Su familia, su esposa Ana y sus hijos Paquito y Celia, han sido los grandes damnificados de la frenética actividad profesional del arquiecto zamorano Francisco Somoza, de cuya mano se ha ido transformando la ciudad. Creativo, inquieto, arriesgado y emprendedor, agradece a su tierra poder trabajar en lo que le gusta.

-Zamorano del Año de la Fundación Caja Rural, ¿qué cree que le hace merecedor de este galardón?

-Sinceramente, no creo que lo merezcamos, lo único que hacemos es trabajar mucho y muchas horas, aunque en descargo del excesivo trabajo, tengo que decir que nos divierte lo que hacemos, nos conforta por la felicidad que produce.

-¿Habla en plural...?

-Porque yo soy parte de un equipo de gente que lleva trabajando más de 25 años conjuntamente y día a día, hablar en singular sería injustísimo. No es un plural mayestático. Individualmente yo no haga nada, ni puedo.

-Cuando recibió la noticia, ¿qué recorrido mental hizo?

-Fue una sorpresa, es un reconocimiento a la gente que está detrás de lo que yo pueda representar como director de orquesta, que no sonaría sin músicos. Te acuerdas del tiempo pasado, de que muchas veces el trabajo tan público como el nuestro es criticado, a veces nos hemos sentido maltratados, pero otras también hemos sido tratados con excesiva justicia. Este galardón es la síntesis de un trabajo reconocido.

-Hablar del urbanismo de Zamora en los últimos 30 años es hablar de Paco Somoza, aquel joven arquitecto al que el alcalde socialista Andrés Luis Calvo le encargó en el año 85 el primer Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Zamora. Hizo historia.

-Aquellos tiempos eran bastante difíciles porque no estaba bien visto por determinados sectores de la capital trabajar para los socialistas y hacerlo trajo consigo algunas represalias. La propuesta de Andrés me pareció interesante: trabajar para mejorar la ciudad en la que vives era un reto y en tiempos de juventud y fuertes impulsos estaba bien aceptarlo. Fue durísimo y agotador porque el Ayuntamiento quiso dar voz a todos los ciudadanos, a todos los barrios, manteníamos reuniones constantes, a horas intempestivas muchas veces, a fin de configurar y delimitar las formas de crecimiento de la ciudad. Fue un esfuerzo de pensamiento bastante grande porque entonces no había ninguna condición establecida en el desarrollo urbanístico y en el diseño de la ciudad. No había normas porque no había ninguna sensibilidad sobre la arquitectura, la ciudad crecía sin control.

-A usted se debe el primer catálogo de edificios protegidos. Más historia.

-Sí, se fue haciendo sobre la marcha, fue un punto de partida para ir proveyendo de una sensibilidad que permitiera proteger el marco en el que vivimos. Entonces el modernismo y el eclecticismo, las construcciones del primer tercio del siglo XX, estaban sin proteger.

-¿La revisión del PGOU aprobada 20 años después de qué adolece?

-El que está en vigor califica terrenos de la periferia de la ciudad que resulta imposible que se incorporen, crea desequilibrios de nuevo, lo irracional lleva allí. Los terrenos que eran rústicos deben serlo de nuevo hasta que la ciudad pueda crecer hacia esas zonas, si se desarrollaran generarían costes indebidos: saneamientos, transporte urbano, servicios públicos, protección ciudadana... El crecimiento de la ciudad cebe ser pausado, de acuerdo con la forma de la ciudad y la lógica de la demanda ciudadana, no se puede hacer una ciudad para 200.000 habitantes si somos 68.000.

-¿Qué asignatura pendiente tiene el actual Plan?

-Pensar en la ciudad como única, no como una agrupación de barrios, no podemos permitir que Pinilla, San Lázaro o San Frontis no sean tratadas con la misma dignidad que Santa Clara, son partes de la ciudad y deben disfrutar de los servicios al mismo nivel.

-¿Aquella revisión fue solo un instrumento para alimentar el boom inmobiliario y los bolsillos de especuladores de suelo y algunos constructores?

-Fue una revisión en la que no se tuvieron presentes las verdaderas necesidades de crecimiento de la ciudad, posiblemente alimentadas por la euforia de los años del boom inmobiliario.

-¿Qué vuelta de tuerca habría que dar al PGOU para completar la ciudad?

