Desde el pasado día 5 de marzo, coincidiendo con el inicio de la Cuaresma, hay un cartel en una de las vallas publicitarias de la zona de Vista Alegre donde el mensaje es claro: «Soy Cristo. Estoy vivo». El anuncio y el soporte utilizado ha llamado la atención de los zamoranos y la foto se ha propagado como la pólvora por teléfonos móviles y correos electrónicos. «Nada es casual, comienza la Cuaresma y mi mensaje es claro: se ha producido un cambio en mi vida y he querido que todo el mundo lo sepa», ha declarado el autor del llamativo anuncio, el zamorano Jaime Sánchez, quien asegura que ahora es Cristo.

El pequeño municipio de Villalonso recibió el pasado miércoles la visita de varias patrullas de la Guardia Civil que traían consigo una orden judicial para llevarse a las hijas del joven Jaime Sánchez Heras, de nueve y cuatro años, y a las que no llevaba al colegio desde hace un mes por considerar que «en la escuela sólo hay competitividad. Se pasan seis horas sentadas en una silla alejadas del mundo», declara el padre de las menores, que asegura ser «Cristo vivo».

El padre no opuso resistencia en el momento en que los agentes se llevaron a las niñas del domicilio donde hasta la fecha residían con él, «yo acepto lo que está sucediendo, no lucho contra nada, es lo que tiene que ser. Es más, siento que aquí y ahora no es el momento para que haya niños, porque quien se una tiene que ser elegido por él libremente», añade el zamorano, divorciado de su mujer, con la que tiene pendiente un juicio por retener a las niñas y no llevarlas al colegio. Con ella residía en la casa de Villalonso hasta que decidió marcharse, y donde en la actualidad Jaime vive con dos jóvenes seguidoras, dos perros y un cordero.

Hace más de un año que Jaime y su entonces mujer llegaron al pueblo y alquilaron una casa rural en desuso, «aunque nunca se han relacionado mucho, al principio parecían una familia más, pero últimamente las cosas han cambiado, andan descalzos y con una especie de túnicas, no salen a la calle y han tapado todas las ventanas con telas», relatan los vecinos, que sin embargo reconocen que «son gente muy correcta, no dan problemas y son muy amables». Una vida extraña, pero sin estridencias, excepto algún hecho puntual como el de «cantar y hacer sonar tambores a altas horas de la madrugada, llevar a las hijas descalzas en invierno, como van ellos, o decir que las niñas no tenían ganas de ir al colegio, y que por eso no las llevaban».

Fue en 2009 cuando la crisis económica terminó de echar por tierra los negocios que el joven regentaba. «Fue una época muy mala, caí en una depresión, me marché a Galicia, viajé por Argentina y mi vida fue dando un cambio, hasta hoy, que sé que voy a dedicar mi vida a Dios».

Colocar la valla responde a uno de esos cambios, hace dos meses, «cuando me di cuenta de que soy Cristo y decidí dar la cara, que mi familia y todo el mundo sepa que mi vida como Jaime ha desaparecido y ahora está dedicada a la palabra de Dios».

El joven acudió una vez a la iglesia del pueblo a leer «la Palabra» y algunos de sus seguidores, llegados desde distintos puntos de España, frecuentan con normalidad el bar del pueblo. La Guardia Civil sigue «controlando» a diario la vivienda, una coqueta propiedad de 2.000 metros cuadrados.