Eran nueve tarjetas a nombre de otras personas, con las que se pagaron desde comidas especiales, algunas de cantidades excesivas, incluso una de empresa en Jueves Santo, día festivo, hasta 14 jamones, gastos de 6.016 euros efectuados en los negocios del acusado, entre el 30 y 31 de marzo y el 3 de abril de 2005. Para Fiscalía existen pruebas concluyentes para condenar al procesado por un delito de estafa, por el que exige una pena de cárcel de 18 meses, porque "es evidente que desaparecieron tarjetas, usadas en el establecimiento del acusado" y que el dinero desembolsado con ellas se corresponde con "el cargo de gastos hecho por el dueño del restaurante" y un bar, ubicados en Benavente. La fiscal no dudó en afirmar, durante el juicio celebrado en el Juzgado de lo Penal, que el propietario del restaurante y de un bar "cargó servicios exagerados" con las tarjetas que no son suyas "para obtener dinero y cometió una estafa".

La fiscal aludió a las contradicciones en la declaración de la esposa del imputado que inicialmente había asegurado, al ser interrogada durante la investigación del caso, que su marido no vendía tanto habitualmente para después negar la existencia de las tarjetas y del negocio del marido. Los comprovantes de caja constituyen otra prueba para el Ministerio Público, que apunta que "no encaja que en tres días se registraran 6.016 euros de servicios cuando tenía movimientos pequeños" de forma habitual.

El abogado del imputado pide la absolución en base a que la financiera que emitió las tarjetas envió 62 a otros tantos clientes y que algunos ni las recibieron e insistió en que "es imposible condenar sin saber de dónde salen" aquellas. "Es diáfano que ha tenido que haber otras personas que las usaron", apuntó el letrado, al tiempo que negaba que las cantidades gastadas fueran desmesuradas para el negocio de su cliente. El letrado llegó a justificar el elevado gasto porque "pudo llegar alguna banda organizada para realizar un gasto rápido, comprar los 14 jamones para venderlos y sacar dinero".