En colaboración con el zamorano Luis Álvarez, la bióloga bragantina Inés Nogueiro trabaja en la confección de un mapa genético sefardí a partir de muestras de habitantes de La Raya y Zamora. La investigadora de la Universidad de Oporto presentó ayer en la UNED las primeras conclusiones.

-¿Por qué tenía interés en crear un mapa genético de las poblaciones sefardíes?

-Cuando tuvo lugar la expulsión, muchos de los hebreos que se quedaron en Portugal -a diferencia de España- se convirtieron en criptojudíos y mantuvieron los rituales en los hogares. En mi país, incluso en el siglo XX, había personas que realizaban aquellas prácticas. Históricamente, los judíos se refugiaron en zonas montañosas como La Raya. Me interesaba saber hasta qué punto estos lazos culturales o religiosos se podían detectar en términos biológicos, genéticos, o se habían perdido.

-¿Cómo ha desarrollado su proyecto?

-Tomé muestras en zonas de grupos grandes de judíos en el entorno de Braganza, donde confiaron en mí porque me conocían de toda la vida. Desde hace cinco años, me he dedicado a extraer el ADN en el Instituto de Anatomía y Patología Molecular de la Universidad de Oporto (Ipatimup) y emplear marcadores genéticos, que suministran información muy distinta. Algunos permiten trazar la historia en miles de años hacia atrás. Si quiero estudiar un linaje materno, que solo está en las mujeres, estudiamos el ADN mitocondrial. En el paterno, estudiamos el cromosoma Y. Así puedo averiguar la historia completa de una población.

-¿Cuáles fueron las primeras conclusiones que obtuvo?

-En la parte femenina, encontré linajes que clasificamos como sefardíes fundadoras. Aparecen solo en este grupo de judíos con frecuencias muy elevadas. En la población no hebrea, no aparecen. Lo más interesante es que, no solo han mantenido una identidad religiosa o cultural, sino también una genética. Cuando buscamos lo ya publicado en el ámbito mundial, los únicos que hallamos en las mismas ramas eran judíos sefarditas o poblaciones de aquí, como Zamora. En análisis de los varones lo llevó a cabo mi colega Luis Fernández, que es zamorano. Él halló linajes compartidos, aunque en su caso no distinguió a las personas entre judías y no judías a la hora de tomar las muestras.

-Por lo tanto, es muy probable que zamoranos y vecinos de Braganza tengan antepasados comunes y que algunos de ellos sean sefardíes?

-Así es, con mucha probabilidad. Aunque en el caso de los zamoranos no sabemos si tenían algún antepasado judío, algo que ellos mismos podían ignorar.

-¿Su trabajo podría tener algún tipo de aplicación en el futuro?

-Cuando hablamos de genética, no podemos analizarla de forma separada. Debemos tener un contexto antropológico, histórico, de otras ciencias. Nuestra parte complementa las demás para ampliar el conocimiento. Por algunos documentos sabemos que judíos y cristianos se mezclaban, pero la genética puede certificarlo y a establecer en qué medida. La biología también puede contribuir a saber cuándo se establecieron en este territorio los judíos porque permite viajar a un tiempo en el que aún no había documentos. Nuestra disciplina nos ha permitido hallar un linaje extremadamente escaso en Braganza que aparecen, con frecuencia muy alta, en comunidades sefardíes de distintos lugares del mundo. De ahí deducimos que los judíos llegaron con los fenicios, y, de eso, no hay ningún documento.

-Sobre el descubrimiento de los posibles restos de Miguel de Cervantes, ¿podríamos averiguar si fue judío desde el punto de vista de la genética?

-Hay que interpretar con mucho cuidado los resultados genéticos, porque no hay un carné de identidad exclusivamente judío. Pero sí hay, por ejemplo, son enfermedades típicamente judías. Por lo tanto, no se podría constatar con total certeza, pero sí con un alto grado de probabilidad, si Miguel de Cervantes era judío, con la ayuda de otros conocimientos como el histórico.

-¿Le gustaría hacer ese análisis?

-¡Claro que sí! Pero hablamos de ADN antiguo que requiere de un laboratorio especializado que no es el nuestro de Oporto.