Niños pelando cables y abriendo teléfonos y ordenadores en busca de un pequeño chip. Mujeres dispuestas a inhalar vapores tóxicos al abrir una antigua televisión para encontrar alguna pieza que vender. Esa es la estampa que se ve en las fotografías tomadas en el vertedero de residuos electrónicos de Agbogbloshie, en Ghana, publicadas hace unos días por el diario neoyorquino Wall Street Journal en un reportaje sobre basura tecnológica. Las instantáneas, testimonio mudo del basurero de occidente, están tomadas por el zamorano Emilio Fraile, fotógrafo en este periódico.

"Vi un reportaje sobre obsolescencia programada y salió un flash sobre el vertedero de Agbogbloshie, en Accra, en Ghana. Se habían hecho fotos, pero no había un reportaje extenso sobre el tema y decidí ir allí", cuenta Fraile, que viajó al país africano el pasado mes de marzo. Ahora mismo, el vertedero -cuyos residuos tóxicos y contaminantes subsistían miles de personas- se está desmantelando. "No se ataja la raíz del problema, porque occidente seguirá generando residuos y los mandará fuera, y hay mucha gente que vive alrededor de esto", denuncia el zamorano, que incide en la existencia de grupos de personas que hacían negocio con ello, como nativos bien posicionados que funcionaban de puente con medios occidentales y que cobraban ingentes cantidades de dinero por hacer de enlace en un país en el que "la desigualdad entre clases sociales es inmensa".

"Cuando llegué, me encontré una ciudad caótica en la que una minoría tiene un nivel de vida muy alto y el resto se dedican a la basura tecnológica. Hay verdaderos manitas que han aprendido a desmontar todo tipo de aparatos para intentar sacar piezas que se venden en mercados", relata el fotógrafo, muy impresionado con la experiencia vivida en el país. "Al lado de un mercado enorme al aire libre, el paisaje cambia y el suelo se vuelve negro de los residuos quemados y todo se llena de puestos en los que unos pelan cables, otros buscan partes valiosas en los aparatos, aunque sea tóxico y aunque los residuos estén al lado de un río que cruza la ciudad... Sobre todo son niños pequeños los que se dedican a estas pequeñas tareas, mientras que los mayores venden ordenadores y otras piezas", añade.

Se trata del primer reportaje de este estilo llevado a cabo por Fraile, que actualmente trabaja en LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA. "Ha sido una experiencia increíble, no solo hacer el reportaje sino el proceso de creación: decidir el tema, organizar el viaje, desesperarte cuando crees que no va a salir algo bueno después de todo, luchar e insistir para venderlo...", cuenta, aún emocionado. "En el momento en que llegué al vertedero vi que había fotos en todas partes. Me lo tomé como un reto conmigo mismo y hacerlo fue una pasada", añade el fotoperiodista.

Con referentes que abarcan desde Daniel Ochoa de Olza a Sebastiao Salgado o Walter Astrada, el zamorano quiere continuar con una serie de reportajes que cierren el ciclo tecnológico y expliquen el proceso de por qué existe Agbogbloshie, desde las explotaciones de materiales al comportamiento de occidente que fabrica aparatos condenados a morirse tras dos años de uso.

Sin embargo, no piensa dejar el periodismo cotidiano por los grandes reportajes. "Siempre he creído que desde los periódicos pequeños se pueden hacer cosas muy grandes, porque podemos hacer todo tipo de fotografías sin ataduras. No quiero dejarlo porque es donde he crecido, y aunque suene raro, en Zamora se puede aprender fotografía para poder irte a Ghana", añade. Decía Robert Frank que lo importante para un fotógrafo es ver aquello que los demás no ven y, aunque El Principito mantenía que lo esencial es invisible a los ojos, reportajes como este prueban que, a veces, no lo es para la cámara, que tiene el poder mágico de hacer visible lo invisible.