No todo vale lo mismo. Bien lo sabe todo aquel que tenga que manejar una economía doméstica o, simplemente, repartir su dinero entre unos bienes u otros. Hay que priorizar. Y es precisamente esto lo que hace que los bienes de "primera necesidad" estén en las casas de todos los zamoranos mientras que otros se queden, en muchos casos, por el camino. Este razonamiento, que es a la vez obvio y tan complejo que es el principio mismo de la ciencia económica, es precisamente lo que hace que el IPC arroje unos datos y no otros totalmente diferentes.

Así, por ejemplo, puede verse como una pequeña variación de precios en alimentación o en transporte se traduce en grandes cambios en los niveles generales del IPC. A la vez, un gran cambio en lo referente a bebidas alcohólicas o a cualquier servicio relativo a la enseñanza prácticamente no se nota a la hora de ver cómo ha cambiado el nivel de vida.

La explicación es que, para calcular el IPC, el INE tiene en cuenta la variación de los precios de 489 artículos. Ni más ni menos. Se analizan 30.000 establecimientos, algunos de ellos en Zamora -el INE no especifica cuales-.

Lo que más "vale" a la hora de elaborar la estadística es el conjunto formado por alimentación y bebidas no alcohólicas. El porcentaje asciende al 18,26%. Dentro de este grupo, unos productos valen más que otros. El pollo, la leche o el pan son más relevantes que los refrescos, por ejemplo. El segundo sector en importancia es el transporte, donde se tienen en cuenta las variaciones del precio en los servicios públicos de movilidad o el precio del litro de combustible, entre otras magnitudes. El tercer grupo es la vivienda, que colabora al total con un 12%, y el cuarto son cafés y restaurantes, más de un 11%. Como curiosidad, la enseñanza es el sector que menos "colabora" al total, con menos de un 1,5%.