Experta en arte románico, Marta Poza Yagüe ha sido la invitada más novedosa del curso «Arte en Zamora» cuya sesión teórica ha desarrollado la UNED durante toda la semana en el Colegio Universitario. El centenar de alumnos inscritos asistieron atentos a los detalles que la profesora soriana desgranó sobre la iglesia de Santa Marta de Tera y el relieve expatriado, una «maiestas domini» de grandes proporciones. Exigente y meticulosa, la docente reclama mayor profundidad histórica en el conocimiento y difusión del legado románico para evitar «patrones erróneos» y mantiene una «cruzada personal» contra los caballeros templarios. O mejor dicho, contra quien idealiza y explota la figura de los monjes guerreros de las cruzadas.

-¿Por qué su vida profesional se ha centrado en el estudio del románico?

-Es fácil hablar de románico desde Zamora y también de Soria, de donde yo vengo. El románico con el que naces acaba formando parte de ti y das un paso más para tratar de comprender lo que hasta la fecha había pertenecido solo al ámbito familiar.

-¿Se ha respondido ya a las preguntas que se ha hecho estos años sobre este estilo artístico?

-Me quedan prácticamente todas sin responder. Si alguien me preguntara quién me gustaría ser si pudiera reencarnarme, mi respuesta sería clara: el maestro Mateo. Me ayudaría a aclarar muchas de las cosas sobre las que hipotetizamos.

-¿Qué cinco cosas claras tenemos sobre el románico?

-Primero, que se trata de un arte que responde a unos planteamientos litúrgicos nuevos. La importancia de la orden de Cluny es clave en algunos territorios peninsulares, algo muy evidente en Castilla y León, aunque discutible en otras regiones como la aragonesa. La imagen va a cobrar una enorme importancia dentro del edificio como elemento de doctrina o pedagógico, aunque también estético, complemento necesario en los siglos XI y XII. Por último cabe destacar que el románico cohesionó la vida social, política y religiosa del momento.

-Siempre nos referimos a este estilo como el primero que traspasó fronteras?

-Así fue. Con la disgregación del Imperio romano, los distintos territorios europeos -da lo mismo el Imperio oriental que las antiguas regiones occidentales- se mueven por estilos nacionales y locales que responden a unos orígenes y que dan respuesta a unas necesidades específicas. Es verdad que con el románico se vuelve a unificar todo, incluido el rito. Hasta finales del siglo XI, todavía se mantienen en territorios europeos ceremonias particulares. Si me ciño a España, en Zamora por ejemplo, el antiguo rito hispano instaurado en época de la monarquía visigoda (que después se va a conocer como liturgia mozárabe) tenía unas características específicas, su calendario normalizado de uso peninsular, y esto condicionaba la construcción de edificios más cerrados, oscuros. A partir de la segunda mitad del siglo XI, desde Roma se busca normalizar la liturgia y se llega a una obligatoriedad: todos los territorios bajo amparo de la Santa Sede deberán seguir la misma liturgia, la gregoriana. Se llamó así porque uno de los papas más representativos -ni el primero ni el último- fue Gregorio VII. A partir de ahí, con una ceremonia común que condiciona los espacios del templo todos construyen de la misma manera. Puede que haya estilemas propios, pero si los usos son los mismos, la espacialidad es idéntica. Si sumamos a esto el fenómeno de las peregrinaciones y el monacato benedictino (después el cisterciense) que luego internacionaliza las formas, tenemos la explicación.

-El misterio asociado al románico, ¿está justificado o es un patrón difundido por determinados intereses?

-No tanto por algún tipo de interés, pero hay mucho de mito y de márqueting. Es cierto que todavía no tenemos solución ni para muchas formas ni para la iconografía de muchos capiteles, pero de ahí a seguir abundando en la idea de un periodo oscuro, de dominio casi sectario de ciertos grupos como los famosos templarios o lo esotérico porque vende más, hay una distancia. De esta forma, se crea mayor interés por los templos, pero hay que precisar, por ejemplo, que las marcas de cantero son el sistema de cobro en la época y que no tienen nada que ver con ningún tipo de idea esotérica ni de orden secreta. Hay cierta novela histórica que es muy atractiva para el lector, pero que puede llegar a formar conciencias que no responden del todo a la realidad de los hechos. Existe un abuso de ciertos tópicos.

-¿Cómo aborda lo esotérico un historiador, un científico?

-Relativizándolo. Partimos del documento y, en arte, de la obra de arte. La analizamos en sus formas, volúmenes e imágenes y la contextualizamos. ¿Cómo? Tratando de buscar el otro documento paralelo: una carta de donación, unas tierras, el nombre de un rey o de un obispo? Algo que nos ayude a hilar la historia del edificio.

-Como en todo, hay buenas y malas novelas históricas. ¿Han contribuido, en general, a una difusión positiva del arte?

