Todo comenzó en enero del pasado año. Una casa rural ubicada en la calle Oro que apenas había registrado visitas hasta la fecha ganó un inquilino «para un año». Desde entonces, los vecinos han sido testigos del ir y venir de decenas de forasteros. ¿Qué hacían allí? Los moradores de las casas vecinas lo ignoran, pero apuntan algunos detalles: la calle repleta de vehículos, velas encendidas, sonido de tambores a altas horas de la madrugada, canto de salmos... «En ocasiones, hemos visto cómo andaban desnudos en el interior de la casa con toda normalidad», apuntan los vecinos bajo una voz unánime: «Creemos que es una secta».

En la antigua casa rural podían reunirse «más de veinte personas». Esto es, más gente que en un pueblo en el que habitualmente conviven unas 25 personas. El líder del grupo establecido en Villalonso confirma que en el último año «ha venido gente de todas partes». Forasteros de Cataluña, País Vasco o Navarra. ¿Quién los había llamado? «Han venido solos, por el boca a boca», aclara Jaime Sánchez.

La casa de Villalonso se ha convertido en lugar de destino de «muchas personas que he ido conociendo desde el año 2009, cuando empecé a recorrer el país», explica el inquilino. Sin embargo, el ajetreo cambió hace dos meses, cuando Jaime Sánchez decidió dar un giro al objetivo de las reuniones. «Mientras se podía fumar porros, se comía de todo y la gente hacía lo que le daba la gana, esto estaba lleno», explica Jaime Sánchez. «Cuando les dije que esto iba a cambiar, salieron corriendo porque al ser humano no le gusta que le digan lo que tiene que hacer», añade.

El exempresario zamorano justifica que «ese es el conflicto con Dios. Todos los seres humanos del planeta tienen un plan distinto y el conflicto es inevitable». Lo cierto es que la muchedumbre ha dado paso a unos pocos moradores. Jaime Sánchez, quien dice ser Cristo o el Espíritu Santo, vive actualmente con dos mujeres.

Una de las compañeras es Une, una joven procedente de Barcelona. «Lo conocí en Galicia y me convenció su filosofía», explica. «Ante cualquier dolencia, él me pone las manos y me cura al instante», añade. Ahora esperan la llegada de más personas «cuando no haya presión», dice el exempresario ante la presencia periódica de la Guardia Civil. «No tenemos prisa, vendrán», zanja Sánchez Heras.