"Tú, ya sabes, a mi lado, donde mejor se ven los toros, encima de los toriles". Y yo, obediente, me sentaba junto a él en un tablón que no sé de dónde sacaba y, como los gallinas, casi en el aire, veíamos todos los san pedros las corridas. Así desde los años ochenta, desde la época del empresario Gutiérrez Puerta, hasta no sé..., los noventa acaso". Daniel Pérez Hariná era un señor. Elegante en el vestir, parco en el decir y con un tono de voz apagado, muy sentencioso y enterado, sobre todo en cuestiones taurinas.

Se ha muerto un clásico de la radio, de los históricos de Radio Zamora, cuando la emisora estaba en la Farola y había que inventarse los sonidos para que lo que se contaba detrás del micrófono fuera más creíble que la propia realidad.

Puro arte

Ejerció de técnico de sonido hasta los años ochenta. Ayudó a hacer grande un oficio que en muchos casos devino en puro arte. La radio de Vicente Planells, de Charito Borrego, de Eduardo Ramos, de Carlos Pedrero..., un ramillete de (grandes) voces que sonaron bien claritas gracias al hacer de Daniel, siempre en la sombra, pero que se crecía cuando sonaban los clarines de un festejo taurino, ay entonces...

Entonces llegaban las sentencias y que nadie le dijera lo contrario. Como buen aficionado, de los de antes, había hecho sus pinitos como novillero, que a mí me lo dijo, y no tenía mal fuste. "Lo que pasa es que lo del mundo del toro es muy difícil, hay que tener mucha suerte, padrinos y quedarte quieto que eso, por mucho que digan, es lo más difícil". Y se quedaba pensando un momento antes de levantar la voz: "Pero hombre, pero es que no lo ve el presidente, ese toro está cojo, no ves, no ves, cómo blandea. Es una vergüenza, ahora ya nadie sabe lo que tiene que saber, te digo yo que esto es una vergüenza...". Sus crónicas las leía en su emisora con gusto, deletreando los na-tu-ra-les y siempre añadiendo alguna frase de entendido, como cuando me decía en la plaza "escucha, escucha, lo aplauden en el arrastre y ya no se acuerdan de cuando hizo la gallina, no hay sentido, te digo yo que cada vez la gente sabe menos de toros".

Entendido de verdad

Él sí, él era un entendido de verdad, de los que ven al año una cincuentena de corridas. No se perdía ni un solo festejo de la feria de Salamanca, compraba el abono todos los años y, ya jubilado, hacía de cronista en la Plaza Mayor de Zamora para los que no podíamos acercarnos a la ciudad charra. Allí estaba muchas mañanas, cuidando el ágora como si fuera suya, que yo creo que sí y que por eso se enfadaba tanto cuando en las fiestas de San Pedro los conjuntos rompían los bafles a bocinazos. "No hay respeto, eso es lo que falta ahora...". Y tenía razón, como siempre.

Se fue definitivamente el viernes y hoy será enterrado en el cementerio de San Atilano. La misa (a las diez de la mañana) en la iglesia de San Juan. Seguro que desde donde esté verá también este año la feria de San Mateo. Será, como siempre, su mejor cronista. El más legal, desde luego. Y el más elegante.