El interés por dedicar parte de su tiempo libre a los demás le hizo entrar a este granadino en el Teléfono de la Esperanza. Catorce años después, Juan Sánchez Porras es presidente internacional de esta ONG, además del máximo responsable de la delegación de Málaga. Este jueves participa en el Club LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA para hablar de los últimos pasos que la asociación está dando para su puesta en marcha en la capital.

-Fue nombrado presidente internacional de la asociación en 2012, ¿cuáles son sus funciones en un organismo que cuenta con sedes repartidas por gran parte del mundo?

-Las funciones del presidente son principalmente las de representar al Teléfono de la Esperanza en diversos foros y ejecutar los acuerdos adoptados por la Asamblea General y por la Junta Directiva. Más allá de estas funciones estatutarias, mi gran tarea es cuidar a los voluntarios y favorecer que la asociación preste un servicio de calidad a la sociedad española, especialmente, aquellos que más sufren.

-¿En qué países se puede descolgar y llamar a este teléfono en busca de apoyo?

-En 28 provincias españolas existen líneas del Teléfono de la Esperanza, que reciben llamadas de todo el territorio nacional. Además, hay centros en Portugal, Suiza, Venezuela, Colombia, Perú, Chile, Ecuador, Honduras y próximamente en Francia, Estados Unidos, Nicaragua y Costa Rica

-¿El tipo de llamadas difiere mucho entre los usuarios que están en España, resto de Europa o países de Hispanoamérica?

-Hay problemas que son comunes a todos los seres humanos, con independencia de su cultura, de su situación social, de su lugar de procedencia e, incluso, de la época histórica en la que viven. Por ejemplo, la soledad, los conflictos interpersonales provocados por celos, envidias u odios. Bastaría recordar la tragedia de Medea quien, allá en el lejano siglo V antes de Cristo, es capaz de matar a sus propios hijos para vengarse del marido. Hay otro tipo de problemas propios de cada contexto cultural y geográfico y otros como la emigración, la penuria económica o la pobreza cultural, que son específicos de cada sociedad.

-En España, ¿han cambiado las necesidades de ayuda de los usuarios en los últimos años?

-Sin duda. Pensemos, por ejemplo, que el paro genera estrés, ansiedad, cambios en el estatus socioeconómico? Todo ello implica que las relaciones se tornen más complejas, con inevitables repercusiones tanto a nivel individual como a nivel familiar. Jóvenes altamente cualificados que, por no encontrar empleo, no pueden gozar de la independencia que les brindaría un salario y deben mantenerse en el hogar familiar, padres de familia con la autoestima deteriorada por no poder hacer frente a las exigencias de su entorno familiar, parejas jóvenes que se han visto obligadas a regresar a la casa de sus progenitores porque carecen de medios para mantener su propia autonomía? También el aumento de las adicciones, las provocadas por las nuevas tecnologías. Se trata de variables nada irrelevantes que ponen a prueba la capacidad de resiliencia de los seres humanos, obligados a aceptar circunstancias que ni desean, ni son, por supuesto, deseables.

-¿Qué número de llamadas se pueden recibir al año, se han visto incrementadas en los últimos periodos?

-El pasado año, el Teléfono de la Esperanza atendió 112.000 llamadas, con una media de duración de 15 minutos. Ha sido necesario incrementar los servicios prestados por el Teléfono de la Esperanza, dado que detrás de la crisis económica se esconden graves problemas emocionales y de salud mental.

-¿La crisis afecta en el tipo de usuarios que llaman al Teléfono de la Esperanza?

-Lo que nosotros vemos es que la crisis nos hace más vulnerables y, en algunos casos, agudiza los problemas emocionales y relacionales que ya estaban latentes.

-Estas nuevas situaciones, ¿han obligado a plantearse a la asociación cursos más específicos para los voluntarios, un giro en la formación?

-Uno de nuestros intereses prioritarios ha sido, históricamente, la formación de nuestros voluntarios. En esa dirección no ha sido necesario introducir grandes cambios, porque dentro de nuestros programas tenemos incorporados cursos y talleres para responder ante crisis específicas, como ideas suicidas, estrés y ansiedad, baja autoestima o crisis familiares.

-¿Cuáles son los problemas y necesidades que no cambian entre los usuarios españoles, cuáles siguen siendo llamadas habituales en el día a día?

