A medida que avanzó la dictadura franquista, los sacerdotes fueron tomando posiciones de izquierdas. En particular, en territorios donde la represión era más significativa, como en el País Vasco. Esto explica que la mayor parte de los sacerdotes internados en la cárcel concordataria de Zamora fueran vascos que, como otros ciudadanos, se habían rebelado contra las acciones del franquismo. Vascos o no, todos tuvieron que hacer frente a las durísimas condiciones del penitenciario, donde el frío del invierno zamorano se aliaba con la ausencia de calefacción.

Algunos, como Juan Mari Zulaika, narran cómo el menú esa el mismo, día tras día: "Extremidades de pollo y embutido troceado". "No podíamos hacernos ni un huevo frito", narra este excura, quien relata que la comida procedía de la prisión central, justo al lado. Claro que la situación también invadía el terreno psicológico, dado que la correspondencia de los presos con sus familias era revisada y, en su caso, censurada.