Una lección. Espontánea y sin pretensión alguna. Solo basada en risas y ganas de vivir. Sus protagonistas tienen nombre propio: Héctor Pérez y Adrián Dubla. El cáncer es el culpable de que ayer recibieran un homenaje por ser ejemplo de vida y superación para quienes les rodean. A sus 7 y 19 años, respectivamente, ambos conocen de cerca la peor cara del azar, la que puso en sus caminos un tumor y un sarcoma de Ewing.

La asociación nacional Sonrisas Azules, un colectivo compuesto por civiles e integrantes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, ha elegido Zamora para realizar su primer homenaje del país. Su labor está basada en "devolver la sonrisa a niños y jóvenes que padecen en hospitales, hospicios, casas de acogidas, cárceles de mujeres o centros de madres maltratadas con hijos", explica su presidente, José María Arroyo. Para ello, la organización eligió el escenario del grupo Ambuibérica, constituida también este año para la formación en colegios y centros de menores.

El homenaje pilló por sorpresa a los dos chicos zamoranos. Cuando descendieron de la ambulancia, juntos y sonrientes, se toparon con medio centenar de personas que les recibieron con aplausos y abrazos a su llegada. "Pensé que me llevaban al hospital", reconocía Adrián Dubla, después de recoger varios regalos. Entre ellos, un tricornio y una colección de pins de los cuerpos y fuerzas de seguridad de todo el país, al ser un gran aficionado a las insignias. Por su parte, el más pequeño recibió una reproducción de una ambulancia y juegos acordes a su edad. Sin embargo, el mejor regalo vino de la mano de varios animales, todos ellos, perros. En primer lugar, la 632 Comandancia de la Guardia Civil hizo una exhibición canina con tres perros para hacer demostraciones de búsqueda, obediencia y captura. El remate lo pusieron Kendal y Grazon, dos perros hermanos ganadores de campeonatos mundiales y nacionales. Sus medallas de oro y los galardones de los campeonatos de este año fueron a parar a las manos de Adrián y Héctor. "Ha sido todo muy emocionante", coincidían los dos zamoranos al término del acto.

La magia de la jornada la puso Jesu Hernández, capaz de extraer de su boca metros de papel y de cambiar de color un pañuelo con la asistencia de tres pequeños ayudantes.

A Héctor le gusta "jugar con mis playmóbil", dice en voz baja, tímida pero vivaracha. Adrián disfruta cuando "paseo con mi perra, juego con la consola y salgo con los amigos". Los ánimos... "pues ahí van, a días", reconoce, después de cinco años de enfermedad. Sus historias son duras, pero ayer ellos y sus familias recibieron un balón de oxígeno en forma de afecto para impulsar su lucha. A cambio, una lección de vida.