-Efectivamente, hay de todo. Existe novela histórica que trata el panorama artístico bastante bien y otra que lo deforma completamente para servir a unos intereses. Años atrás se puso de moda «Los pilares de la tierra». La primera parte no trazaba mal del todo lo que era la génesis de una catedral gótica, cómo se abrían las canterías, los maestros o los problemas de abovedamiento. En cuanto al contexto, entiende muy bien la Edad Media Umberto Eco. «El nombre de la rosa» es una novela magistral e incluso la película basada en el texto que dirigió Jean-Jacques Annaud refleja bien la época y hasta los edificios. Si nos vamos al polo opuesto, «La catedral del mar» de Ildefolso Falcones puede ser sugerente en cuanto al argumento, pero todo lo que trata de la construcción de Santa María del Mar se cae por su propio peso, empezando por aquella idea de los canteros subiendo a la montaña todos los días, en fila, cantando? Quien intente coger un sillar de una de nuestras iglesias sabe que ni lo hacían tan contentos ni cantando ni varias veces al día con el mismo vigor.

-Viene de Soria, donde el románico es disperso, el contrapunto a la concentración urbana de Zamora, ¿cuál es su análisis de la relación entre las dos provincias?

-Las dos capitales tienen una concentración importante de edificios románicos, pero si sumamos el conjunto del territorio provincial, Soria tiene más templos porque prácticamente todas las poblaciones conservan su iglesia o algún elemento. Zamora tiene menos dispersión, pero más concentración. Aquí tenéis la capital, Benavente o Toro asumiendo la labor en piedra y aquellos edificios que se trabajan en ladrillo. Esto puede deberse a múltiples razones como la ordenación del territorio. A lo mejor es que en Soria tenemos menos dinero y se actualizan menos las iglesias.

-Soria guarda templos en los emplazamientos naturales más espectaculares, ¿es difícil descubrir su legado románico?

-La capital tiene una selección de edificios muy importante y nos explica el último tercio del siglo XII. Si seguimos el curso del Duero y nos vamos a la zona de San Esteban de Gormaz, podemos encontrar la posible primera galería porticada que existe. También tenemos el eremitorio de San Baudelio de Berlanga con sus pinturas, muchas de ellas en Estados Unidos. También ejemplos fantásticos como el ábside de Nafría la Llana, los capiteles de Torreandaluz, la Catedral de Osma? Y también iglesias encastilladas en la parte oriental de la provincia: Magaña, Baltajeros, Fuensaúco?

-Y en Zamora, ¿con qué elemento se queda?

-Con el sepulcro de La Magdalena, sin duda. Es tópico, pero su calidad es de un nivel extraordinario.

-¿Qué opina de los programas de restauración impulsados por la Junta de Castilla y León tanto en Soria, como en Burgos, Palencia o Zamora?

-Los conozco de forma parcial. Es un éxito en la medida que tratan de conservar o poner freno a humedades o problemas inmediatos. Pero también es cierto que no se interviene a fondo en muchos templos y en otros se actúa sin que realmente haya un estudio previo inicial. Porque hay edificios que parecen estar muy bien por fuera, pero necesitan catas o lecturas de paramentos. A nivel epidérmico sí se está haciendo un esfuerzo. Si profundizamos, debería hacerse algo más. Y según digo esto, también soy consciente de que Castilla y León tiene nueve provincias, es la más extensa de toda España, y atraviesa un momento económico complicado. El dinero en patrimonio es una inversión de futuro, porque cuanto mejor lo conservemos, más personas vamos a atraer. Y es cierto que más allá del esoterismo y los templarios, el románico está de moda.

-Viene a hablar de Santa Marta de Tera, un templo tan valorado por unos pocos como desconocido por muchos?

-Santa Marta de Tera me seduce en la misma proporción que me causa interrogantes. Es uno de los edificios de mayor y mejor calidad en el plano arquitectónico, que tiene hoy por hoy el mismo problema que debió de padecer a finales del siglo XI: está a desmano de todos los sitios. Había que hacer intención de desviarse por un ramal secundario para llegar a Compostela por Sanabria. La conocen pocas personas por su situación y, a lo mejor, fue quien no tuvo que ir. Estoy hablando de 1926. El problema de Santa Marta no es muy diferente al de otros espacios castellanos: Berlanga en Soria, Maderuelo en Segovia? En torno a los años veinte el coleccionismo estadounidense es muy fuerte, justo antes de la depresión de 1929. Magnates con mucho dinero vienen, ponen los billetes encima de la mesa y, en estos momentos, los párrocos son los titulares del patrimonio. Todas aquellas obras que no están bajo la declaración de bien de interés cultural carecen de protección jurídica estatal. Si llega alguien, te da un montón de dinero por una pieza para cubrir necesidades, la obra sale. ¿Expolio? El problema es que las ventas fueron legales, aunque duele ver fuera tantos bienes. Cuando pienso en el relieve de Santa Marta en Rhode Island, también se me viene a la cabeza el claustro de Salamanca en Palamós? No van a retornar porque no se han robado, no se han expoliado.

