Una historia que, en contra de las que protagonizan muchas mascotas abandonadas en verano, tiene un final feliz. La pequeña perrita que fue hallada el pasado jueves abandonada en un contenedor en el polígono de Los Llanos ha encontrado la oportunidad de volver a empezar después de que alguien la dejase a su suerte enterrada entre cajas con desperdicios de pescado.

Por eso la han bautizado con el nombre de "Raspa", para recordar siempre de dónde viene y lo que pudo haber pasado si Tomás Marcelo Fernández no hubiese paseado a sus perros esa noche y hubiese oído los lamentos de la pequeña enterrada entre plásticos en un contenedor. Aunque han pasado apenas unos días desde entonces, la perrita de hoy tiene poco que ver con la que apareció esa noche. Ya no tiene tanto miedo ni tiembla cuando un humano la coge, y se encuentra en tratamiento de los problemas que presentaba entonces, sobre todo de parásitos. Tras limpiarla y llevarla al veterinario, un nuevo futuro ya puede plantearse para la pequeña. Aunque, en este caso, quizá el cariño y el amor por los animales que no demostraron los que la dejaron abandonada, sean más efectivos que los tratamientos convencionales.

Aunque ella haya tenido suerte, otros de sus semejantes no corren la misma fortuna y son encontrados demasiado tarde, cuando ya no pueden volver a empezar. El verano es una época trágica para las protectoras de animales que ven cómo aumenta su número de clientes durante los meses estivales cuando muchas mascotas estorban en los planes veraniegos de sus dueños. A escasos metros de donde fue encontrada "Raspita" se encuentra una de ellas, pero, en lugar de caminar un poco más y garantizar que alguien se ocupase de ella, prefirieron dejarla sin comida ni cobijo metida en una caja de cartón, oculta entre desperdicios y restos de comida.

Por fortuna, ahora la cosa ha cambiado, este cachorro ya puede corretear hasta un nuevo horizonte. Ahora ya no se oyen sus lamentos y juega con todo lo que ve, no tiene miedo de los humanos y podrá llevar una vida feliz con gente que aprecie su compañía y su fidelidad. Ahora podrá hacer lo que hacen los perros de su edad y divertirse con sus semejantes, ladrar y morder sus juguetes como hace ya en su nuevo hogar, donde se ha convertido en la reina. En cuanto pisa la calle, es el centro de las miradas y de las caricias de todos los que se enternecen con esta pequeña bola de pelo.

Viéndola jugar y dormir, es difícil entender que alguien pueda dejarla sola en un polígono industrial en lugar de buscar alguien que quisiera ocuparse de ella. Afortunadamente, siguen existiendo personas que sí se atreven a darle cobijo a pequeñas mascotas como Raspita que, después de todo, perdonan al género humano, tan capaz de abandonarlos como de convertirlos en parte imprescindibles de su vida. Al final de la ecuación, los animales que una vez fueron apartados a patadas devuelven tanto cariño como el que reciben de los buenos humanos. O más.