Pagar un café con el teléfono móvil simplemente pasando el aparato hasta escuchar un «beep» sobre el terminal del bar. Es un ejemplo de lo que pretende llegar a ser la tecnología de Visa sin contacto, que de momento se están incorporando a las tarjetas de crédito de entidades como Caja Rural de Zamora y que en un futuro próximo se irán añadiendo a los dispositivos móviles, tipo «smarphone». El director general de Visa Europa para España, José Carbajosa Fernández dice que las tarjetas de crédito deben entrar a competir con el dinero de billetes y monedas también en los pequeños pagos porque cree que es más barato, eficaz e incluso serviría para luchar mejor contra la economía sumergida.

-¿Qué es eso de la Visa sin contacto?

-Es una tecnología innovadora que se está implantando en toda Europa y va a cambiar la forma en que pagamos a partir de ahora, porque es más cómodo, rápido y seguro. Las nuevas tecnologías están cambiando nuestra forma de vivir, el comercio tradicional y los medios de pago. Los pagos sin contacto son una transición hacia el futuro, que es el pago por móvil, un aparato que está concentrando todos los servicios. Hubo un cambio en las tarjetas, con el chip, en el que hay que meter el código y nos acostumbramos. Esto es más fácil, la tecnología NFC que es una señal de radio que contacta con el terminal sin necesidad de contacto: se pasa por encima, se escucha un «beep» y ya está. En un futuro los teléfonos móviles (»smarphones») vendrán ya con esta tecnología de forma que podamos pagar con el teléfono. Ahora ya hay un dispositivo, una especie de pegatina, que se coloca en el móvil y permite hacerlo.

-¿En momentos de crisis económica los ciudadanos utilizan menos la tarjeta de crédito?

-Sí. Lo que hemos visto durante el periodo de crisis es que se ha utilizado más la tarjeta de débito que la de crédito. En la tarjeta de crédito hemos visto crecimientos sostenidos durante todo el periodo, mientras que en la tarjeta de crédito se han dado unos decrecimientos importantes. La poca disposición de crédito que había para los consumidores unido a que la gente tampoco podía gastar mucho ha hecho que los ciudadanos pretendieran tener más control utilizando la tarjeta de débito frente a la de crédito.

-¿Quizá porque se controla mejor lo que se gasta, al hacer el pago inmediato?

-Claro, por lo menos en España la gente tiene esa percepción de que utilizando el débito se controla más.

-¿Qué porcentaje de compras hacemos por Internet?

-En España el porcentaje es muy bajo en relación a otros países. En Inglaterra el 25% de todos los pagos que se hacen con tarjeta Visa se hacen por Internet. La media en Europa está en torno al 20% y en España estamos sobre el 7%, con lo cual aún estamos muy lejos. Es verdad que la cultura influye y en los países del sur de Europa la utilización del pago por Internet es mucho más baja que en los países nórdicos. El clima, la cultura... Pero si es verdad que es lo que más crece: el pago por Internet lo hace con dos cifras. Al final inevitablemente el comercio y el consumo están cambiando y vamos a tender más a este tipo de fórmulas porque los aparatos estos que tenemos nos permiten hacer unas cosas que antes no podíamos. Antes teníamos que ir obligatoriamente a la tienda y ahora no; han salido un montón de modelos que en definitiva suponen poder vender por todos los canales posibles. Hasta hacer la compra con una tablet cuando viajo en el autobús y que me lo manden a casa, o lo recojo en un punto. Estos dispositivos, como los nuevos móviles («smartphone») o tablets me permiten que en mis ratos libres los dedique a navegar o a comprar. Y además, ¿que ocurre? que como no tenemos intermediarios a veces conseguimos precios mejores.

-¿Qué tipo de productos son los que se adquieren por Internet?

-Hay mucha penetración del pago por Internet en viajes, líneas aéreas y hoteles, donde es fácil hacerlo individualmente sin necesidad de recurrir a las agencias de viajes. El mundo de la electrónica, libros, música igualmente. Por ejemplo las tiendas de música prácticamente han desaparecido, todo se compra en digital. En los libros está pasando algo parecido. Y luego aparatos electrónicos y demás, porque la gente ve un modelo determinado que le da garantía y simplemente busca el mejor precio. Ahora bien, en el mundo de la ropa o la comida, la gente sigue pensando que es mejor ir a la tienda a ver lo que compra.

