Catedrales, monasterios, iglesias? Todos son edificios, pero no todos fueron promovidos por la Iglesia. La búsqueda del perdón en la otra vida jugó un papel determinante en la Edad Media. Los reyes, los nobles y hasta el pueblo llano, la feligresía, puso sus medios a disposición de edificios que dieran cobijo a sus almas durante una larga eternidad. Así lo desgranó Pedro Luis Huerta, director de la Enciclopedia del Románico en la Fundación Santa María la Real, quien abrió la segunda jornada del curso "Arte en Zamora" de la UNED.

"El arte románico es religioso, pero circunstancias económicas, sociales y políticas implicaron la colaboración de reyes, nobles y feligreses", apuntó Huerta para explicar la amplia realidad de la "promoción" del arte en los siglos del románico.

Pero, ¿por qué entregaban territorios, bienes y hasta trabajo para erigir estos edificios? El historiador palentino explica que hubo varias motivaciones diferentes. En algunos casos, "fue por pura devoción siguiendo el precepto evangélico "Dad y se os dará"", explicó. En otros muchos, los "patrocinadores" buscaban la salvación de sus almas. "Siempre aparece la coletilla "pro anima me", "pro anima me et meorum parentum", "pro amore dei"?". Esto es, que los impulsores de iglesias y catedrales querían ser allí enterrados, para entregar el perdón de su alma a las plegarias dichas por los religiosos en espacio sagrado.

Los alumnos del curso -la UNED ha registrado 130 matrículas- asistieron con interés a los ejemplos que el miembro de Santa María la Real fue describiendo. En particular, sobre la promoción regia, que tuvo sus realidades más destacadas en la figura de Fernando I y doña Sancha, con la promoción de San Isidoro de León en la capital vecina; y Alfonso VIII, quien impulsa a finales del siglo XII el monasterio cisterciense de Las Huelgas Reales, en pleno corazón de Burgos.

En otras ocasiones fueron los nobles e incluso los devotos quienes colaboraban con los nuevos edificios. En el caso de Zamora, destaca la participación del concejo en las obras, tal y como apuntó Huerta. Todavía hoy se puede comprobar en las inscripciones que figuran en el templo románico de San Cipriano, traídas de San Andrés. En ellas, "aparecen los maestros de obra y se dice que el concejo prestó su ayuda", precisó el historiador, quien añadió otro ejemplo en la provincia, el de Pobladura de Aliste.

La devoción popular arrimó el hombro en diferentes edificios a cambio de indulgencias religiosas. Pedro Luis Huerta se refirió, en este caso, al monasterio palentino de San Román de Entrepeñas. "Los fieles podían colaborar con su trabajo, pero si aportaban medios como carros, el número de días de perdón por sus pecados se multiplicaba", añadió. Huerta no olvidó destacar las obras promovidas por los nobles, en particular por mujeres que serían "abadesas" de sus propios monasterios.