Pocos conocen la historia de san Lucas del Espíritu Santo, el religioso zamorano que fue martirizado en la ciudad japonesa de Nagasaki, la misma que pasó a la historia negra de la humanidad cuando, en el epílogo de la II Guerra Mundial, saltó por los aires al estallar la segunda bomba atómica. En todo caso, el relato vital del religioso nacido en el pequeño municipio de Carracedo de Vidriales se remonta varios siglos atrás. En concreto, el dominico murió el lejano año de 1633, amargo premio a su labor evangelizadora en el Imperio nipón, donde dio protección a los perseguidos y reconcilió a los apóstatas.

La popularidad del mártir en el valle de Vidriales ganó enteros cuando, en 1987, el papa Juan Pablo II autorizó su canonización dentro del reconocimiento otorgado a numerosos misioneros que, como Lucas Alonso Gordo, recalaron en Filipinas. "Nuestra iglesia ha dado un cambio enorme desde que el santo llegó al Valle", reconoce Feli Ballesteros, presidenta de la cofradía de Carracedo de Vidriales, un municipio que recibió con los brazos abiertos a san Lucas tras conocer la noticia de la canonización. Aunque el aniversario de aquel hito tiene lugar en octubre, la asociación acordó trasladar la fiesta al tercer domingo de agosto, es decir, el próximo.

Será entonces cuando el medio centenar de vecinos de Carracedo salgan en procesión para honrar a san Lucas del Espíritu Santo. Pero esta vez con una interesante novedad: el santo ya tiene cara. El "esfuerzo" de los cofrades y la donación de una familia han permitido confeccionar un estandarte que pone rostro al dominico que realizó su labor misionera en México, Filipinas y, finalmente, en Japón.

El encargo del pendón fue realizado a otro zamorano, Francisco Iglesias, quien se enfrentó a un reto nunca antes abordado: recrear la imagen de quien no la tenía. "Al margen de una escultura moderna creada por Hipólito Pérez Calvo, no existía iconografía sobre el religioso, una tarea que he asumido personalmente tomando como referencia a otros santos dominicos". Francisco Iglesias tuvo que viajar también a la época que vivió Lucas Alonso, el siglo XVII. "He seguido la línea de los estandartes de la época buscando un estilo barroco más acorde a su tiempo, con telas brocadas, fleco de canutillo metálico y una estructura en tres calles, divididas por galones de hilo metálico", explica Iglesias.

Más allá de la estética del estandarte, lo más interesante figura en el óvalo central, donde se erige, pintado al óleo, el protagonista de la escena. Ahora, casi cuatro siglos después su muerte, san Lucas ha cobrado aspecto físico. A pesar del tiempo transcurrido, la enseña hace justicia al religioso del monasterio dominico de Benavente que fue martirizado en Japón "a olla y soga", es decir, colgado boca abajo y enterrado en arena.

Pero aquel sacrificio no fue en balde. Al menos para los vecinos de Carracedo. "La iglesia, como muchas otras del Valle, está muy digna gracias a san Lucas". La presidenta de la asociación, Feli Ballesteros, reconoce que "apenas existen ayudas" y reivindica que son los fieles quienes asumen en solitario cualquier proyecto. Incluida la confección de la nueva enseña que, al fin, pone rostro a un religioso tan desconocido por la mayoría como querido por una segunda evangelización, la del valle de Vidriales.