Señor y villano, amado y odiado, se ha ido de repente, como los que pasan por la vida a borbotones, que se mueren igual, a la carrera. Nadie como Casto Lorenzo representa esa forma de hacer política de palmada en la espalda, de bodega, de medias palabras, de gestos archisabidos que dicen más que los verbos. Temido por el poder que se le suponía y despreciado después, cuando su partido, el PP, lo abandonó a su suerte, capitalizó la vida política provincial entre 1979 y 1995. Alcalde, diputado y vicepresidente de la Diputación antes de caer noqueado por las consecuencias de sus acciones y los malquereres. Fue entonces cuando destapó lo que después sería el caso Zamora.

"Constructores y contratistas me dieron donativos que yo pasaba a una cuenta del partido". Esa fue una de las respuestas que dio en una entrevista publicada en este periódico el 14 de abril de 1995. Y explicó: "Los donativos eran para el partido, porque yo jamás me vendí a nadie". El fiscal lo llamó a declarar por una presunta financiación irregular del PP, pero todo acabó en nada. La denuncia del PSOE fue archivada porque coincidió con un periodo preelectoral. Después, vendrían las acusaciones de Antolín Martín y el caso Zamora se enrocó, para acabar en nada judicialmente, aunque sí tuvo consecuencias políticas.

Casto Lorenzo fue alcalde de su pueblo, Corrales, durante más de dieciséis años. Regidor con poder y con dinero, un padrino para muchos de sus vecinos -y allegados- que acabaron trabajando en la Diputación Provincial y en sus múltiples servicios. Muchos corralinos se especializaron en sanidad. El pueblo prosperó, sobre todo cuando "don Casto" -"don Lorenzo" en Almuñécar, donde tuvo propiedades- entró en la Diputación Provincial, primero como diputado de Obras y después como vicepresidente y diputado de Deportes. En torno a él crecieron algunos constructores zamoranos que se especializaron en carreteras. Una mina entonces porque estaba todo por hacer y la institución provincial se envistió de un poder omnímodo bajo la cabeza visible de Luis Cid Fontán.

El despacho de Casto se llenó de constructores y empresarios, los que eran y los que querían ser, que buscaban los fondos de la Diputación para todo, para mejorar carreteras, saneamiento, pavimentación, electricidad, lo que fuera. Había que cambiar la provincia, haciendo honor a la frase de Alfonso Guerra sobre España, que él niega que dijera, de moda entonces. Entre esas cuatro paredes de moquetas de lujo se tejió una cesta de intereses, de connivencia, de manos libres, del que no pase por el aro no es nadie, que se extendió por la provincia, reflejo de lo que también pasaba en otras.

Casto Lorenzo podía ser bondadoso y cruel, dependía del interlocutor. En torno a él se tejió un aura de "conseguidor". Podía lograr lo que quisiese. Tenía dinero (o eso parecía) y, desde luego camelaba, más en las distancias cortas que cuando tenía que intervenir en los plenos de la Diputación o en las comisiones de área, donde se presentaba con un bulto extraño en la parte alta de su chaqueta, que algunos diputados de la oposición identificaban con una pistola.

Hombre de muchos caminos, nació en Corrales de familia muy humilde y muy joven se fue del pueblo. Acabó recalando en la Legión Extranjera de Francia, donde permaneció un buen puñado de años, doctorándose en mundo y en idiomas (manejaba muy bien el francés y se defendía en italiano y alemán).

Cuando volvió a Zamora, a Corrales, se dio cuenta de que la provincia era una mina que escondía tesoros por descubrir. Y se puso a la tarea. Lo primero, ser alcalde y empezar a acumular poder. Invirtió en su pueblo, en los 16 años que estuvo de regidor, entre 500 y 1.000 millones de pesetas. La cifra la facilitó él mismo en la entrevista ya citada en este perfil.

En ese tiempo se hizo con varias posesiones en la zona de Almuñécar que, por entonces, se puso de moda y se llenó de turistas, gracias a un microclima casi tropical y a unos cuantos promotores avispados.

El alcalde de Corrales frecuentó cenáculos de grandes y pequeños, ricos y pobres. En las bodegas de Tierra del Vino impartió clases de flamenco y de mundo. Era el rey y consiguió muchos adeptos que lo auparon en un plisplás a la Diputación. Allí llegó su esplendor.

Eran tiempos de listos y él lo era, el primero de la clase. Se metió a fondo en política, hasta el cuello. Amigo de Luis Cid Fontán, siempre lo defendió, incluso cuando no soplaban buenos vientos. De su época de diputado provincial de Deportes todavía quedan decenas de frontones levantados en los pueblos de todas las comarcas. El hormigón cambió el horizonte de la provincia.

Después de años de estar arriba, vino la caída y sufrió la ingratitud de sus "amigos". En 1991 se fue del PP tras no ser elegido diputado provincial. Comandó una revuelta contra el partido que acabó con 52 militantes expedientados y él, con el que no se atrevieron, reprobado. Y en 1995, en la entrevista balance de su gestión para anunciar su retirada de la política y su marcha de Zamora, llegaron las declaraciones sobre los donativos de empresarios y contratistas al partido y todo el revuelo posterior.

Se le acumularon los líos judiciales. Además de su declaración ante el fiscal, tras una denuncia del PSOE por presunta financiación irregular del PP, tuvo que afrontar también una demanda de Caja Rural por un intento de estafa de 2.600 millones. Los regentes de entonces de la entidad crediticia argumentaron que Casto Lorenzo, en representación de un grupo financiero árabe, les había propuesto la compra-venta de parcelas de Lomas de Valparaíso, en la zona de El Cubeto, cerca de Corrales.

Salió indemne de los procesos judiciales, aunque tocado socialmente y hundido políticamente. Tras un coqueteo sin resultados con la formación que presidía Jesús Gil y Gil, se fue diluyendo y desapareciendo de Zamora. Se fue a vivir al Sur, donde mantuvo negocios inmobiliarios y llegó hasta promocionar artistas y en los últimos años, se convirtió en representante de bodegas y vinos.

El caso Zamora, en 2002, estuvo durante varios meses pendiente de su archivo definitivo porque Casto Lorenzo estaba en paradero desconocido y el Juzgado no podía comunicarle la resolución.

Hay otro episodio en el que también estuvo flotando la sombra de Casto Lorenzo. Fue en el caso Antorrena. La Diputación que iba a pasar a manos del PSOE gracias a un pacto con otros partidos pequeños, acabó de nuevo en manos de los populares gracias a un voto "volandero" en el pleno de investidura. El que fue alcalde de Corrales declaró en su día a este periódico que "ni participé, ni encubrí, ni solicité nada al señor Antorrena. Fue una triste casualidad el que me encontrara con él en Almuñécar, porque él era de por allí, nada más".

Casto Lorenzo murió el martes en Málaga. Él tenía la llave de la historia de la política zamorana de los años ochenta y noventa del pasado siglo. Algunos han temblado durante años porque el de Corrales guardaba bajo llave muchos secretos. "Ay si yo hablara...", decía en las contadas ocasiones que regresó a Zamora en los últimos años. Pero no habló.

Señor y villano, amado y odiado, se ha ido de repente, a la carrera. Así vivió un hombre de mundo que nació en Corrales.