Llegó al que denominaban el segundo vertedero más grande del mundo, en la barriada bonaerense de Villa Soldati, hace más de medio siglo, con apenas veinte años. El afán de servicio a los demás del padre Leoncio Herrero Nuñez, misionero del Sagrado Corazón de Jesús, obró el milagro de convertir ese lugar en centro de esperanza y porvenir para cientos de niños gracias a una escuela, ya que en seguida entendió que el futuro de estos pequeños se podía consolidar únicamente a través de la educación.

Con el tiempo, la escuela ha llegado a tener más de dos mil alumnos diarios y unas instalaciones envidiables. Una misión que se completa con su evangelización en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima, la apertura de cinco hogares para niños de familias desestructuradas y otros más centrados en la ayuda a mujeres en riesgo, con más de un centenar de usuarias.

De primera mano pudo comprobar su obra el que ahora es papa, durante mucho tiempo arzobispo de la diócesis de Buenos Aires. Francisco I tuvo noticias de la enfermedad del zamorano y le envió sus bendiciones a través de un sacerdote de la parroquia que había viajado hasta Roma el pasado julio. "Dale mis saludos, mi bendición y sobre todo un gracias muy grande en nombre de la Iglesia por todo lo que hizo. Y no se te olvide una caricia en la frente". Un gesto que el misionero recibió "emocionado y agradecido", según relató el cura.

Precisamente cuando Francisco I fue proclamado sumo pontífice, en marzo de 2013, el misionero zamorano declara a LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA que Jorge María Bergoglio iba a protagonizar muchos cambios en la santa institución. "Vamos a encontrarnos con una Iglesia de mucho diálogo, de sencillez y dedicada a los pobres. Ese es el camino bueno y acertado que debe seguir", consideraba sobre la acción de un papa que calificaba de "sencillo, muy amable, reacio a los privilegios y siempre ocupándose de los pobres, necesitados y todos aquellos que de algún modo están sufriendo. Será un gran papa", vaticinaba.

Es un gran vacío el que ha dejado el fallecimiento del querido padre Leoncio en la comunidad de Villa Soldati y son numerosas las muestras de cariño que se pueden leer en la página de Facebook de su parroquia. "El cielo recibe a un gran ser humano", consideran. "Una gran persona, un ejemplo a seguir, por su dedicación y compromiso. Estoy agradecida con él toda mi vida, en este hermoso colegio he pasado los mejores momentos", agradece una ex alumna. "Tengo los mejores recuerdos del padre Leoncio: en la escuela como director, en la iglesia frente a las misas, en el barrio ayudando a la gente. Siempre presente", asegura otra. "Sé que hay fiesta en el cielo, me uno a ella para celebrar tu vida de entrega", añaden.

A este lado del Atlántico, desde su Villalpando natal, los familiares también lamentan profundamente su fallecimiento, a los 86 años, tras una enfermedad que fue la única que le restó fuerzas durante estos últimos seis meses, aunque todavía tuvo energía suficiente para soplar las velas de su cumpleaños, a principios de abril. "El colegio para niños pobres en Buenos Aires fue su gran obra", reconocen, al tiempo que confirman que sus restos descansarán en Villa Soldati. "Allí será enterrado, porque allí era donde estaba su vida", sentencian.