No pudo superar la infección por parvovirus que sufría, pero por encima de todo, no pudo sobreponerse al abandono de su familia y a las nuevas y duras condiciones que se le presentaron en un lugar extraño para él.

«No paró de llorar mientras estuvo con nosotros, solo quería que lo tuviéramos en brazos y no respondía a ningún tratamiento, eso no es lo normal, pero él se dejó morir, no tenía ánimo para luchar», relata una de las voluntarias de la protectora Scooby Adopta de Zamora.

Hasta las instalaciones de la perrera municipal, en el Polígono de Los Llanos, llevaron sus dueños a Daddy (nombre con el que lo rebautizaron en la protectora), en un viaje sin billete de vuelta.

Atado a la verja del recinto lo encontraron los voluntarios de la perrera, que trabajaban en esos momentos dentro del edifico. Asustado y débil, el perro daba los primeros síntomas de su abatimiento y de su final, que tardó diez días en llegar.

Desde la protectora se muestran muy contrariados y tristes por la muerte del perro, de 12 años de edad y que sufría problemas de visión, además del virus que arrastraba. Aunque no es lo normal, a muchos animales los abandonan en la última etapa de sus vidas, una situación que hace que los miembros de la protectora se afanen en buscarles un hogar en el menor tiempo posible, «porque a esas edades y, además, habiendo estado toda la vida en casas, no se adaptan a la vida de la protectora, que aunque se le dan todos los cuidados, tienen veterinario, un techo, comida y mucho amor, es un lugar frío y extraño en el que muchos no logran comenzar una nueva vida», lamentan desde Scooby.

Daddy ha sido uno de esos casos. Viviendo toda la vida con sus dueños, al final de sus días, enfermo y desorientado, se separó de lo que más quería, por lo que ni los cuidados y desvelos del veterinario pudieron devolverle la fuerza y las ganas de vivir.

Nada se sabe de las circunstancias que llevaron a sus dueños a tomar la decisión de abandonarlo y son muchas las voces que han salido a la luz denunciando la situación. Aún así, desde la protectora no entienden cómo alguien puede desentenderse de un animal con el que ha compartido su vida, por lo que una de las teorías puede ser que sus dueños hayan muerto o les hayan trasladado a una residencia y sus familiares, vecinos o amigos no hayan podido hacerse cargo del perro.

Sea como fuere, Daddy no es el único ejemplo y lamentablemente, no parece ser el último. «Muchos días nos encontramos animales en las mismas condiciones, atados a la valla, abandonados en cajas, en el contenedor de basura e incluso perros lanzados a través de la verja y con fracturas por el impacto». Una dura realidad con la que tienen que convivir en su día a día como voluntarios, y que esperan que al menos, sirva para concienciar a la gente «de las graves consecuencias de deshacerse de un perro y más de uno mayor, porque en el momento en el que lo abandonan lo condenan a la muerte. Lamentablemente pocas personas quieren adoptar un perro adulto», analizan desde la protectora.

Daddy ya tenía un hogar, los compañeros de Scooby en Medina del Campo le habían encontrado una familia para cuando le dieran el alta, «pero por desgracia ya fue tarde». Al menos murió entre cuidados y cariño.