Siempre estuvieron ahí, pero el tiempo, el descuido y el deterioro las hicieron ocultas a ojos de los zamoranos. Se trata de pinturas y esculturas únicas, asociadas al singular arte románico zamorano. En este primera entrega, viajamos de Santa María a San Vicente, joyas descubiertas que merecen una visita.

E Las pechinas de Los Remedios, del Románico al Barroco.

Al entrar en la ermita de Los Remedios -clausurada salvo en momentos específicos como la romería de La Concha- basta con situarse en la nave central, frente al presbiterio, y alzar la vista para observar las magníficas pinturas que decoran las pechinas, el encuentro entre la cúpula circular y la estructura del templo. Durante la recuperación de las pinturas escondidas en estos "huecos", los restauraciones se sorprendieron de la calidad de los retratos de los doctores de la iglesia, ejecutadas ya durante la época barroca. Parece hubo distintos pinceles. El más diestro, correspondiente al maestro, reflejó a san Ambrosio y a san Gregorio. De menor calidad, las pinturas de san Agustín y san Jerónimo.

El programa Zamora Románica ha puesto en valor una de las joyas artísticas más desconocidas: las pinturas murales de la sacristía de Santa María la Nueva. De estilo gótico, fueron realizadas en siglo XIV, la obra completa cuenta de forma cronológica la vida de la Virgen, la infancia de Jesús y el preludio de la Pasión. Entre las escenas, existe una especialmente enigmática. El historiador zamorano Sergio Pérez la identifica con una secuencia no representada en todo el país: el martirio de Zacarías, quien dio su vida por salvar a su hijo, el Bautista, perseguido por Herodes al entender que se trataba del nuevo Mesías.

Se trata de uno de los escasos ejemplos de escultura de alto nivel del románico de Zamora, junto a la portada del Obispo en la Catedral o el sepulcro de La Magdalena. Los capiteles de Santo Tomé son desconocidos por muchos, aunque perseguidos por los expertos que se acercan a la sede del actual Museo Diocesano solo para contemplar relieves de excelente factura en cestas de tamaño gigante. Como ejemplo, la escena que recoge la entrega de los presentes de los Magos a Jesús, pensada para ser contemplada desde distintos ángulos: tres reyes a la izquierda, otros tantos a la derecha.

Nadie conocía al dragón de Santa María porque desde mucho tiempo atrás dormía bajo la cubierta del templo. La restauración de la estructura permitió identificar el antiguo artesonado medieval. La convivencia entre cristianos y musulmanes dio lugar a obras como esta, en la segunda mitad del siglo XIV. Junto al dragón, las pinturas de escenas fantásticas protagonizadas por animales y seres mitológicos junto a la típica decoración vegetal del estilo mudéjar. Los restos de la techumbre se pueden hoy ver en el espacio de la torre de la iglesia, en un pequeño museo.

Rojo, amarillo y verde. Estos son los tonos más evidentes de la portada de San Vicente, una auténtica joya que ha pasado desapercibida durante años debido a la erosión y la deficiente conservación. Las arquivoltas acaban de recuperar su antiguo esplendor con colores, sí. Porque la mayor parte de los relieves exteriores durante la etapa románica se pintaban de diferentes y llamativos tonos, para sorpresa de los deudores de un estilo oscuro, austero. Cualquiera puede observar la nueva cara de la iglesia de la plaza del Fresco y pararse a admirar esta obra de arte levantada en el siglo XII.