Apasionado y estudioso de la música tradicional, Germán Díaz sabe transmitir ese entusiasmo al público en sus conciertos, que asisten maravillados al sonido que sale de su zanfona, instrumento medieval al que le ha dedicado su carrera profesional, y que combina con otros sonidos. Ayer presentaba en el Museo Etnográfico su proyecto "Método cardiofónico", inspirado en los latidos del corazón.

-Estudiando guitarra, la zanfona se cruzó en su camino. ¿Fue un amor a primera vista, teniendo en cuenta su recorrido posterior?

-Ya la conocía mientras estaba estudiando, pero me resultaba muy complicado conseguir una. Escuchaba a Amancio Prada y a Joaquín Díaz cantando romances y era un instrumento que me resultaba hipnótico. Ahora que lo toco yo veo esa misma reacción en el público, tanto en niños como en mayores. Cantando y tocando la guitarra gané un concurso que me dio el dinero necesario para poder comprarme una y ya me dediqué a tocarla. Ahora es lo que sé hacer y creo que a estas alturas ya es tarde para cambiar de instrumento.

-¿Cómo surge el método cardiográfico, con el que está de gira?

-Surge a raíz de unas carpetas que me da mi padre. Son del año 1933 y pertenecen a un cardiólogo, el doctor Iriarte, que editó en España en placas de pizarra los latidos del corazón de pacientes para que sus alumnos reconociesen las cardiopatías. Ahora esto suena muy extraño, porque podemos grabar en multitud de plataformas y la gente joven no lo entiende, pero es que hasta hace poco grabar era costosísimo y muy difícil. Iriarte era un hombre inquieto y un intelectual que supo ver el interés de esas grabaciones para sus pacientes. Y lo logró hacer con gran gasto de capital y de esfuerzo humano. Yo lo que he hecho es disparar esas placas con el fonógrafo y sobre el ritmo de las placas tocamos con diferentes instrumentos, como tuba, trompeta, caja de música u oboe.

-¿Qué fue lo que le atrajo de esas placas para ver música en ellas, cuando en realidad se trataba de un objeto para el estudio?

-Simplemente el hecho de editar los sonidos de corazón en pizarra es ya poesía pura. Pero luego escuchándolo hay latidos de pacientes anónimos que resultan absolutamente evocadores. Y más escuchándolo en un gramófono. Incluso llegué a conocer al hijo del doctor Iriarte, que me ayudó muchísimo y que lamentablemente falleció antes de editar el disco. El mismo doctor hablaba de la poética de esos corazones.

-¿Es complicado idear algo nuevo en un arte como la música, que lleva tantos siglos de historia?

-Hay gente que sí lo consigue, yo creo que no, por mis limitaciones. Pero gracias a dios la música va evolucionando, como el ser humano, y existen músicos contemporáneos con gran conocimiento que son capaces de elaborar cosas nuevas.

-Una de las protagonistas de sus conciertos es la caja de música, que reconoce que le evoca a la infancia. ¿Es un buen instrumento para introducir a los niños en el mundo de la música tradicional?

-Es cierto que los niños se quedan fascinados con la caja de música, como nos pasa al resto, aunque los mayores ya no transmitimos como ellos estos sentimientos, tenemos más vergüenza de mostrarlos. La caja es un instrumento muy evocador y ayuda a atraer a los niños hacia la música en general.

-¿Qué tipo de formación musical a los menores se está dando en este país?

-Solo hay que ver el desastre que es la ley de educación. El problema radica en que cada gobierno que llega impone su ley y a eso se añade que cada vez hay menos horas de música, muchas veces es una asignatura optativa y que en algunas comunidades ni siquiera existe en el programa educativo. Esa es la pobre apuesta del gobierno hacia la cultura, no solo en la educación sino en cómo está la situación, los tributos que hay que pagar, etcétera.

-¿Qué puede aportar la música a la educación de los niños?

-Está comprobado por estudios que la música es beneficiosa para muchas cosas. Pero en general, simplemente quien escucha música, no ya quien la estudia, tiene una sensibilidad especial que luego la manifiesta en otros aspectos de la vida.

-¿El público actual se ve atraído por este tipo de músicas tradicionales, se mantienen actuales a pesar del paso de los siglos?

-Creo que hay espacios para la música tradicional, se multiplican este tipo de festivales y cada vez hay más gente que se interesa por ella, así que creo que realmente ella misma evoluciona, vive y apenas le hacemos falta. Hay interés y la gente la escucha.

-¿Dónde surge la inspiración para tocar instrumentos medievales? ¿Es diferente a la que puedan tener músicos de instrumentos más modernos?

-No sé qué inspiración tendrán ellos pero a mí me gusta la zanfona por sus posibilidades, pero también los instrumentos mecánicos, aquellos que leen cartones perforados antiguos. Me gusta mucho la sonoridad que tienen. Además, nosotros enfrentamos mucho esta música mecánica con la improvisación en los conciertos. Es un sonido que me resulta muy evocador.

-¿Tenía el camino marcado siendo sobrino de Joaquín Díaz y escuchando a Amancio Prada desde pequeño?

-Creo que es más bien la curiosidad que tiene cada uno, porque de los cinco sobrinos que somos yo soy el único que me he dedicado a la música. Realmente, creo que al final lo que hacía en casa era escuchar la música que había, también clásica. Devoraba todo lo que había por ese interés que tienes de niño.

-¿Qué otros músicos le han inspirado en su carrera?

-Me gusta mucho un autor del siglo XIII que se llama Guillaume de Machaut, el Codex Faenza, el repertorio renacentista o intérpretes como Hopkinson Smith o Narváez, además del jazz con los grandes, como Miles Davis. Hemos tenido la oportunidad de escuchar tantas cosas que me gusta un poco de todo.

-¿Hay hueco en su fonoteca particular para autores contemporáneos?

-Precisamente en el método cardiofónico tocamos temas tradicionales, pero también hay espacio para compositores contemporáneos como Valentin Clastrier. También me gusta la compositora griega Eleni Karaindrou, que suele hacer música para Theo Angelopoulos. Al final ahora mismo creo que tocamos más música actual que tradicional en cierto sentido.