Una compañera del piso de citas de Madrid en el que trabajaba la joven dominicana asesinada el 29 de junio de 2014 junto a su hija de 9 años confirmó, ante la juez que investiga el doble crimen, que el acusado, Raúl Álvarez,Raúl Álvarez controlaba a Adolfina Puello, a través de "un teléfono que tenía que estar conectado" continuamente, según ha podido saber este diario de fuentes próximas a la investigación judicial.

La amiga de Adolfina, también de origen latinoamericano, detalló que víctima y presunto homicida "discutían porque ella desconectaba el móvil" que Raúl "le hacía llevar encima para tenerla localizaba permanentemente". Un control que "le restaba clientes" a la fallecida. Esta mujer llegó a precisar ante la juez que quien fuera novia de Raúl ganaba "1.000 euros semanales" al principio, en 2010, "y después menos por los problemas que tenía con Raúl", al tenerla vigilada con el teléfono.

La testigo -que alertó a la Policía Nacional de la desaparición de su compañera de 32 años, conocida, concretó, como "Carla" entre los clientes- afirmó al ser interrogada en el Juzgado de Violencia de Género número 2 de Madrid, que, si bien en octubre de 2013 la víctima y el imputado habían roto su relación, en diciembre de ese año la retomaron. "La Navidad la pasaron en casa de la hermana de Raúl", por tanto, "en junio de 2014", cuando se fechan los asesinatos de Adolfina y su hija Argelis, ambos "seguían siendo pareja", subrayan las misma fuentes.

En ese periodo le habría entregado el móvil, tras descubrir que Adolfina se dedicaba a la prostitución, profesión que ejercía desde que llegó a España y que "quería dejar, buscaba trabajo", indicaron ante la juez los testigos y amigos de la finada en días pasados, uno de ellos excliente que tuvo una breve relación sentimental con la ciudadana dominicana. Raúl, quien confesó a la Policía Nacional que los cadáveres de la joven y su hija estaban en un pozo en San Vicente de la Cabeza, en Zamora (localidad alistana de la que proceden sus padres), llegó a personarse en el piso de citas en el que trabajaban la joven muerta y su amiga, según esta última, al parecer, encargada de la casa de citas.

Esta declaración contradice frontalmente la del joven Raúl, de 30 años, quien sostiene, subraya su abogado del despacho zamorano Adolfo y Domínguez, que rompió con su presunta víctima meses antes del crimen, "la veía de forma esporádica, ya que mantenía una relación con otra mujer", quien confirmó el noviazgo y afirmó ante la juez que "no cree capaz" de cometer un asesinato al acusado.

Adolfina tenía interna a su hija, Argelys, durante la semana en un colegio porque "trabajaba de lunes a viernes, hasta las 16.30 horas", y los fines de semana se llevaba a la menor al piso de la calle de Sancho Panza, en el barrio madrileño de Vallecas, donde presuntamente las mataron. La vivienda se la cedió un amigo, otro antiguo cliente, según declaró la amiga de la víctima, porque el hombre no podía mantener los gastos habituales, de los que se encargaba la joven asesinada a cambio de usarlo como residencia particular, al parecer, sin pagar alquiler.

Esa testigo precisó que el día 30 de junio, lunes, la joven asesinada tenía que incorporarse al trabajo "más tarde porque iba a llevar a la niña al aeropuerto", para que cogiera el avión a Santo Domingo, vuelo al que nunca llegó.

El excliente y amigo íntimo que testificó ante la juez relató cómo el 27 de junio pasado había "recogido en Legazpi a Adolfina, la niña y una maleta muy grande", con la que esta viajaría a Santo Domingo, "para llevarlas a Sancho Panza". Desde ese día no volvió a hablar con Adolfina, "pero sí con la niña sobre la maleta". Tanto la compañera de trabajo de la víctima como este amigo confirmaron que la relación de joven con su exsuegra no era buena, "no se llevaban bien y ella decía que era insoportable", afirmó el hombre.