-Debe fundamentarse en la reflexión sobre qué ciudad tenemos y qué ciudad queremos, desde la consideración de que será la histórica del futuro. La plaza de Sagasta tiene 70/75 años y hoy seguimos admirándola, esto no va a pasar con construcciones de hace 30 años, insoportables de mirar ya hoy, por ejemplo Las Viñas o Huerta de Puerta Nueva, sin personalidad.

-El excesivo encorsetamiento del casco antiguo, cuyo primer Plan de Protección dejó diseñado, lo ha ido matando?

-Las intervenciones urbanísticas contemporáneas allí no son incompatibles con el respeto a la estructura persistente y los ambientes urbanos históricos, hay que ser lo suficientemente flexibles como para que puedan realizarse. Nunca se debe ser tan restrictivo que se genere destrucción y abandono. Las cosas deben hacerse bien como en el Afonso Henriques. Eso no lo hemos entendido bien en esta ciudad.

-¿Cómo lo reactivaría?

-Hace falta que la iniciativa pública piense en el casco histórico cuando tenga que construir un gran edificio, por ejemplo la Junta de Castilla y León cuando adquirió su sede. Debe implantar servicios y generar actividad, se precisa de actuaciones públicas para compensar los defectos del crecimiento lineal de la ciudad hacia el este, que va convirtiendo la zona en periferia con los problemas de marginalidad y abandono que conlleva, un lugar donde nadie quiere vivir, lo que genera una situación de decrepitud.

-¿Por qué la ciudad vive de espaldas a él, como si fuera una joya preciosa en una vitrina?.

-Es el efecto de convertirse en periferia, de donde la actividad se va alejando, hay muchos menos servicios, no hay dotaciones. Y si tú no miras la joya, si abandonas tu casa, si no la ocupas, si no la llenas de vida, se vendrá abajo y la degradación nos llevará a perderla. Tiene que haber flexibilidad en la intervención, criterio y actuaciones específicas que coadyuven a rehabilitar, con la implantación de dotaciones, hay exigencias. Eso no puede estar reñido con actuaciones para que la gente regrese allí a vivir, debe haber subvenciones para recuperar edificios, para equipamientos, para estimular la zona.

-Ha dejado su impronta en la ciudad, que le debe grandes transformaciones como el diseño de la tan polémica peatonalización del casco histórico, ¿cree necesaria su revisión?

-Todo está listo para su total peatonalización, una decisión política del Ayuntamiento que debe consultar con los ciudadanos y los habitantes de la zona, hay que analizarlo. Fui el coordinador de un equipo de arquitectos, Pedro Lucas del Teso, Joaquín Hernández, Ángel Gallego y Enrique de Juan. La polémica surgió porque no logramos tansmitir a los ciudadanos el alcance de la intervención, pero el resultado está a la vista. El proyecto buscaba recuperar el dominio de la calle para que el ciudadano, que la pasease; los jardines, isletas en torno a las que el tráfico giraba, son sendas incorporadas en las que el ciudadano puede caminar.

-El Castillo se ha convertido en un buque insignia de la arquitectura local y del turismo, ¿ya ha cobrado los 300.000 euros que le debe el Ayuntamiento?

-(se sonríe) No, pero espero recibir los honorarios tarde o temprano, no puedo darlos por perdidos porque los debo.

-Todo lo que lleva su sello resulta polémico, la restauración del Castillo no iba a ser menos.

-No se entendió el proyecto. En las obras hay que realizar un ejercicio de confianza en quienes las realizan porque la rehabilitación puede sorprender o indignar a alguien en algún momento. Hay que esperar al final. Con esta obra, se recupera la relación inexistente y olvidada de la ciudad con el Castillo, muchos ciudadanos nunca habían pasado al interior, el final del recorrido era la plaza de la Catedral. La recuperación de las rondas altas de la fortaleza para su uso como paseo permite comprender la ciudad, su evolución y crecimiento y ofrece vistas de la torre gallada, de las vegas, de la torre de El Salvador antes impensables.

-Lo que continúa esperando es el Museo Baltasar Lobo, otra de sus iniciativas, ¿falta voluntad política?, ¿no ha perdido Zamora ya la oportunidad de tener esa locomotora para el turismo?

