Además de propiciar para la capital la eterna designación de «La bien cercada» y de que tras su resistencia al sitio de la ciudad quedará instaurado en el lenguaje popular aquello de «Zamora no se ganó en un hora», la reina doña Urraca realizó otro hito en la historia: donar un cáliz a la basílica de San Isidoro de León, que resulta ser el codiciado y venerado Santo Grial.

Esa es la conclusión a la que ha llegado la historiadora leonesa Margarita Torres, que tras seguirle la pista a esta valiosa pieza ha concluido que es la copa por la que Jesucristo bebió en la Última Cena.

El libro «Los reyes del Grial» recoge el trabajo realizado por Torres, que se ha remontado hasta los orígenes de la pieza, que relatan la historia desde su custodia en la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, hasta su destino definitivo en la basílica de San Isidoro de la ciudad leonesa, según publica El Diario de León.

La pieza en un principio estaba formada por dos cuencos de ónice de época greco-romana, anterior al cristianismo y de escaso valor, incluso astillado por el uso, pero doña Urraca mandó realzarlo recubriéndolo con oro y piedras preciosas y el resultado fue uno de los más valiosos objetos del románico hispánico.

Hasta el momento se desconocía por qué la reina quiso darle tanta importancia a una pieza sin ningún significado aparente, algo que queda resuelto al constatar que se trata del Santo Grial.

En el año 1065 doña Urraca heredó de sus padres, Fernando I y Sancha, el sitio de Zamora, además del cáliz que se perfila hoy como una de las piezas que más intrigas ha suscitado durante toda la historia.

Desde Jerusalén, la pieza pasó de mano en mano como regalo para estrechar lazos entre califas y emires hasta llegar a las de Fernando I, principal benefactor junto a su mujer del templo leonés donde se custodia hoy el valioso cáliz, y donde está enterrado el matrimonio y la valerosa reina medieval zamorana.

Aunque valioso, el cáliz ha pasado desapercibido hasta la fecha. Lo que hoy en día se sigue cuestionando es por qué Fernando I, que sabía que lo que caía en sus manos era el codiciado Santo Grial, lo mantuvo en secreto hasta que la historiadora leonesa ha encontrado en antiguos legajos de la Universidad de Al-Azhar de El Cairo las claves para resolver el misterio.