En procesión, doce hermanas carmelitas descalzas desfilaron hacia el interior de la iglesia del convento hasta ocupar el coro. Muchos de los fieles de Escalona, un pueblo de unos tres mil habitantes en la provincia de Toledo, acudieron a dar la bienvenida a las nuevas inquilinas del antiguo cenobio de las concepcionistas. Entre los presentes, el arzobispo de Toledo o el presidente de la Diputación de aquella provincia. Un concierto con las oraciones de la fundadora, Teresa de Ávila, selló la calurosa bienvenida. Las monjas iniciaron el pasado sábado una nueva vida tras 62 años en Zamora, donde iniciaron su camino. "Pedimos al obispo, don Gregorio, un monasterio para poder seguir, pero no nos lo facilitó. Zamora no ha sentido que salgamos", se lamenta la madre Elena, priora de la orden.

El origen de la "ruptura" se remonta trece años atrás. El plan parcial Benedictinas, promovido para urbanizar la zona de Vista Alegre, acabó con la "expropiación" del monasterio carmelita y supuso la marcha de las religiosas al convento regentado por las juanas, en el camino viejo de Toro. El lugar "no reunía las características propias para nuestra orden y lo hemos pasado muy mal; vivíamos prácticamente en el sótano y la huerta era prácticamente una cuesta; la llamábamos el "terraplén"", explica la priora. En efecto, la regla carmelita se basa en que "las hermanas puedan salir, incluso trabajar en el huerto y que haya ermitas: allí no era posible", aclara.

Aunque el traslado tenía carácter eventual y, de hecho, las hermanas con las que compartían edificio se trasladaron a la residencia Reina de la Paz (junto a Cruz Roja), la situación se prolongó más allá de una década. "Han sido muchos años; la orden lo ha pasado muy mal", reconoce la madre Elena. Las religiosas intentaron encontrar algún monasterio para continuar con su actividad, pero "no hemos tenido suerte". Pese a que muchos de los edificios religiosos están cerrando sus puertas o fusionándose, la necesidad de dividir el cenobio cerró las puertas de la mudanza. Y a pesar de que la orden tiene otra casa en Toro "allí tampoco pudimos ir, porque la madre Teresa fijó en 21 el número máximo de hermanas y éramos demasiadas".

Las conversaciones con el obispo, Gregorio Martínez, no fructificaron. "Le pedimos, por favor, que nos facilitara otro sitio, pero no fue posible", revela la priora. La situación no fue agradable. "Hay hermanas que han pasado toda su vida en Zamora y la mayor de todas estuvo en el convento desde la fundación", explica la madre Elena, con pesar. "Yo no sé si el obispo de Zamora estaba interesado o no en que nos quedáramos. Lo que sí puedo decir es que los prelados de otras diócesis cuando le dijimos a don Gregorio que nos íbamos", reconoce.

En efecto, las doce carmelitas recibieron propuestas de Tarazona, Zaragoza, Calatayud y Écija. La orden no deseaba ni mudarse al norte ni sufrir los rigores del calor del sur. "Cuando nos enteramos de que estaban cerrando un monasterio en Escalona, en Toledo, todas las hermanas dijeron que les gustaba y que querían ir allí", confirma la priora. Las carmelitas descalzas pidieron la licencia al Obispado para salir de Zamora, pero "tardó en darlo", añade.

La celebración del sábado, donde los fieles de Escalona llenaron la iglesia conventual, supuso un cambio radical. "Hasta nos fueron a recoger en coche a Zamora", enfatiza la responsable, quien agradece que "aquí nos hemos sentido acogidas por la Iglesia diocesana". Pero había un poso amargo en la celebración. "Echamos en falta alguno de los sacerdotes de Zamora", se lamentan. "No estamos enfadadas, pero nos da la impresión de que esta ciudad no ha sentido nuestra partida", reconoce. Pese a todo, la priora confía en que quede claro que "hemos rezado mucho por los zamoranos".