-La oportunidad no se pierde hasta que no se desestime el proyecto. Sí hay voluntad política. Lo fundamental es que existe un número importante de piezas depositadas en el Museo de Zamora además de las expuestas y constituyen un fondo de partida. Es importantísimo establecer el lugar y ponerse en marcha. Ese museo se debe entender como Centro Nacional de Escultura Baltasar Lobo para garantizar visitas constantes, para que sea atractivo no debe ser monotemático, debe intercambiar obras con otros museos del país y crear una exposición itinerante con esos fondos para divulgar la obra de Lobo.

-¿No sería estupendo que la sede del Consejo Consultivo se transformara en ese Centro?

-Para eso debería dejar de ser el Consultivo. El propio edificio permite la instalación de un museo visitable desde el exterior, entre esas dos fachadas de cristal. Se estuvo analizando en la anterior legislatura pero no salió adelante. Es bueno que los edificios públicos tengan otra utilidad cuando es posible, que se rentabilicen.

-Uno de sus últimos proyectos es convertir la ciudad en una gran muestra de murales, con gran aceptación.

-Intentamos poner en valor la importancia de unos artistas urbanos que han crecido y desarrollado su obra en el territorio de la marginalidad, disfrutar de su talento dándoles la oportunidad de realizar intervenciones y murales en alguno de los sectores o medianas, tapias en enclaves importantes de la ciudad que permitan generar una sorpresa, evitar la imagen de degradación y abandono que había.

-¿Puede convertirse en atractivo turístico?

-Creo que lo será, en Granada hay un gafitero, Sex, que tiene visitas guiadas para ver sus obras. Estamos en ello, se lo propondremos al Ayuntamiento. Estamos elaborando una guía de los 23 murales creados por Alejandro Pérez (Landen) y David Sánchez (Maker) que en breve se concluirá.

-El Gobierno ha denegado el 1% cultural para financiar la rehabilitación del Puente de Piedra y del Mercado de Abastos, ¿la decisión tiene tintes políticos?

-Me gustaría que esa no fuera la causa porque los monumentos son de la ciudad y sería de una gran injusticia.

-¿Será imposible conseguir ayudas de otras instituciones?

-Soy siempre partidario de pedir, la palabra imposible no existe para mí. Hay instrumentos suficientes para pedir ayudas, posibilidades con la Junta de Castilla y León, con el Ministerio de Cultura. Hay varias puertas que tocar.

-Está ahora mismo consolidando parte del lienzo de la muralla, intervenciones que nunca acaban.

-Hay que hacer un plan permanente de actuación para eliminar los elementos que la dañan, partiendo de la importancia histórica del sector, del estado de conservación y la disponibilidad presupuestaria para establecer prioridades. El proyecto está financiado por el Ministerio de Cultura, hemos reconstruido la base de la roca de las Peñas de Santa Marta con una técnica pionera en Europa, con piedras de más de 1.500 kilogramos. Ahora intervenimos en el Portillo de la Traición para recuperar la escala física del lugar y eliminar los rellenos deterioran la base.

-El futuro del palacio de congresos continúa siendo un agujero en la Universidad Laboral, ¿era necesaria esa mega obra?

-El ejemplo lo tenemos en Salamanca, con dos palacios. Aquí podría funcionar como tal el Teatro Ramos Carrión. Es más razonable dedicar el dinero del proyecto del palacio en la Universidad Laboral a promover la actividad congresual y cultural para la ciudad y fomentar y consolidar el equipamiento del Ramos. La Universidad Laboral debe ser una oportunidad para ampliar la oferta del campus, que no se le dé otros usos.

-Zamora gusta, pero muy pocos turistas se quedan más de una noche, ¿qué le falta para enganchar?

-La divulgación en los ámbitos en los que debe ser conocida. Si Madrid, Bilbao, Asturias, el norte en general, son los principales lugares de los que procede el turismo, es allí donde debe divulgarse la ciudad, es mucho más eficaz que acudir a ferias en las que no tenemos capacidad para vender Zamora, que es más que el románico. Debería crearse una oficina de congresos para promover los propios sobre historia, arquitectura..., lo que permitiría divulgar la ciudad.

-¿Se siente profeta en su tierra?

-Estoy muy agradecido por la posibilidad de trabajar y por poder llevar a cabo proyectos. Me molesta cuando se traspasan territorios como el respeto personal. Pero ser objeto de críticas es lo normal porque el trabajo es público.

-Hay quien opina que se ha forrado, que ha aprovechado su posición para enriquecerse.

-Que pregunten al banco, no sé porqué hay quien cree eso, no es verdad.