-En el caso de Santa Marta, hablamos de un relieve de grandes dimensiones que registró el historiador Gómez-Moreno y años más tarde fue vendido a un anticuario.

-Efectivamente. Gómez-Moreno la encontró arrinconada y sucia a los pies de la iglesia. A ojos de un anticuario, todo lo que tuviera una pátina de antiguo era apetecible. Sobre todo si estaba en el estado de conservación de esta «maiestas domini». Allí había también otras piezas que no estaban tan bien y se desecharon.

-¿Dónde pudo estar originalmente la pieza?

-Yo creo que estuvo en la fachada occidental. Lo que no sé decir es exactamente dónde. Pudo formar parte de un tímpano o estar en un friso de sobrepuerta... pero sé que estaba a los pies de la iglesia.

-Es un raro ejemplo, ¿verdad?

-Por su tamaño, pero no por el material en el que está hecho. Hasta hace unos años parece que piezas de este tipo no habían llegado al románico peninsular hasta la década de los cuarenta o cincuenta del siglo XII. Es verdad que poco a poco se van descubriendo elementos deteriorados que se empiezan a entender en sus formas, obras que nos dio a conocer Gómez-Moreno y que hoy están desaparecidas, como otra «maiestas» del monasterio de Sahagún. La primavera pasada conocimos que no solo no se había perdido, sino que seguía en León y se intentó vender al Museo Arqueológico.

-¿Debería retornar esta pieza a Santa Marta o desde la óptica del siglo XXI está mejor en un museo de Estados Unidos?

-Si la iglesia está bien y Santa Marta lo está, desde el corazón, diría que la «maiestas» debería estar en Zamora. Pero esta pieza no va a volver. La tenemos descontextualizada, debemos explicarla con los 10.000 kilómetros de distancia que hay con Rhode Island, pero no va a volver. Que me perdonen los zamoranos.

-¿Ha tenido la ocasión de verla en Rhode Island al natural?

-No, me puse en contacto con el museo porque las imágenes que tenía partían de la plancha de Gómez-Moreno que después reprodujo Porter en 1928, aunque él no la debió de ver directamente. Durante mi tesis, manejando muchas obras, pude revisar el catálogo de Rhode Island, de repente me encontré con un relieve que me sonaba.

-¿Usted la dio a conocer?

-En el año 1998 o 1999, constato que se trata de la «maiestas» de Santa Marta. La tesis la leo en 2004, pero no está publicada. Como tal es Fernando Regueras quien en una publicación en 2005 establece el origen de la pieza de Rhode Island. El mérito es suyo.

-De Santa Marta y San Leonardo salieron relieves de gran tamaño, pero sin duda no tenían la envergadura del claustro de Palamós. Usted lo ha llamado ya «claustro de Salamanca», ¿tan claro lo tiene?

-Me fío al cien por cien de Gerardo Boto. En estos momentos, si alguien puede tener claro de donde vienen esos capiteles es el profesor que lo redescubrió. Es quien trabaja en ello, creo que tiene ya los documentos y además hay un elemento clave: la piedra de Villamayor. Si hay un edificio con partes del siglo XII que, por talleres y estilo, puede coincidir con obras de ese tiempo en piedra de Salamanca, la respuesta está clara.

-¿Cómo ha vivido el redescubrimiento de este conjunto?

-Palamós me parece que tiene una importancia trascendental porque acabaría explicando cómo funcionan los talleres de artistas y canteros y sus modos de hacer. Como descubrimiento me parece fundamental, porque a partir de ahí los expertos como Gerardo Boto nos puede ayudar a trazar una línea por la que debemos seguir todos en los próximos años. Es un descubrimiento importante, voluminoso.

-¿Cree que deberían tomarse medidas para conservarlo?

-Habría que hablar con restauradores expertos en el tratamiento de la piedra. Debería aislarse el conjunto aunque el propietario no lo va a hacer. Sobre todo hasta que no se le dé la máxima protección jurídica.

Otro descubrimiento de Manuel Gómez-Moreno

En sus labores para redactar el primer catálogo histórico-artístico de la provincia a principios del siglo XX, el experto Manuel Gómez-Moreno halló en un rincón de la iglesia de Santa Marta de Tera una pieza de grandes dimensiones, una «maiestas domini». Un anticuario la adquirió en 1926 y la obra acabó en el Museo de Arte de Rhode Island, en el estado norteamericano de Providence. Marta Poza y Fernando Regueras la hallaron allí hace una década.