Puede que los verdaderos ángeles guardianes no tengan el aspecto vaporoso, casi mágico, fabricado por la literatura y el cine. Pero existen, son de carne y hueso. De lo contrario, sería difícil explicar que dos de ellos, vecinos de la calle San Salvador, aparecieran al mismo tiempo en un supermercado de Morales del Vino el pasado lunes precisamente para "salvar" una vida, la de Rosa.

Llegar a ser un ángel no es fácil y solo algunos son elegidos. A Antonio Campos, el único hijo de una familia de ganaderos de Alcañices, le ha costado no poco sufrimiento. Destinado al País Vasco entre 1978 y 1986, este guardia civil retirado de 62 años padeció "los peores años" de la violencia terrorista de ETA. "Allí viví experiencias muy duras y, por eso, la palabra miedo no está en mi vocabulario", reconoce desde la tranquilidad del deber cumplido.

Su experiencia profesional en el Cuerpo "pesó en la forma en la que actué". "No sentí miedo -confiesa- solo vi a una mujer indefensa que necesitaba ayuda". Quizá por eso, cuando salió del supermercado y observó la brutal agresión, Antonio no dudó en utilizar su muleta para doblegar el brazo de Ángel N.. Pese a su maltrecha salud, el golpe fue tan fuerte que la muleta -que terminó doblada en el suelo- impidió al agresor perpetrar su plan, acabar con la vida de Rosa. "Lo que hice puede servir de ejemplo. La idea no salió como yo esperaba, pero creo que entretuve al agresor lo suficiente hasta que llegó la Guardia Civil", reconoce Campos.

De no ser por la convicción de Antonio y la firmeza de Tránsito, Rosa se habría sumado a las cuatro mujeres que esta semana han perdido su vida asesinadas. Arropada por su familia, con la que forma una piña, la vecina de Morales del Vino se recupera en la planta de Cirugía del Hospital Virgen de la Concha, donde la conocen como una mujer discreta que evoluciona día a día y que ya comienza a dar sus primeros pasos. Perfectamente consciente de lo ocurrido, la agredida ha tenido energía suficiente para enviar un fuerte abrazo a Tránsito a través de un familiar y agradecerle a ella y a Antonio lo que hicieron.

Si Antonio actuó así porque "ha vivido situaciones mucho peores" y "no soporto ningún tipo de violencia", Tránsito contuvo al agresor porque "sabe lo que es este tipo de situaciones", sostiene una vecina. "Lo que hice me salió de dentro. No puedo soportar la violencia machista y era un hecho que la iba a matar", reconoce la mujer, de 69 años, separada y madre de siete hijos, aunque dos de ellos murieron a edad temprana.

Mientras aplacaba a Ángel N., Tránsito, diabética, notó que "me quedaba sin fuerzas". Pero la vecina de Morales -donde vive desde hace cuarenta años, a pesar de ser sayaguesa de nacimiento y corazón- nunca consintió en liberar la mano con la que el agresor sostenía el cuchillo. "Soltar la muñeca era la muerte de Rosa", asegura, sin ambages.

Sin embargo, a su juicio, no todos los comportamientos fueron ejemplares. "Llegué a ver a gente sacando fotos con el móvil". "¡La rabia que siento es que aquello era un teatro, por el amor de Dios!", enfatiza la mujer, quien se pregunta: "¿A esto hemos llegado?". A la amiga de Rosa le hubiera gustado hallar mayor apoyo. "Si hubiera sido una pistola, con diez balas en el cargador, podría haber entendido el miedo, pero solo era un cuchillo", reflexiona en voz alta.

Como Antonio, Transi no tuvo miedo. Solo actuó. ¿Qué haría si mañana se encontrara de nuevo al agresor por la calle? "No le dirigiría la palabra, tampoco le tendría miedo. Acaso le diría: "Ni te arrimes, sigue tu camino"".

En una semana negra por la lacra de la violencia machista, la voz de los "guardianes" de Rosa es unánime: "¡Estamos hartos de la violencia, la gente joven tiene que echarse adelante!". Y en este punto cabe recordar que las mujeres que sufren maltrato siempre pueden acudir al teléfono 016, gratuito, anónimo y que no deja rastro en la factura.

El ejemplo de Antonio y de Rosa nace de la convicción de los "elegidos" para este tipo de misiones, que pueden habitar en cualquier lugar.