¿El futuro que aguarda al Mercado de Abastos será acorde con su importancia en el último siglo? Un repaso por datos y valoraciones del edificio creado en 1903 bajo la batuta del arquitecto benaventano Segundo Viloria muestra que no será fácil. Porque además de un espacio que ha canalizado los abastos de la ciudad, cabe reseñar su carácter icónico. Tan elevado como el volumen de las cristaleras en forma de abanico o del espacio interior diáfano, pensado para albergar la enorme actividad que, década tras década, ha dado servicio a los zamoranos.

Estudioso de la arquitectura del siglo XX, Rafael García Lozano pone el foco en dos aspectos de sumo interés. De un lado, el Mercado "es una de las primeras arquitecturas de hierro en Zamora y, aunque predomina el ladrillo y la piedra, solo se trata de materiales exteriores", explica. En segundo lugar, García Lozano señala la influencia de la construcción del inmueble en el nuevo ordenamiento urbanístico de la ciudad de principios de centuria. "Se erigió sobre la antigua iglesia románica de San Salvador de la Vid y la plaza cambia para hacerse prácticamente rectangular", añade.

A partir de ahí, el Mercado de Abastos se convierte en el epicentro del comercio durante más de una centuria. García Lozano incide en que el inmueble reúne los "distintos mercados" que se distribuían en diferentes espacios de la ciudad. Algunos vestigios prueban la celebración del mercado de la carne en la plaza del Fresco y tampoco pasaron inadvertidas la venta de verduras en la de Zorrilla, o del pan en la Casa de las Panaderas, nombre heredado por el actual Consistorio, en la Plaza Mayor.

Pero si la arquitectura es una de las principales bazas que sustentan el futuro del Mercado, existe un elemento inmaterial, señala García Lozano, más importante que los anteriores: la luz. Siguiendo las explicaciones del arquitecto Francisco Somoza, esta característica compensa la muy reciente (y prematura) instalación de la luz eléctrica. Los grandes ventanales, formados por hierro y vidrio, construyen "un espacio con carácter en el que la luz es uno de los protagonistas fundamentales". Las grandes vigas-arco de la estructura generan un espacio diáfano en el interior con una originalidad con respecto a otros ejemplos de mercados: la sombra. En un lugar donde los alimentos deben ser protegidos del exterior, la cubierta garantiza la conservación de las propiedades de los productos.

Y sin embargo, el carácter del edificio -de impronta ecléctica, al reunir diferentes corrientes estilísticas- no garantiza su futuro. "Lo que asegura su pervivencia en el futuro es su uso", reflexiona Rafael García Lozano. En efecto, un inmueble sin uso se convertirá en una ruina antes o después. En este caso, las grandes superficies y las compras a través de la Red se convierten en el principal enemigo del comercio tradicional. "No olvidemos que el sector del comercio es el que sostiene la economía de la ciudad. Pero hay otra dimensión, la antropológica, que también es clave". Se refiere Lozano a que "las instituciones públicas no han entendido la importancia del comercio "cara a cara", que es más que una transacción comercial y el Mercado es un templo de eso".

Pero, ¿cuál es la fórmula que daría viabilidad al futuro del Mercado? Los proyectos apuntados por las instituciones y los industriales en el pasado apuntaban a un modelo más cercano al Mercado de la Boquería de Barcelona que al actual uso, más tradicional. En este sentido, García Lozano cree que este cambio supondría "dinamitar un comercio de necesidades primarias" que sustituiría a otro "de alto "standing"".

De cualquier modo, varios de estos edificios de uso tradicional sí han conseguido sobrevivir adaptando su funcionamiento a las nuevas formas de consumo. Hoy por hoy, pese al declive que padece, el Mercado de Abastos sigue siendo el que reunía "todos los mercados" repartidos por la ciudad en uno solo, un epicentro de la vida y las preocupaciones sociales.