Desde los nómadas del Paleolítico hasta los señores del medievo, sin importar los siglos que les separan, un fuerte nexo iguala a todos los hombres: sus ritos funerarios. El dar descanso y honrar a los muertos es una costumbre que, con sus matices, han mantenido los hombres a través de los tiempos. Y numerosas huellas de estas tradiciones se atesoran en el Museo de Zamora, que invita a descubrir su colección a través de este original prisma, con la excusa de la festividad de Todos los Santos.

Solo los neandertales arrojaban a sus difuntos a una fosa común, sin un proceso de enterramiento que sí comenzaron y perfeccionaron su predecesores. Los nómadas del Paleolítico primero, y los hombres del Neolítico, conviviendo ya en poblados, iniciaron esos ritos, cuyo símbolo más repetido en Zamora es el dolmen, una especie de sepulcro colectivo que igualaba a todos en la muerte. Cerámicas, joyas o armas que los acompañaban al más allá se acumulan en el museo. Las tumbas cambiaron cuando la sociedad se comenzó a jerarquizar, con sepulcros individualizados, como el encontrado en Otero de Sariegos, perteneciente a una niña.

Los berracos, que simbolizan toros o cerdos, son quizá la estructura más conocida en referencia a estos ritos. Aunque originales de la Edad de los Metales, los romanos los utilizaron después como soportes de inscripciones funerarias, para depositar debajo las cenizas de los fallecidos. Fueron ellos quienes desarrollaron todo un escrupuloso culto alrededor de la muerte. Los difuntos, inhumados o incinerados, eran recordados a través de las máscaras de cera que les hacían y decoraban después las viviendas familiares, no les faltaba a ninguno de ellos su moneda de plata para pagar la barca que Caronte dirigía al más allá ni comida para el largo camino. Ejemplos de todo ello se pueden observar en las vitrinas del museo.

Sarcófagos de granito

Tampoco es difícil encontrar en algunas localidades de la provincia sarcófagos de granito, de época medieval, que se han reutilizado como abrevaderos para los animales. Se caracterizan por ser más estrechos en uno de sus extremos y por tener en su interior la marca en la que se encaja el cuerpo. De esa época también la galería zamorana tiene ejemplos del respeto por los muertos a través de la pintura. Tanto de influencia flamenca como del Renacimiento, las escenas transmiten esa consideración hacia lo desconocido.

La última parada del recorrido es la iglesia de Santa Lucía, que ejerce de almacén para el museo. Allí se acumulan multitud de estelas romanas, encontradas en distintos puntos de la provincia y cuidadosamente ordenadas y clasificadas. Todas ellas con sus motivos solares, de clara herencia celta, y muchas conservando todavía el nombre y la edad de la persona fallecida.

La oportunidad para disfrutar de este especial recorrido por las salas del Museo de Zamora se repite hoy, a partir de las 12.30 horas, para aquellos que quieran descubrir una nueva mirada, tan fúnebre como interesante, de la historia.