En 1964 un jovencísimo Joaquín Díaz (Zamora, 1947) cantó por primera vez en televisión. Medio siglo más tarde recibe el homenaje de las instituciones y de las personas, aunque aquella deslumbrante e intensa carrera musical duró poco más de una década. No hay día que no le pidan regresar a los escenarios, aunque el etnógrafo ha reservado su voz para la intimidad de los discos que no ha parado de editar desde entonces. El Etnográfico le ofreció ayer un íntimo y cercano reconocimiento que finalizó con la proyección del documental "El río que suena, reflejo del tiempo".

-Zamora, Valladolid, Urueña? ¿de dónde es Joaquín Díaz?

-Un poco de todas partes. En la vida de una persona hay muchos recuerdos y no todos tienen por qué ser de donde uno ha nacido. Zamora es el lugar de los recuerdos de la infancia y de lo que mis padres me contaron cuando era más mayor.

-Los recuerdos de niñez son siempre muy vívidos, ¿qué se le viene a la cabeza cuando escucha nombrar a Zamora?

-Hay tres o cuatro cosas que no puedo olvidar. Siempre digo que la marcha de Thalberg está en mi cabeza, probablemente porque de pequeño escuché a la banda de Inocencio Haedo. También recuerdo alguna cabalgata de reyes desde el balcón de Radio Zamora. Incluso el aroma a aligustre es algo indescriptible que inequívocamente procede de esta tierra. Mi familia vivía en el número 31 de la antigua calle Héroes del Alcázar, nuestra parroquia era la de Lourdes y quien me bautizó fue don Clemenciano, un sacerdote muy conocido aquí.

-El documental que se ha proyectado en el Etnográfico se compone de personas que opinan de usted y su trayectoria, ¿le emocionó cuando lo vio por primera vez?

-Claro, sobre todo, fue una sorpresa no me dijeron quien intervenía. No son personas de mi entorno inmediato ni profesional, sino gente muy diversa de muchos sitios del mundo.

-La autora, Inés Toharia, dice que ha llegado el momento de reconocer el esfuerzo de personas que han dedicado su vida a preservar la cultura inmaterial, ¿cómo se lo toma?

-Sigo pensando que es bueno reconocer el patrimonio que se nos ha dado en herencia?

-¿Está igual de convencido ahora que cuando tenía veinte años?

-A lo mejor, más? Desgraciadamente, el tiempo te da la razón en algunos casos porque posiblemente la sociedad de hoy va por otro lado y estamos más distraídos?

-¿Lo cree así?

-Sí. Lo que creo verdaderamente es que la sociedad tiene que regenerarse. Hemos equivocado el camino y ahora decimos que no es aquí donde queríamos llegar. En el documental también lo comenta Paco Ibáñez: nuestra generación fracasó porque pensó que iba a hacer cosas importantísimas y no las ha hecho.

-Cuando lo homenajearon en Valladolid, dijo que no ha habido día en la Fundación que preside en Urueña que no le hayan llegado propuestas para volver a cantar. ¿Le emociona esto o le cansa?

-Es algo cotidiano y nadie tiene la culpa. Nunca dije que me iba y, de hecho, he seguido haciendo discos y acabo de editar 63 canciones nuevas en vinilo. Este mismo viernes me llegó la última invitación?

-¿Y qué les contesta?

-Les digo que estoy retirado. Fue una decisión que tomé en un momento dado y como suelo ser serio en estas cosas, esto va a misa. Les respondo que hace cuarenta años que no canto, aunque si me arrepiento algún día me van a matar todos a los que dije no en cuatro décadas.

-Por lo tanto, no se ha arrepentido de su decisión?

-Me arrepiento de muchas cosas, pero no de eso. Entonces, creía que había que hacer muy bien las cosas todos los días y no podía.

-Sin embargo, muchas personas que vivieron aquella etapa y otros más jóvenes, añoran su música?

El que alguien reconozca los temas que he tocado me emociona, y veo que es más gente de la que yo pensaba. Todos tenemos una banda sonora y estar en la de algunas personas es una responsabilidad. El periodista que dio la noticia de la legalización del Partido Comunista, Alejo García, me contó que se enamoró mirando Toledo y oyéndome cantar. No me resistí a preguntarle si seguía casado o se casó con otra? (ríe). Muchas veces, las canciones gustan más por el momento en que uno las escucha más que por sí mismas.

-¿Continúa con esa intensa labor de recopilación y estudio?

-Hoy por hoy, estoy más para analizar lo que recopilé de joven. Probablemente, si me tocara hacer esa labor ahora, buscaría más el acercamiento a la mentalidad de la gente que a los temas que me cantaban. Si ellos seleccionaron ese repertorio es porque algo en su mentalidad respondía a eso. Las respuestas vendrían muy bien a los antropólogos y etnógrafos.

-Una parte de su trabajo se dirigió, con enorme acierto, a poner en valor la música sefardí, los judíos que tuvieron que dejar la península con la expulsión. ¿Cómo observa el debate surgido en Europa sobre las religiones y el antisemitismo?

-La manía de las personas de considerar lo nuestro como bueno y equivocado lo del resto nos ha acompañado siempre. Siempre que hay una confrontación sobre los límites, debemos reconocer que no somos capaces de reflexionar sobre las cosas. Preferimos la observación fácil y la crítica inmediata, en lugar de intentar entender a los diferentes. Creo en las creencias, pero no en las religiones. Sobre todo cuando pretenden ser algo que una y separe a la gente.

-Es decir, que pensar en nuestro tiempo es un esfuerzo extraordinario?

-Completamente extraordinario. La prisa nos obliga a opinar con una velocidad imposible. Todavía no entiendo cómo a Lola Flores la obligaban a opinar de cualquier cosa cuando no tenía por qué saber precisamente cuando cayó el Imperio romano.

-¿Qué opina de la juventud española y de las dificultades actuales?

-Hay que ser un héroe para ser joven hoy. La sociedad niega el derecho a ser joven o al trabajo. En mi época, me marché de casa con 15 o 16 años y las primeras cosas que hice fueron lejos de España.