-Antes prácticamente todos los bancos te daban la Visa gratis, mientras que desde hace unos años cobran. ¿Se nota eso en un menor uso?

-Bueno, las tasas de intercambio en las que se basan las tarjetas es un tema regulado. Los márgenes de los bancos se están estrechando muchísimo y además en estos momentos tenemos que hacer una gran inversión en tecnología, porque al final si no, no sobrevives. Las entidades tienen que cambiar las tarjetas y eso tiene que dar un rendimiento y lógicamente la tarjeta es un instrumento que aporta muchísimo valor y en España donde había una competencia feroz en época de bonanza todo el mundo te daba la tarjeta. Pero por ejemplo en Francia por una tarjeta te pueden cobrar 60 o 70 euros. Al final lógicamente si se estrechan los márgenes por un lado, hay que sacarlos por otro, es normal, como en cualquier otro negocio. Ahí la competencia es alta y en el mercado hay tarjetas gratis y otras que te cobran «X».

-¿Cómo se mide el éxito de novedades como la tarjeta que han presentado hoy, sin contacto?

-La idea que tenemos es intentar penetrar en los pagos de bajo valor, donde culturalmente en España ha sido muy difícil penetrar. La burbuja que tenemos de pagos de bajo valor que se hace en efectivo es de 75.000 millones de euros, prácticamente lo mismo que tenemos de pago con tarjeta Visa en España. ¿Qué ocurre?, que muchas veces en las tiendas no se admite el pago con tarjeta por debajo de cierta cantidad, por ejemplo 20 euros. Cosa un poco rara, porque los bancos lo que hacen es cobrarle un porcentaje fijo por transacción al comercio y en principio le tiene que dar igual que sea de cinco euros o de 500. Pero ahí también entramos en el terreno de la economía sumergida, el efectivo es opaco, no se ve y permite hacer cosas que los pagos electrónicos no posibilitan. Nuestro objetivo es empezar a penetrar ahí y que se pierda ese miedo a pagar siete euros con tarjeta, porque no tiene ningún sentido si es mucho más cómodo, rápido y limpio que con dinero.

-¿Incluso tomarse un café y pagar con tarjeta?

-Claro. El coste de efectivo es, para la sociedad, mucho más costoso que pagar con tarjeta. Hicimos un estudio en que estimamos que costaba 200 euros a cada contribuyente europeo el manejo de billetes y monedas, lo que pasa es que está subvencionado por los bancos centrales. Al final no se si va a desaparecer o no el dinero físico, pero está claro que los medios de pago electrónicos son mucho mejores, más eficientes y contribuyen al desarrollo de la economía. Mientras que los pagos en efectivo no se controlan. En la medida que un país tiene mayor pago electrónico, menor es la economía sumergida: en los países donde está más implantado es del 7% mientras en España estamos en torno al 20% de economía sumergida.

-Se nota, desde luego, que trabaja en Visa.

-Yo pago con la tarjeta en un comercio y al día siguiente por la mañana tiene el dinero en el banco. Y además nosotros en Visa tenemos la garantía de pago al comercio. Es decir, en el momento en que el terminal autoriza la transacción, el comercio ya cobra, aunque el cliente no le pague al banco. Una vez que sale operación aceptada el comercio le ha cobrado.

El director general de Visa Europa en España tuvo ocasión de presentar en Zamora las nuevas tarjetas sin contacto, que en principio tomarán la forma de las tradicionales pero que en un futuro próximo estarán también incorporadas a los teléfonos móviles, de tal forma que las compras más cotidianas se puedan hacer simplemente pasando el smarphone sobre la terminal del punto de venta. José Carbajosa Fernández está convencido de que incluso en los países más reacios, los del sur de Europa, se acabará imponiendo el uso de tarjeta, ya que teóricamente es más cómodo, rápido y seguro. No oculta que en el trasfondo de estas tecnologías está en juego un suculento «pastel» de nada menos que 75.000 millones de euros, que se mueven en las compras de bajo volumen.