteras del país en este aspecto. Ahí es nada. Y uno de los proyectos estrella del plan marcado por empresarios e instituciones era la construcción de un aeródromo que, recuerda ahora Manuel Vidal (presidente de la Cámara de Comercio) iba a construirse en el campo de aviación de Coreses.

"No recuerdo todos los detalles porque hace mucho tiempo", rememora Vidal, "pero sí que recuerdo que nada más llegar yo a la Cámara de Comercio vinieron unos empresarios diciendo que Zamora necesitaba esta infraestructura". Sin embargo, imperó un razonamiento que después, como demuestran aeropuertos como el de Castellón o Ciudad Real, ha caído en el olvido. "¿Pero cómo vamos a construir esto en Zamora si ya lo hay o la están haciendo en Valladolid, Salamanca o León?".

El proyecto se incluía dentro de otra serie de actuaciones en las que también aparecía la construcción de un "pequeño parque de atracciones". Todo era consecuencia de un "estudio riguroso, profundo y exhaustivo de las posibilidades de desarrollo de la provincia", un estudio seguramente similar a los que se hacen en la actualidad, analizando las debilidades y las fortalezas de Zamora para mejorar la situación. El eterno retorno, una vez más. El estudio en cuestión fue denominado "Libro Blanco sobre el turismo", le fue adjudicado a una empresa madrileña y costó alrededor de siete millones de pesetas. "Un paso decisivo en el desarrollo de Zamora", se decía entonces. Se pensaba también en convertir el Castillo en un casino y en construir un campo de golf, "deporte que sirve para hablar de negocios y para cerrar negocios", se decía entonces.

Pero no todo es malo, algo salió de ahí. Fue entonces cuando se comenzó a hablar de construir un recinto ferial que más tarde, gracias a la colaboración de Ayuntamiento, Diputación y Cámara de Comercio, cristalizaría en Ifeza. "Fue también cuando se pidió al Ejército que cediera los terrenos del cuartel para hacer ahí la Universidad, algo que también salió bien", recuerda Manuel Vidal.

Los acontecimientos muestran la lucha incesante de administraciones e instituciones zamoranas por traer a la provincia proyectos generadores de riqueza. Lo que antes fue un parque de atracciones se convirtió después en un centro de congresos. Lo que antes fue un aeródromo ha sido después la llegada de la alta velocidad. Los resultados difieren, pero el espíritu es el mismo. El eterno retorno.