Gracias a un vasto conocimiento del paisaje medieval del patrimonio románico y gótico, Eduardo Carrero se permite cuestionar buena parte de los tópicos que todavía en el siglo XXI «mastican» los zamoranos en torno al templo que gobierna la ciudad desde hace ocho centurias. Carrero Santamaría llama a los ciudadanos a «disfrutar de una obra maestra» que refleja "las primeras experimentaciones góticas" por estas tierras en un momento clave de la evolución del románico al gótico. El profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, que hizo parte de su tesis sobre el Templo Mayor, asevera que el cimborrio es un «ábside duplicado» al que los franceses acuden para «saber cómo fueron los primeros cimborrios de la Aquitania».

-¿Por qué se interesó por los entornos de las Catedrales?

-Era un aspecto que aún no se había abordado en España y en gran parte de Europa. Me llamaba la atención el punto de inflexión entra la Alta y la Baja Edad Media, en un momento en el que los cabildos catedralicios estaban haciendo vida bajo regla como en un monasterio y pasan, entre los siglos XII y XIV, a la secularización y cómo los edificios de vida comunitaria (refectorios, dormitorios?) se amortizan para dedicarlos a otros fines. En los territorios occidentales, estos espacios desaparecen completamente como ocurre en el viejo Reino de León, mientras en otros lugares de Castilla como en Burgo de Osma o en la Corona de Aragón, como en Huesca, Tortosa o Tarragona, se conservaron estas zonas con otros fines.

-¿Qué ocurrió con esas estancias en nuestra zona?

-En el Reino de León encontramos edificios antiguos de los que desconocemos su entidad. Lo que nos ha llegado o son restos o reconstrucciones tardías, como en el caso de Zamora, donde tenemos un claustro clasicista del siglo XVI espectacular, pero desconocemos el anterior románico y las estancias que sabemos que existían por la documentación. Esta perspectiva tan triste es la que tenemos en el antiguo reino.

-Sin embargo, en Aragón y Cataluña sí se conservaron?

-Y en parte de Castilla, con casos como Burgo de Osma o Sigüenza. En esta Castilla más oriental y en la Corona de Aragón se preserva la vida comunitaria del clero sin saber muy bien por qué. Cada situación es particular y no podemos generalizar ni en los cabildos ni en las catedrales. Un caso muy interesante es el de Aragón, con las catedrales de Huesca y Jaca, dos templos bajo un mismo obispo. Una de ellas decide continuar haciendo vida comunitaria, Jaca, y la otra la abandona, Huesca. Los edificios siguieron directrices completamente distintas.

-Su tesis le acerca a la Catedral de Zamora, ¿cómo va evolucionando su visión sobre el templo?

-El gran encuentro se produjo cuando a través de la ficha que hizo Florián Ferrero sobre el «Manual para el buen gobierno de los deanes». El documento me permitió realizar una reconstrucción topográfica de la Catedral tal y como estaba a finales del siglo XV. Es un libro de aniversarios que nos cuenta dónde estaban enterradas las personas, un trabajo muy interesante con alusiones topográficas sobre elementos que no se han podido conservar. Nos habla de todas las capillas, aunque lo más interesante es la descripción del claustro. La cita de los arcosolios que se situaban en el espacio definen con claridad que la galería que se construyó a finales del XII tenía unos fines funerarios en el medio urbano.

Madrid, 1967

Eduardo Carrero cursó su licenciatura en Historia del Arte en la Universidad Autónoma de Madrid, cuya tesis analizó las construcciones en los entornos de las catedrales del Reino de León. Ha sido profesor asociado en la Universidad de Oviedo, obtuvo la titularidad en las islas Baleares y, más tarde, en la Universidad Autónoma de Barcelona. La primera beca que obtuvo se la concedió el Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo. Carrero ha publicado trabajos sobre las catedrales de Oviedo, Salamanca, Galicia o Zamora. Es experto en el «grupo zamorano» de cimborrios que parte de la Catedral de la ciudad.