Ángel Sanz-Briz es uno de los protagonistas de la exposición inaugurada ayer por el Centro Campantón en el claustro del Colegio Universitario. Pilar -una de las hijas del embajador que salvó a 5.300 judíos de una muerte segura- narra la hazaña del conocido como "ángel de Budapest" durante la II Guerra Mundial y describe a Sanz-Briz desde el punto de vista humano. "Era un hombre bueno", subraya.

-¿Cómo arrancó el episodio de Budapest para Ángel Sanz-Briz?

-Mi padre llegó a Budapest en 1942, a la edad de 32 años y recién casado, como secretario de la Embajada en la Legación de España. En la capital húngara nació mi hermana Adela. Cuando llegó, Budapest era una ciudad preciosa, culta y cosmopolita. Todo terminó el 19 de marzo de 1944 con la entrada de las tropas nazis en Hungría. En ese momento, el jefe de la legación, el ministro Muguiro, fue llamado a Madrid y mi padre quedó como encargado de Negocios. Mi madre, Adela Quijano, estaba embarazada y mi padre la mandó a España, donde nació mi hermana Paloma sin que él estuviera presente. Así que somos cinco hijos: Adela, Paloma, Pilar, Ángela y Juan Carlos.

-¿Cómo era su padre?

-Era una persona muy simpática, gran conversador y tenía mucho don de gentes y sentido del humor. Por otra parte, Ángel era muy recto y trabajador. A sus hijos nos exigía disciplina, buenas notas y respeto hacia nosotros mismos y a los demás.

-¿Por qué optó por la diplomacia?

-Nació en 1910 en Zaragoza, donde estudió Bachillerato y su padre lo mandó a estudiar lenguas a Inglaterra y a Francia durante los veranos. Le encantó aquella experiencia y decidió optar por la diplomacia.

-¿Llegó a significarse políticamente?

-Como buen funcionario del Estado, mi padre se consideraba servidor de los intereses fundamentales de España, con independencia del signo político del Gobierno en el poder. Ingresó en la carrera diplomática durante la República. Tuvo puestos en el extranjero durante la Guerra Civil (Londres) y la época de Franco (Egipto, Hungría, Estados Unidos, Perú, Suiza, Vaticano, Francia, Guatemala, Holanda, Bélgica y la China comunista). Cuando murió en 1980, siendo embajador de España ante la Santa Sede, ya estábamos en plena democracia. En casa se hablaba poco de política.

-¿Por qué decidió su padre implicarse por su cuenta y riesgo en ayudar a los judíos de pasado español?

-En Hungría apenas había doscientos judíos sefardíes, con pasado español. Lo que sucedió fue que, al ver las atrocidades que estaban ocurriendo a los judíos de Budapest, se le ocurrió "motu proprio" aprovechar el decreto de Miguel Primo de Rivera de 1924 -que ya no estaba vigente- para utilizarlo como argumento jurídico ante las autoridades húngaras y solicitar darles a esa cantidad de personas salvoconductos españoles omitiendo que aquella ley ya no tenía vigencia. La estrategia consistió en hacer duplicados y series repetidas hasta llegar a salvar, de esa forma, a más de 5.200 personas, casi todos de origen askenazí (europeos), que era lo que abundaba en Hungría. Además, alquiló casas donde instaló a esas personas y les proporcionó alimentos y medicinas.

-¿Fue el silencio del Gobierno español el principal aliado para que su padre actuara como lo hizo?

-Sí, así fue. Ante las múltiples consultas al Ministerio sin obtener respuesta, mi padre decidió actuar por su cuenta atendiendo a su conciencia. Era un hombre bueno.

-¿Le pidió el Ejecutivo que no hablara de lo que realmente hizo para que el mérito recayera en el Estado español?

-En efecto. De hecho, le dieron el premio "Yad Vashem" (Justo entre las Naciones) en 1968 y el Gobierno le pidió que no lo recogiese. Es más, cuando Israel y España reanudaron relaciones diplomáticas en 1986 -seis años después de la muerte de mi padre- toda nuestra familia viajó a aquel país para recoger el título de forma póstuma.

-¿Por qué fue su hazaña tan desconocida en España?

-La política exterior española, proclive a los países árabes, no aconsejaba dar aire a ningún tema judío.

-¿Qué ha permitido difundir su labor a partir de los años noventa?

-El establecimiento de relaciones diplomáticas en 1986 con el Estado de Israel hizo que este diese un reconocimiento explícito a mi padre.

-¿Han podido contactar con sefardíes salvados por su padre? ¿Cómo ha sido la experiencia?

-Cuando llegábamos a cualquier puesto en el extranjero, sonaba el teléfono y personas que mi padre había salvado querían visitarlo para agradecérselo y él siguió en contacto siempre con ellos. En la actualidad, solo una de aquellas personas vive. Se llama Eva Benatar y tiene la misma edad que mi hermana Adela. La vemos y la queremos mucho. Es emocionante cuando nos dice que vive gracias a mi padre.

-¿Qué siente la familia del "ángel de Budapest" cuando se hacen actos de homenaje?

-Mucho orgullo y, al mismo tiempo, mucha pena de que él no lo haya podido vivir. De todos modos, mi padre era un hombre humilde y poco dado a alardear ... Solo decía que lo mejor que había hecho en su vida era su azaña en Budapest.

-¿Qué opinan de la exposición que ha promovido el Centro Sefarad-Israel de Madrid que ya está en Zamora?

-Es una iniciativa magnífica.

-¿Le parece acertada la labor de recuperación de la "huella" hebrea que se está llevando a cabo aquí?

-Muy de alabar. y ojalá perseveren en ello.

-¿Qué sienten ustedes cuando se habla del Holocausto?

-Horror... Estuvimos el año pasado en Berlín y en Auschwitz y Birkenau y nunca se puede olvidar la monstruosidad que supone el sufrimiento infligido a seres humanos por parte de otros seres humanos.

-¿Creen que actualmente hay otros holocaustos?

-Claro que hay otras matanzas en la actualidad. Los cristianos están siendo ejecutados de una manera monstruosa. El mundo no aprende...