-Los inherentes a la condición humana. Como problemas psicológicos, familiares, relacionales, de soledad o de comunicación. En 2013, las llamadas en crisis fueron motivadas en el 58,7% de los casos por problemas psicológicos y psiquiátricos, en el 30,7% por problemas familiares y relacionales, en el 6,6% por problemas asistenciales y en el 4% por problemas jurídicos. Estos porcentajes se mantienen con pocas variaciones a lo largo de los años. La temática más común en las llamadas del año pasado fue la soledad y el aislamiento, que supusieron un total de 11.381 llamadas, lo que supone alrededor de un 10% del total. Este es uno de los problemas que más llamadas provoca habitualmente.

-¿La propia asociación también se ha visto afectada por la crisis?

-Evidentemente. La reducción de las subvenciones de los últimos años nos ha afectado de manera importante. Es esta una circunstancia que me preocupa mucho porque, aunque el 98,2% está constituido por voluntarios, tenemos gastos importantes por el pago de salarios del personal contratado y del mantenimiento de las sedes.

-¿Se puede decir que el Teléfono de la Esperanza cubre en cierta medida una labor de la que se ha desentendido el Gobierno, con tantos recortes en materia social?

-Desgraciadamente, las ONG estamos cubriendo unas necesidades a las que deberían responder las administraciones, pero dadas las actuales circunstancias de recortes sociales no nos queda más remedio que buscar soluciones para las personas más vulnerables. Esta crisis económica hubiera sido insostenible socialmente sin el trabajo generoso de los voluntarios y las ONG. Y esta labor valiosísima de tantas y tantas personas todavía no ha sido suficientemente reconocida y apoyada por las administraciones públicas.

-¿Recuerda cómo fue su primer contacto con el Teléfono de la Esperanza?

-Siempre tuve la motivación de dedicar algunas horas de mi tiempo a tareas de voluntariado. Barajé varias opciones y me sentí interesado por el proyecto del Teléfono de la Esperanza, al que tuve oportunidad de conocer a través de un amigo, profesor de la facultad de Psicología de Málaga.

-¿Alguna llamada le marcó especialmente?

-Recibí una llamada anunciando que un familiar amenazaba con lanzarse al vacío. Tuve la oportunidad de hablar con él y la satisfacción de que desistiera de su propósito.

-¿Es necesaria una preparación como la suya, que es psicólogo y pedagogo, para poder ser parte del Teléfono de la Esperanza?

-No es necesario ser profesional de Psicología o tener un título universitario. Todas las personas tenemos capacidades para la ayuda, simplemente hay que formarse para descubrirlas y desarrollarlas. En el Teléfono de la Esperanza ofrecemos una formación específica en la destreza de la escucha activa y de la relación de ayuda a la que puede acceder cualquier persona para atender la línea. Cuando el orientador que atiende esta línea telefónica valora que el llamante necesita una atención especializada, se le invita a que acuda a la sede donde será atendido por un profesional de la psicología, un orientador familiar o un abogado. Hay otros voluntarios que colaboran en tareas administrativas, de organización de eventos, de búsqueda de recursos o de implementación de las nuevas tecnologías, por ejemplo.

-¿Qué cualidades debe tener un voluntario del Teléfono de la Esperanza?

-Tiene que ser alguien con cabeza, manos y corazón. Con cabeza porque nadie puede ser un buen agente de ayuda si no es una persona sensata y equilibrada; con manos porque debe estar dispuesto a mantener un compromiso, sostenido en el tiempo, de dedicar su tiempo y sus habilidades a los demás; y con corazón porque debe ser una persona solidaria, altruista, con capacidad empática y con valores humanos.

-¿Cuál es el perfil del voluntario en España?

-La media de edad ronda los 54 años y llevan colaborando con nosotros una media de 8 años. La mayoría de los voluntarios son mujeres, el 70%. Es cierto que la mayoría de ellos, el 73%, tienen estudios superiores, pero también hay voluntarios con estudios medios, el 21%, y estudios básicos, el 7% restante.

-¿Qué se le dice a una persona que llama desesperada por su situación, por ejemplo, lo que cada vez es más habitual, que se encuentre en el paro, con una hipoteca y una familia a la que sacar adelante?

