"Desde pequeño siempre tuvo vocación de ayudar a los más pobres". Una descripción que define perfectamente a Juan Febrero -Juanito para los amigos- que acaba de disfrutar de unos días con la familia y amigos, para llenar la mochila de recuerdos y cariño antes de regresar a la barriada de la capital de Perú, donde desarrollar su labor como misionero.

Parece que para esta labor en la vida, el ofrecer tu tiempo a los demás, estaba casi predestinado desde la infancia, según afirman sus amigos más allegados, con los que ha coincidido en estos días. Lo conocen bien, puesto que compartieron muchos años tanto en el Seminario Menor de Toro y más tarde en el Seminario Mayor de San Atilano, en la capital. Muchos años de pupitre, lecciones y aventuras que recuerdan en cada reencuentro que realizan cada dos años.

"Somos una buena generación esta de los años sesenta", sentencia uno de sus amigos, Antonio Pérez, profesor en Móstoles. Esa "buena cosecha" la atestiguan cada uno de los miembros de la pandilla, donde hay desde profesores universitarios hasta funcionarios. "Nos preparamos muy bien para la vida en el seminario", agradece. Entre los amigos, se encuentra incluso el que fuera gobernador civil entre los años 1989 y 1994, Ángel Gavilán.

La aventura del zamorano Juan Febrero, natural de Villanueva del Campo, como misionero, ya tiene una trayectoria de casi cuatro décadas, algunas de las más duras en diferentes lugares de la geografía peruana, donde trabaja con gente muy necesitada. A esa labor vuelve estos días tras este descanso donde ha recuperado fuerzas para continuar con su misión al otro lado del Atlántico.