Miles de zamoranos acudieron a la llamada de los cencerros y los tambores de las 31 agrupaciones de mascaradas que ayer desfilaron por la capital.

Pasaban las seis y cuarto de la tarde cuando la agrupación procedente de Italia, Krampus, daba el pistoletazo de salida a la comitiva, compuesta por más de 400 participantes, con el atronador sonido de sus grandes cencerros. Ya minutos antes del inicio del desfile, sus llamativas vestimentas de diablos con grandes pelajes, la simulación de la columna vertebral por fuera del cuerpo y unas máscaras con grandes cuernos y caras con afilados dientes, levantaban pasiones y algo de miedo entre el público que se agolpaba en el parque de La Marina.

Los Caretos de Podence de Macedo de Cavaleiros fueron los segundos encargados de asombrar a los zamoranos con sus coloridos trajes de color verde, rojo y amarillo con flecos de lana. Estos eran seguidos por el primer grupo zamorano de la comitiva, Las Filanderas de Ferreras de Arriba, que paseaban con sus tradicionales tenazas y su toro de cartón y piel. No faltó tampoco el Zangarrón de Sanzoles, cuya comitiva hizo sonar los cencerros que llevaban en la cintura, desde La Marina hasta Viriato.

Los pequeños demonios de Villanueva de Valrojo, fueron los siguientes en esta comitiva, seguidos del Los Zangarrones, con máscara roja y negra, de Montamarta y la Vaca de Bayona de Almeida.

Uno de los momentos que más llamó la atención de los presentes fue cuando la Danza del Paloteo de Tábara hacía su aparición, por los curiosos tocados de flores que portaban en las cabezas mientras bailaban al son de los palos.

Todas las agrupaciones bromearon y, en ocasiones, asustaron a los presentes, entre ellas, el Atenazador de San Vicente de la Cabeza que tiraba ceniza al público o los Caretos de Ousilhão, los cuales, vestidos con trajes con capuchas y flecos, rojos, morados y rosas, sacaron a varios presentes al centro de la comitiva para bailar con ellos en círculo.

Otra de las agrupaciones más populares fueron los Cardadores de Vale de Ilhavo. Ataviados con grandes cabezas con coloridos flecos, una diadema de plumas y con unas largas narices rojas, elegían a chicas del público para acariciarlas con unas palas de madera.

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