-Pues en esos casos no es mucho lo que, en principio, se puede decir, pero sí se puede mantener con ella una actitud empática de escucha activa que le trasmita comprensión y respeto. A partir de aquí, como psicólogo, yo trabajaría con sus pensamientos y sus sentimientos, y buscaríamos una línea de actuación de acuerdo a su perfil, a su entorno y a sus recursos personales. Intentaría trasmitirle un mensaje de esperanza. Nuestro fundador decía que «cuando existe la esperanza todos los problemas son relativos». Y este es el sentimiento fundamental que queremos transmitir desde nuestra organización.

-En la formación del voluntario, ¿se enseña también a aprender a desconectar cuando se termina la jornada? ¿Es importante formar en este sentido?

-Naturalmente. Sería muy perjudicial transportar al propio círculo familiar o social los problemas a los que uno se ha enfrentado en sus horas de voluntariado. Mejor llevarse la satisfacción del deber cumplido y de la ayuda prestada. De hecho, cada día, en nuestra asociación estamos más comprometidos con el bienestar de nuestros voluntarios, la capacidad de desconexión es fundamental.

-Escuchar al que tenemos más cerca, ¿está infravalorado en la sociedad actual?

-Pocas cosas nos gratifican más que el sentirnos escuchados. Cuando eso sucede tenemos la seguridad de que somos importantes para quien nos presta su atención. Sin embargo, y desgraciadamente, una de las quejas más frecuentes es justamente la de quienes no se sienten escuchados ni siquiera por sus más próximos. Son tantos los ruidos externos e internos que nos aturden que no prestamos atención suficiente a quienes más amamos.

-¿Cuándo se pasa de la escucha a la acción en el Teléfono de la Esperanza, de recibir una llamada a ofrecer una atención cara a cara?

-El voluntario que recibe la llamada es quien debe evaluar si la persona que está al teléfono necesita ese tipo de ayuda. En tal caso se le cita en la sede, donde recibirá la atención del profesional que corresponda a su problemática. Esta ayuda es gratuita, anónima y confidencial. En algunos casos, el voluntario derivará al llamante a los talleres específicos y cursos organizados por el Teléfono de la Esperanza, bien para atender su problema específico, o bien para mejorar su salud emocional.

-Aquí la colaboración de profesionales es importante, ¿con qué plantilla se cuenta?

-Contamos con psiquiatras, psicólogos, orientadores familiares, trabajadores sociales que prestan gratuitamente sus servicios y que, aparte de su formación académica, han recibido la específica del Teléfono de la Esperanza.

-¿Y con qué ayudas económicas cuentan para continuar con la labor?

-Las subvenciones de las administraciones, por cierto cada vez más escasas, las cuotas de los socios, pequeñas donaciones, recursos propios que generamos con las más variadas actividades, como teatro, rastrillos o loterías? Ante la escasez de recursos, tenemos que estrujarnos la imaginación.

-¿En qué punto se encuentra la puesta en marcha del Teléfono de la Esperanza en Zamora?

-El Teléfono de la Esperanza dio sus primeros pasos en febrero de 2011. En estos momentos cuenta con un grupo de voluntarios, entre ellos dos titulado en psicología, un abogado y varios orientadores que están tratando de dinamizar nuestro proyecto. En la actualidad se está impartiendo un curso de inteligencia emocional, coordinado por dos voluntarios de Salamanca, al que asisten 32 personas y está programado un curso de «Conocimiento de sí mismo». Tengo gran confianza en la sociedad zamorana y la firme convicción de que seguiremos encontrando voluntarios que quieran comprometerse con nuestro proyecto al servicio de la buena gente de esta estupenda tierra. Me tranquiliza saber que cuento con el buen hacer de Emiliano Acevedo, quien con tanto empeño y acierto ha liderado los primeros pasos del Teléfono de la Esperanza de Zamora.

-¿Qué le diría a una persona que está pensando en la posibilidad de ser parte de la asociación mediante el voluntariado?

-Que no lo dude, que dé un paso al frente y que tenga la seguridad de que experimentará que es cierto aquello de «que hay más gozo en el dar que en el recibir». Sencillamente, porque descubrirá en sí mismo capacidades y cualidades en las que no había reparado. Cualidades que le ayudarán a crecer como ser humano y a ser más feliz. También a que mejoren sus relaciones de pareja, sus relaciones familiares o sus relaciones sociales. Porque quizá tuviera razón Paul Claudel cuando decía que la vida no tenía sentido si no era para darla.