Paciencia y maestría al fuego lento, sin dejar de remover los ingredientes de la enorme paellera, un grupo de vecinas del barrio de Pinilla demostró su buen hacer entre fogones para ofrecer una de las actividades más esperadas en las fiestas del barrio, la gran paellada, gratuita para todos los vecinos, que hizo las delicias de aquellos que desafiaron el calor para compartir un buen plato de arroz junto a familiares y amigos.

Los más afortunados encontraron un sitio a la sombra, en la calle Quintín Aldea, algunos incluso sentados en el césped, mientras que a otros no les importó comer mientras se ponían morenos. Pero todos ellos tuvieron que aguantar estoicamente la larga cola para conseguir su ración de paella, acompañada de limonada. Una iniciativa que fue posible gracias al patrocinio de Alejandro Bruña y la colaboración de la Fundación Caja Rural. La nota de color, como durante toda la semana, la pusieron las peñas del barrio, que han animado las calles estos días.

Muchos de los participantes en esta comida de hermandad siguieron disfrutando por la tarde de la gastronomía del barrio, pero en una versión diferente. Tras la siesta llegó la hora de la merienda, otra excusa más para volver a sentarse alrededor de una mesa para compartir conversación y tajada, esta vez de chorizo y careta asados, tortilla y pan, sin olvidar limonada fresca, que se agradeció, pues el sol todavía apretaba a las siete y media de la tarde.

Con dotes culinarias

Poco antes, el concurso de tortillas había congregado a las cocineras y los cocineros más avezados del barrio, que quisieron compartir sus dotes culinarias con el resto de vecinos de Pinilla, participando en el tradicional concurso que cada año suele poner el colofón a las fiestas del barrio. Los aspirantes a alzarse con el premio recogieron los ingredientes necesarios, ofrecidos por la Comisión de Peñas, a primera hora de la tarde, para elaborar sus tortillas, que pasaron después a disposición de sus miembros para su degustación. Este año, se premió a la tortilla más grande, a la elaboración más pequeña y también a que se presentó con mayor originalidad.

Con el estómago lleno, pocos vecinos fueron los que cenaron, pero sin embargo una gran mayoría acudió para disfrutar del espectáculo de fuegos artificiales que ofrecía el broche luminoso y final a las fiestas del barrio de la margen izquierda del río Duero.